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Hay cielo más allá de las Perseidas

  • Huir de las luces de la ciudad y las autopistas es un requisito básico
  • Se deben evitar las noches de luna llena...si quieres ver algo distinto al satélite
  • Con unos simples prismáticos se pueden apreciar fenómenos de gran belleza

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Imagen de un meteoro cruzando el cielo de Tenerife.
Imagen de un meteoro cruzando el cielo de Tenerife.

Noche del once al doce de agosto. Un lugar apartado de la ciudad y de las grandes autopistas, en la montaña o en la costa. Está a una altura suficiente para evitar las brumas y las turbulencias provocadas por el calor. Unos prismáticos colgados al cuello, una manta por si refresca y un planisferio para saber dónde mirar.

Éste es el escenario ideal de una observación astronómica veraniega, una de esas actividades de ocio que permiten los días de vacaciones en verano, con el cielo despejado, las buenas temperaturas y, sobre todo, el tiempo necesario para dedicarse, simplemente, a mirar.

La noche es posible que no empiece demasiado bien. Pese a que las conocidas Lágrimas de San Lorenzo se pueden apreciar a simple vista, la Luna está casi llena y su excesiva luminosidad no permitirá apreciarlas por el momento.

Triángulo de verano

Sin embargo, antes hay muchas cosas que ver. En primer lugar, en el cénit del cielo,  el triángulo de verano, formado por las constelaciones de la Lira, con su estrella brillante Vega, la del Cisne, con Deneb y, más abajo, al sureste, el Águila, con Altair.

Este triángulo isósceles traza las líneas maestras del cielo de verano, visible toda la noche, en un cielo presidido por la constelación de Sagitario, ubicada en el centro de la Vía Láctea, un enjambre de estrellas que, si se utiliza telescopio, muestra bellas nebulosas y cúmulos.

Huir de la ciudad

Para llegar a este punto hay que cumplir un primer requisito: dejar atrás una interminable sucesión de asfalto, ladrillo y luminarias que habrían hecho imposibles los hallazgos astronómicos de Galileo y Copérnico debido a la iluminación excesiva del cielo.

En ciudades medianas, como Valencia, esta distancia ronda los 30 kilómetros. En Madrid, algunos astrónomos aficionados se marchan más allá de Segovia.

Como muestra, la Agrupación Astronómica Madrileña ha invitado a sus socios a disfrutar de las Perseidas en Bonilla, una localidad conquense a 150 kilómetros de la capital de España.

Evitar la Luna

El segundo enemigo de la observación es, paradójicamente, uno de los astros más bellos y que mejor se aprecian a simple vista: la Luna.  Los días de Luna llena o plenilunio son los peores para apreciar la riqueza del Universo, ya que oculta las estrellas débiles y los objetos del cielo profundo.

Otro elemento que se debe tener en cuenta es la altura, que aleja las brumas y hace el cielo más claro para la exploración. A cambio, el observador tendrá que tener en cuenta que las temperaturas descienden de forma brusca, por lo que es necesaria ropa de abrigo y cubrirse los pies y las manos, que se pueden resentir ante la falta de movimiento.

Una vez llegados a este punto y antes de empezar a observar, se debe dejar que los ojos se adapten a la oscuridad durante unos 15 minutos sin utilizar una linterna de luz blanca durante el mismo periodo, ya que se requeriría una nueva adaptación.

Con unos prismáticos

En cuanto al material, unos prismáticos, especialmente los del modelo de 7x50 milímetros, son suficientes para visualizar algunos objetos, desde la propia Luna hasta los satélites de Júpiter y se puede hacer un recorrido por la franja estrellada que constituye la Vía Láctea.

Como guía, mapas de estrellas y listas con los horarios de los fenómenos previstos son esenciales, sobre todo en días como el de las Lágrimas de San Lorenzo, cuya cercanía con la Luna llena hará que no se hagan apreciables hasta bien entrada la madrugada.

Y, mientras tanto, esperar con una buena bebida caliente sentado en una silla plegable de madera sin despegar el ojo del telescopio, de los prismáticos, o de quien nos acompañe en este viaje 'low cost' a las estrellas.