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El miedo, la culpabilidad, la vergüenza... ¿Por qué las víctimas de violencia de género tardan en denunciar?

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El tiempo que tardan las víctimas de violencia de género en verbalizar o denunciar su situación es de ocho años y ocho meses de media, según datos de un estudio promovido por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género y la Fundación Igual a Igual.

La mitad de las víctimas han respondido que la razón es "el miedo a la reacción del agresor". Le sigue de cerca la creencia en que ella “lo podría resolver sola”, el sentimiento de no reconocerse como víctima de violencia de género y el de sentirse culpable y responsable de la situación”. Según Ana Gómez Plaza, psicóloga especializada en este ámbito y coordinadora del estudio, se trata de "sentimientos frecuentes dentro del proceso psicológico de trauma que sufren estas mujeres".

Después de tratar, cada día, con víctimas de violencia de género, Ana Gómez asegura que "no hay un perfil de mujer maltratada". Es un problema social y, como tal, afecta a todas clases y perfiles. Laura (nombre ficticio) es un ejemplo de que una buena formación académica no te libra de sufrir esta situación. Universitaria, con dos carreras en curso, padecía, sobre todo, violencia sexual y psicológica por parte de su novio, pero no se identificaba con la etiqueta de víctima. "Él controlaba todas las facetas de mi vida, las relaciones sexuales, incluso la forma de vestir o la alimentación. Pero yo no sabía que lo que me pasaba estaba fuera de lo normal. De hecho, me llegaron a parar por la calle para decirme la suerte que tenía de salir con ese chico. Mi propia familia lo tenía en un pedestal".

Según la psicóloga Ana Gómez, el maltrato genera una dependencia emocional de tal magnitud que la víctima, no solo no se reconoce como tal, sino que "se siente culpable y experimenta pena por su maltratador". Así lo asegura Laura, que recuerda: "Entendía que yo era la mala, la que había provocado esa situación".

Laura nunca denunció a su maltratador, principalmente, por tres razones: una, por el miedo al que había sido su pareja, que la había amenazado de muerte después de dejar la relación; dos, porque no tenía pruebas, ya que las heridas provocadas por la violencia sexual habían desaparecido, y tres, por la excelente imagen social del agresor. Nunca denunció, pero sí dio el paso de empezar a ir a terapia, después de escuchar los testimonios de otras supervivientes en una charla sobre violencia de género e identificarse con todos ellos.

Las mujeres maltratadas no tardan lo mismo en denunciar o contar al entorno la situación en la que se encuentran y depende del tipo de violencia que padezcan. El tiempo es superior cuando se trata de una situación de violencia sexual, en la que se tardan casi 11 años de media, al igual que ocurre con aquellas mujeres que han sufrido todos los tipos de violencia a la vez. La víctimas de maltrato psicológico, físico, económico, ambiental y social tardan entre ocho y nueve años en dar el paso de verbalizar su caso.

La edad de la víctima, un factor clave a la hora de denunciar

Las mujeres con más de 65 años tardan una media de 26 años y tres meses en denunciar o hablar del tema, lo que supone una gran diferencia con las víctimas jóvenes. Las que se encuentran entre 18 y 25 años son las que menos tiempo esperan, una media de dos años y 10 meses. Como se puede ver en la siguiente tabla, a partir de la mayoría de edad, el tiempo que transcurre entre la primera agresión y la denuncia es mayor cuantos más años se cumplen.

Las mujeres con hijos tardan más en dar el paso

El estudio arroja datos relevantes si se tiene en cuenta la situación de convivencia de la víctima en el momento de empezar a sufrir maltrato. Las mujeres que vivían solas cuando comenzaron los episodios de violencia son las que menos tardaron en denunciar, poco más de cinco años. En el otro extremo están aquellas que conviven con personas a su cargo, que llegan a esperar casi 17 años de media.

Cuanto mayor es el número de hijos, más es el tiempo que se tarda en hablar de esta situación. Así, las mujeres con tres o más hijos esperan más de 12 años, frente a las que no tienen descendencia, que tardan unos tres años y medio.

La situación legal respecto al agresor también marca el momento de la denuncia. De hecho, las mujeres casadas tardan el doble que las demás en dar el primer paso, 12 años, frente a los seis de las solteras, las que son pareja de hecho, las que están en trámites de separación y las divorciadas.

La Rioja, la región donde ellas más esperan

La Comunidad Autónoma en la que las mujeres maltratadas tardan más en denunciar o verbalizar su situación es La Rioja, donde, de media, esperan 12 años y siete meses. Le sigue Aragón, con 12 años y seis meses; Canarias, con 11 años y nueve meses, y País vasco, con 11 años y siete meses. En el otro extremo, las regiones en las que menos tiempo transcurre entre la primera agresión y la denuncia son Murcia, Aturias y la Comunidad Valenciana.

Aquellas con ingresos comprendidos entre los 2.000 y los 2.500 euros y, por tanto, económicamente independientes, tardan más tiempo que las demás en hablar de su caso, un fenómeno al que los profesionales todavía no han encontrado una explicación concreta. "La violencia de género es devastadora para ellas porque han sido anuladas como personas", apunta Ana Gómez. "Su recuperación no dependerá del tiempo que hayan sido maltratadas, sino de sus circunstancias personales y de su forma de ser. El trabajo con ellas es para que vayan recuperando sus capacidades y se reencuentren con su vida anterior. Pero el rearme de un ser humano necesita tiempo".

¿Cuántos tipos de violencia de género existen?

Según el estudio de la Delegación de Gobierno, se pueden clasificar en los siguientes tipos: 

Violencia física:

Cualquier acto no accidental contra el cuerpo de una mujer con el resultado o riesgo de producirle una lesión física o un daño. Echarla de casa a la fuerza, encerrarla y obligarla a tomar cualquier tipo de sustancia también entran dentro de esta categoría.

Violencia psicológica:

Eeste tipo de maltrato incluye toda conducta verbal, no verbal u omisión intencional que produzca en una mujer una degradación por medio de amenazas, humillaciones, vejaciones, exigencias de obediencia o sumisión, coerción verbal, insultos, aislamiento o cualquier otra limitación de su ámbito de libertad personal, con la intención de controlar y someter a la mujer.

Sus manifestaciones pueden enmascararse a través de conductas relacionadas con el amor romántico, como los celos, la posesión o el control.

Violencia sexual:

Es cualquier acto de naturaleza sexual no consentido por la mujer y forzado por el agresor. Incluye la exhibición, la observación y la imposición por medio de violencia, de intimidación, de prevalencia o de manipulación emocional, para mantener relaciones sexuales, así como las humillaciones y vejaciones que se produzcan en este contexto.

Aunque este tipo se podría incluir dentro de la violencia física, se distingue de aquella en que el objeto es la libertad sexual de la mujer y no su integridad física.

Mostrarse irritable, agresivo o violento si la mujer no accede a mantener relaciones sexuales es una de las manifestaciones de la violencia sexual.

Violencia económica:

Incluye la privación intencionada y no justificada legalmente, de recursos para el bienestar físico o psicológico de la mujer y sus hijas e hijos, la discriminación en la disposición de los recursos compartidos en el ámbito de la convivencia de pareja o la prohibición de trabajar fuera del hogar.

Violencia ambiental:

Es una forma de violencia psicológica que atenta indirectamente contra la mujer utilizando todo aquello que quiere, ama, posee y tiene. Suelen ser conductas explosivas que generan miedo, sumisión y sufrimiento en la mujer víctima, aunque no se realicen sobre ella ni su cuerpo.

Algunos ejemplos son: destruir sus objetos personales con el objetivo último de causarle dolor, golpear las puertas, ventanas u otros objetos de la casa en medio de las discusiones o conducir de forma temeraria con ella.

Violencia social:

La violencia social se basa en la limitación, el control y la inducción al aislamiento social de la mujer. Se separa a la víctima de la familia y amistades, privándola de apoyo social y alejándola de su entorno habitual. 

También es violencia social: prohibir o limitar el acceso a los medios de comunicación o a la información, sabotear los encuentros familiares y sociales, prohibirle expresar sus propias opiniones o impedir que se maquille.

Si estás sufriendo una situación de maltrato o conoces a alguien en esta situación, llama al 016. Las llamadas no quedan almacenadas en el registro de llamadas de los smartphones.