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El origen de la fobia a las serpientes

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Las serpientes nos dan miedo, o por lo menos nos ponen en estado de alerta. Sabemos que las hay muy venenosas y que con un simple mordisco nos pueden matar. La antropóloga Lynne A. Isbell cree que este miedo se desarrolla antes incluso de nacer. Es más cree que lo hemos heredado de nuestros ancestros.

Según explica esta científica de la Universidad de California Davis en un estudio publicado por la revista 'Journal of Human Evolution', los mamíferos conservamos a lo largo de la evolución las estructuras del cerebro implicadas en la vigilancia, el miedo y todo aquello relacionado con la protección ante los depredadores.

Nacemos con miedo a las serpientes porque es un instinto de supervivencia heredado

Y precisamente las serpientes son consideradas enemigas y con ellas los primates compartimos en el planeta desde tiempos inmemoriales. Así que, asegura la científica, nacemos con miedo a las serpientes porque es un instinto de supervivencia heredado. Las personas que no tienen miedo a las serpientes son pocas, son excepciones, según la científica.

Pero la cosa no queda aquí. Su teoría va más allá. Y asegura que el miedo a las serpientes está directamente relacionado con la vista.  Algunas de estas áreas cerebro mencionadas en los primates conectadas con el sistema visual. Cree que el desarrollo de una vista aguda está vinculado con la necesidad de detectar a las serpientes, o sea con el miedo. Cuanto más miedo mejor vista o viceversa. E ilustra su teoría con un buen ejemplo.

Los monos de Madagascar nunca han estado en contacto con serpientes venenosas, por eso no tienen especial miedo a las mismas y son los que peor vista tienen. Los primates del continente americano han estado contacto con las serpientes venenosas de forma intermitente a los largo de su historia evolutiva. Su vista es regular. Y los monos africanos siempre han estado contacto con serpientes venenosas.  Tienen una vista excelente.

Hace un siglo más o menos, los zoólogos británicos Peter Chalmers Mitchel y Reginald Innes Pocock realizaron un experimento curioso e ilustrativo que avala las conclusiones de Isbell: en una habitación tenían encerrados en  jaulas a lemures y monos. Les enseñaron un montón de serpientes retorciéndose unas encimas de otras.

Los lemures permanecieron impasibles. Sin embargo, los monos sudamericanos se pusieron nerviosos y temerosos... Y los africanos se pusieron histéricos. Los babuinos se retiraron hasta el fondo de las jaulas, lo más lejos posible de las serpientes y los chimpancés se pusieron a gritar sin levantar la mirada de las serpientes.

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