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'Australopithecus sediba': el nuevo primo

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Cráneo del nuevo homínido descubierto en Sudáfrica
Cráneo del nuevo homínido descubierto en Sudáfrica

El descubrimiento en Sudáfrica de un nuevo antecesor llamado Australopithecus sediba acaba de complicar aún más nuestro origen. Encontrado en una cueva no lejos de los yacimientos clásicos sudafricanos de Sterkfontein, Swartkrans y Kromdraai, A. sediba tiene la cabeza y el tamaño cerebral de un australopiteco, pero también tiene rasgos derivados que lo acercan más al género Homo que ninguno de sus parientes, como son sus dientes reducidos.

Hay al menos dos individuos, el estado de preservación de los restos es espléndido y se han conservado huesos del esqueleto poscraneal y no sólo del cráneo, lo que permite un amplio análisis. Por otra parte, los restos más completos corresponden a un ejemplar inmaduro, lo que tiende a gracilizar los rasgos y dificulta el análisis.

Evolución y progreso

La idea de la evolución ha estado siempre unida a la de progreso, tal vez por el momento histórico en el que nació su mejor explicación. Cuando hablamos de evolución asumimos una gradual transición desde lo 'menos' evolucionado (inferior) a lo 'mas' evolucionado (superior) como una cadena de descendientes que culmina (sorpresa) en nosotros.

Las conexiones entre antecesores y descendientes no son líneas rectas

Como demuestran los chistes y los anuncios, la evolución es una línea recta de mejora desde la nada ancestral hasta la cúspide de la Humanidad, si acaso con ramas laterales donde seres vivos inferiores se han separado del camino de la creciente perfección. Pero no es así como funciona la naturaleza; no existen seres 'más' evolucionados que otros, ni las conexiones entre antecesores y descendientes son líneas rectas.

La evolución no funciona con un eje central y ramas laterales, sino como un tupido matojo de ramas que proliferan en todas direcciones. Como cada vez está dejando más clara nuestra propia evolución familiar: el origen de nuestra especie.

El matorral evolutivo del que salimos nosotros se espesa con este último hallazgo publicado por la revista Science.

Cuando los paleoantropólogos empezaron a trabajar en el continente africano se descubrieron decenas de yacimientos, miles de fósiles y un buen puñado de especies que proporcionaron numerosas sorpresas. En lugar de un antecesor con cabeza de humano y cuerpo de simio se descubrieron varias especies de lo que parecían monos de cuello para arriba, pero eran completamente bípedos del cuello para abajo, como nosotros.

Nuestros antecesores anduvieron erguidos mucho antes de ser inteligentes

El origen de la Humanidad era al revés de como se había pensado hasta entonces: nuestros antecesores anduvieron erguidos mucho antes de ser inteligentes. Además aparecieron ramas laterales en forma de monos bípedos tan especializados en comer grano que era imposible que formaran parte de nuestra herencia directa: la evolución humana no era una simple línea recta de descendencia.

Un grupo ancestral de simios de hace unos 10 millones de años abandonó los bosques y la vida arbórea por la sabana y el caminar a dos patas, alejándose de la rama que acabaría por dar origen a los chimpancés. Los más antiguos aparecían en el Este de África (Kenya y sobre todo Etiopía), tenían el cerebro pequeño y fueron llamados australopitecos; fósiles más tardíos indicaban su presencia en Sudáfrica. Vivieron entre hace unos 6 millones de años y hace 1,5 millones de años, y no hay pruebas de que utilizasen herramientas.

Hace 2 millones de años, sin embargo, apareció un nuevo tipo, muy parecido del cuello para abajo pero con dos importantes diferencias: un cerebro considerablemente mayor y claras pruebas de uso de herramientas.

Este nuevo grupo se llamó Homo, y es al que pertenecemos. La cosa parecía clara: de ancestros muy antiguos compartidos con el Chimpancé había surgido una línea de australopitecos que a su vez había dado lugar a Homo: una secuencia lineal de creciente perfección.

Complejas variantes

Pero desde el mismo principio la idea se complicó, porque empezaron a aparecer variantes. El escocés Robert Broom descubrió el primer australopiteco 'robusto', dotado de importantes especializaciones (sobre todo en los dientes) para comer grano. Por tanto los australopitecos no eran una línea recta, sino que había ramas laterales.

Posteriores descubrimientos complicaron más las cosas. Donde se pensaba que había un australopiteco grácil resultó que había al menos cuatro (Australopithecus afarensis, A. anamensis, A. garhi, A. africanus); donde se encontró un australopiteco comedor de grano, resultó que eran tres (Paranthropus robustus, P. boisei, P. aethiopicus). Y el propio origen del género Homo resultó tener hasta tres especies diferentes (Homo habilis, H. ergaster, H. erectus).

Durante los últimos 3 millones de años resultó que África había estado literalmente bullendo de diferentes especies de monos caminantes, muchos de ellos al mismo tiempo.

Como consecuencia, las líneas de descendencia no están nada claras; no sabemos qué especies dieron origen a cuáles, y en especial no sabemos de dónde salió el género Homo.

Hasta ahora el mejor candidato a fósil transicional entre los australopitecos y nosotros era Australopithecus garhi, hallado en Etiopía y con una antigüedad de 2,5 a 2,7 millones de años, pero con algunos rasgos tan especializados (como los grandes molares) como para sospechar.

A. sediba podría ser el paso lógico entre los australopitecos y el Homo

Y ahora aparece Australopithecus sediba, una nueva especie que sus descubridores acaban de definir en Science. Con una antigüedad calculada entre 1,8 y 1,9 millones de años, A. sediba podría ser el modelo de transición perfecto, el paso lógico entre los australopitecos gráciles y Homo.

Es cierto que la cronología no encaja del todo, ya que A. sediba es más joven que los más antiguos fósiles atribuidos a Homo. Quizá la nueva especie sea un hermano de nuestra propia rama en lugar de padre, aunque desde luego sus características nos informarán sobre cómo era el antepasado común.

Pero este descubrimiento sobre todo nos dice que durante una buena parte de la evolución humana antigua no estuvimos solos: en África hubo varias especies de homínidos distintas viviendo juntas de forma casi continua.

En nuestra familia la evolución ha sido una cosa mucho más que una escalera; somos un grupo muy ramificado en el que la coexistencia entre distintas especies ha sido normal y en el que hay más caminos laterales que rutas rectas.

Nuestra soledad como especie única de nuestra rama desde la extinción de los Neandertales, hace 25.000 años, puede ser una rareza en nuestra historia; no estamos acostumbrados a ser hijos únicos, sino que desde tiempo inmemorial hemos vivido en una familia numerosa, como el nuevo primo recién descubierto atestigua. La evolución es mucho más complicada, e interesante, de lo que quieren sus caricaturas. Como nuestra propia historia.