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El cuerno de África clama ayuda mientras vive una de sus mayores crisis humanitarias

  • La sequía, la subida de precios y los conflictos, las causas principales
  • Somalia tiene 750.000 refugiados y 1,5 millones de desplazados
  • "Estamos ante la emergencia dentro de la emergencia", asegura ACNUR

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Un niño mira a través de una valla cómo llegan refugiados al campamento de Al Dadaab, en Kenia.
Un niño mira a través de una valla cómo llegan refugiados al campamento de Al Dadaab, en Kenia.

“Me entristece saber que soy un refugiado. Es muy duro vivir de esta manera. Nací aquí, pero en un futuro me gustaría volver a mi país, aunque sé que no es fácil, la gente está armada”. Son las palabras de Alí, un chico que nunca ha salido del campamento de refugiados de Dadaab, al este de Kenia. No conoce vida más allá de esta zona desértica en la que se protegió su familia cuando huía de una Somalia golpeada por los conflictos armados, la hambruna y la miseria.

Alí vive en Daghaley, que junto con Ifo y Hagadera, conforma el campo de refugiados de Dadaab, el más grande del mundo, que alberga a 390.000 personas, en su mayoría somalíes. Casi la mitad son niños. “Mi vida es siempre la misma, no hay cambios. Me produce un gran impacto ver a tanta gente huyendo de Somalia, ver a las madres cargadas con sus hijos a las espaldas”, explica Alí emocionado a un equipo de Televisión Española.

El llamado cuerno de África está viviendo la peor sequía de los últimos 60 años. Según organismos internacionales, es la mayor crisis humanitaria del siglo XXI que afecta a más de once millones de personas. Naciones Unidas ha declarado el estado de hambruna en dos regiones del sur de Somalia y teme que la situación empeore.

Decenas de miles de personas huyen de Somalia en busca de una vida mejor. Ya son 750.000 los somalíes con estatus de refugiado que escapan principalmente a Kenia y a Etiopía, los países vecinos, aunque hay un gran número en Yemen, concretamente 200.000, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). A estas cifras hay que añadir el millón y medio de desplazados dentro del país, concentrados principalmente en la capital, Mogadiscio.

"Estamos ante la emergencia dentro de la emergencia"

“La gente no se va a otro lugar por gusto, nadie deja su país, su hogar y su lengua por voluntad propia. Los refugiados se desplazan porque el resto de las opciones les han fallado”, explica la portavoz de ACNUR en España, María Jesús Vega. Su homólogo en Kenia, William Spindler, señala que estamos ante “la emergencia dentro de la emergencia, el peor desastre humanitario a día de hoy”.

Dadaab, el campo de refugiados más grande del mundo

En Kenia, a 90 kilómetros de la frontera con Somalia, se encuentra el campo de refugiados de Dadaab, el más grande del mundo. Allí comenzaron a asentarse, hace 20 años, decenas de miles de somalíes que huían del vacío político que imperó en el país con la caída del régimen dictatorial de Siad Barre, en 1991.

En los primeros años de la década de los 90, alrededor de 90.000 personas alcanzaron los terrenos de Dadaab, tratando de buscar una salida a la situación de inseguridad y pobreza que sacudía a Somalia, después de que los señores de la guerra se hicieran con el control del país. A día de hoy esta cifra se ha cuadriplicado. La ONG Save the Children estima que cada día llegan 1.300 personas a los tres campamentos, 800 de ellas son niños, la mayoría menores de 12 años.

El 50% de la población que vive en este campo de refugiados padece malnutrición, un 30% en un nivel preocupante. “Algunos mueren en el camino, en el intento, otros cuando llegan aquí porque llevan días sin comer nada”, explica a TVE el director del hospital de Médicos sin Fronteras (MSF) en Dadaab, Gedy Mohamed. Las colas son interminables, las ONGs reconocen que están “desbordadas” y aseguran que “no pueden ofrecer recursos para toda la gente que los necesita”. Etiopía es otro de los países receptores, con 115.000 refugiados somalíes.

"La catástrofe era predecible y evitable"

La portavoz de Intermón Oxfam en el terreno, Irina Furhman, afirma que “la catástrofe actual era predecible y evitable” y que, a pesar de la ayuda que se está enviando, “la financiación para asistir a todas las personas afectadas es todavía baja”. Añade que lo que necesitan es “voluntad política por parte de los líderes para enderezar el sistema alimentario global”.

En la misma línea se sitúa ACNUR, que lo anunció, como otras organizaciones humanitarias, desde principio de año. Considera que no se habría llegado a esta trágica situación “si los ojos de la Comunidad Internacional se hubieran puesto en este país para tratar de negociar la paz y combatir el hambre”.

¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Las causas de esta crisis, que aunque golpea más fuerte a Somalia también afecta a Kenia y Etiopía, son una “combinación de factores humanos y naturales”, apunta la portavoz de Intermón Oxfam en Kenia: “La escasez de lluvias ha provocado una grave sequía, impidiendo que haya niveles normales de cosecha y debilitando o matando a gran parte del ganado”.

Esto ha generado una elevada subida en el precio de los alimentos. “En algunos cereales básicos este aumento ha alcanzado las cifras del 240%”, cuenta Furhman, que destaca que la raíz de la crisis es “la profunda pobreza y la falta de inversión a largo plazo en las áreas afectadas”.

Sin embargo, también llama la atención que en los años 70, Somalia era autosuficiente a pesar de las sequías, con una economía nacional basada en la agricultura y la ganadería. El profesor del Instituto de Derechos Humanos de Estrasburgo, Mbuyi Kabunda, en una entrevista a Rtve.es, sostiene que “los programas de ajuste estructural (PAE), a los que se vio sometido el país –entre tantos otros que fueron impulsados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) en la década de los 80- tienen una clara responsabilidad en el deterioro de las condiciones de vida”.

Desde 2004 el país está bajo un Gobierno Federal de Transición, aunque las regiones del sur están controladas por las milicias islamistas de Al Shabab. El codirector del Instituto de Ayuda Humanitaria y Conflictos Armados (IECAH), Francisco Rey, expone que algunos países, como Estados Unidos, impidieron a sus organizaciones tenerles como interlocutores. “Criminalizaron la ayuda”, apunta, “aunque estos grupos tampoco se lo pusieron fácil”.

En un estado política y económicamente desintegrado, con incesantes conflictos armados entre las bandas y señores de la guerra y donde la pobreza supera todos sus límites y conduce a muchas personas a delinquir para sobrevivir… este desenlace “se venía venir desde hace años”, según expertos en África como Mbuyi Kabunda.

La solución pasa, dice Kabunda, “por reconstruir el Estado de Derecho, la neutralización de las redes criminales para facilitar la distribución de ayuda humanitaria, crear condiciones de ingresos estables para que la población no se deje atraer por la piratería y resolver, además, las tensiones regionales, en una sociedad basada en clanes”.

Queda mucho por hacer. Tanto que ahora el foco está solo en atender las necesidades más urgentes para salvar vidas. Las miradas intensas de los niños de Dadaab expresan más que cualquiera de las palabras. Alí tiene esperanza, cree que “la situación va a mejorar dentro de poco porque ahora hay muchas agencias aquí con nosotros que nos ayudarán”, dice. Aunque, para muchos, “una vez puesta la tirita en la herida”, África seguirá siendo la gran olvidada.