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Cuando en Sevilla o Bilbao no salía agua del grifo: las lecciones aprendidas de la gran sequía de los 90

  • Cortes de agua de hasta 12 horas al día serían ahora "inconcebibles" por la mejora en la gestión
  • Se llegó a plantear la evacuación de la capital andaluza en una de sus peores sequías

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Pantano de La Minilla, que abastece a Sevilla, prácticamente seco en 1992
Pantano de La Minilla, que abastece a Sevilla, prácticamente seco en 1992 EFE/Emilio Morenatti

Quien vivió en la Sevilla de los 90 lo recuerda vívidamente. Tras meses sin llover, la ciudad activó, poco después de la Expo de 1992, restricciones que llegaron a suponer cortes de agua de diez horas diarias. La situación era tan extrema que la Delegación de Gobierno planteó incluso la evacuación de la cuarta ciudad española en el caso de que se acabara este recurso. Algo similar ocurría en Málaga o Cádiz -que recibía barcos con agua desde Huelva- y también en la España verde, en Bilbao o Vitoria, donde en 1990 el agua no salía del grifo durante la mitad del día.

Fue la última vez que las grandes ciudades españolas se enfrentaron a cortes de agua drásticos, y este dramático recuerdo sirvió a muchas de ellas como lección para no volver a verse de nuevo ante el precipicio.

Ahora, de nuevo inmersos en una grave sequía, la peor en décadas, las restricciones han vuelto a decenas de pueblos en Cataluña o Andalucía. A medida que empeora la situación, las limitaciones han llegado a grandes ciudades como Málaga y acechan a Barcelona y su área metropolitana, donde viven más de tres millones de personas. Allí ya se han planteado medidas de urgencia como la de traer agua en barcos

"Llenábamos la bañera y cogíamos cubos, era un desastre"

"Llenábamos la bañera cuando salía agua y de ahí la cogíamos con cubos", rememora Marcos. Este sevillano estudiaba en la universidad en el 95, el año en el que la capital hispalense sufrió sus peores restricciones. "Cortaban el agua a las 22:00, con que si me retrasaba un poco al volver de la biblioteca ya no me podía duchar", explica, y recuerda que el agua que almacenaban en casa tenía varios usos, según se fuera ensuciando, para lavarse, para lavar los platos o para el WC. "Era un desastre para una familia de cinco", recuerda. Aquellos hechos le marcaron hasta el punto que decidió especializarse en la gestión del agua dentro de la ingeniería que estudiaba.

El problema se agravaba porque, cuando salía agua del grifo, era "horrorosa", según Eduardo, quien también vivió aquella sequía. Se debía a que, ante la escasez de los pantanos, que estaban alrededor del 7% de su capacidad, se recurrió a una toma de agua directa del río Guadalquivir, que luego se depuraba. 

"Pero por mucha depuración que tuviese, el agua sabía y tenía olor", recuerda este ahora jubilado. Para remediarlo, "todo era a base de comprar agua mineral, que además empezó a subir de precio por la especulación". Eduardo también recuerda la sequía del 81, cuando llegaron a cambiar los horarios de los colegios para que los niños se pudieran duchar, al llegar a las 17 horas de cortes de agua. En la de los 90, otra medida desesperada fue la de remolcar un iceberg por el Guadalquivir, opción rápidamente descartada.

Los cortes en Bilbao, "inconcebibles" incluso con una sequía similar

La sequía no solo se cebó con el sur, sino que pocos años antes azotó con fuerza al País Vasco, un territorio lluvioso y poco habituado a la escasez de agua. Sin lluvias en condiciones durante años, el Gran Bilbao y Vitoria llegaron a cortar el agua 12 horas al día en 1990. Llegar a esto "significa el fracaso absoluto de un servicio público", asegura José María Sanz de Galdeano, actualmente director de Planificación y Obras de la Agencia Vasca del Agua (URA).

Sanz de Galdeano acababa de empezar a trabajar en el ente hídrico vasco cuando la escasez alcanzó sus cotas más altas y afectaba a toda la comunidad. Hoy, algo así sería "inconcebible" incluso con bajos niveles de lluvias como los de entonces. Un factor importante entre el panorama de los 90 y el actual es el cambio en la gestión de los embalses.

Entonces, los dos pantanos que abastecen a la mitad de la población de Euskadi, el de Ulibarri y el de Urranaga, rondaban el 1% de su capacidad, lo que se explica, además de por la escasez, porque "no existían las normas de explotación que existen ahora", según este directivo de URA. La empresa que gestionaba la producción hidroeléctrica, actualmente Iberdrola, "no tenía límites", y podía vaciarlo para generar electricidad. "Era casi una barra libre", señala. A partir de la sequía, las administraciones impusieron que el abastecimiento urbano es la prioridad absoluta.

Una sequía "peor" que la de los 90, pero "vamos a sufrir menos"

La sequía de los 90 duró cuatro años en el sur, mientras que la actual ya va casi por los cinco años y medio. "La diferencia está en que, aunque esta es peor que la anterior, vamos a sufrir menos", explica Manuel Romero, consejero delegado de Emasesa, la empresa municipal de aguas de Sevilla y su área metropolitana. 

Esto se debe, esencialmente, a que "a raíz de aquella sequía" se construyó un gran embalse, el de Melonares. Supone el sexto pantano para dar de beber a la ciudad, lo que "da una garantía no solo en cantidad sino en calidad al abastecimiento" de la capital andaluza, apunta Romero. Sin ese embalse, Sevilla estaría en emergencia desde hace más de dos años, añade. Además, como en el País Vasco, la nueva legislación prioriza además el uso humano en situaciones de emergencia frente, en este caso, al agrario, el principal en la cuenca del Guadalquivir.

Pero también ha sido clave desde entonces la reducción del consumo doméstico, que en Sevilla ha pasado de 140 a 105 litros por habitante y día entre 2000 y 2023, y se ha puesto el ambicioso objetivo de alcanzar los 90 litros. El consumo total de la ciudad ha bajado un 30%, mientras que en Bilbao la caída es del 40% y en Vitoria-Gasteiz del 50% incluso aumentando la población de la ciudad. Por poner los datos en contexto, en Barcelona las restricciones limitan el consumo a 200 litros al día, y pueden bajar hasta los 160 si sigue sin llover.

Lucha contra las fugas y ciudadanos concienciados

¿Cómo se ha logrado este cambio en la gestión? Por parte de la administración, con unas mejoras tecnológicas "importantes" en los sistemas de abastecimiento y una "lucha continua contra las fugas de agua", en la que recurren también a la Inteligencia Artificial. Mientras, por parte de los ciudadanos, con "una mejor educación y hábitos", según Pedro Barreiro, gerente del Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia, ente que abastece a 1,1 millones de personas, casi la totalidad de la población de la provincia.

"Tenemos a un ciudadano concienciado, por las campañas que hemos hecho y sobre todo porque recuerdan perfectamente esa sequía", coincide Romero.

En Sevilla se llegó a crear en los 90 una "policía del agua" que revisaba con métodos electroacústicos si había fugas en las tuberías. Ahora, esta policía pasará a ser digital, ya que Emasesa ha empezado a implantar contadores inteligentes que detectan el consumo a cada hora, datos que manejará la Inteligencia Artificial. El objetivo es conseguir una eficiencia del 20%, lo que equivale a un "pequeño pantano", según el consejero delegado de la empresa.

Rogativa a la Virgen y a Jesucristo para pedir que llueva en en Bilbao en 1990

Rogativa a la Virgen y a Jesucristo para pedir que llueva en en Bilbao en 1990

Nuevas infraestructuras y fuentes del recurso

Otro facto de mejora es la introducción de electrodomésticos con menor consumo de agua, como lavadoras o lavavajillas. También la industria ha puesto de su parte y es ahora "mucho más ahorradora que entonces", resalta Barreiro. 

La sequía del 1990 "fue un punto de inflexión". El ente que gestiona el agua de casi un centenar de municipios en toda la provincia de Bizkaia llevó a cabo inversiones de 8.000 millones de pesetas de entonces, unos 48 millones de euros. En Sevilla las inversiones fueron de 540 millones de euros en políticas de eficiencia desde el 2000 y de 128 millones solo en la construcción de Melonares, según los datos de Emasesa.

Algunas de las infraestructuras están diseñadas con la aparente paradoja de "no ponerlas en funcionamiento" salvo que sea estrictamente necesario, como bombeos de agua en ríos como el Nervión o el Ibaizábal. Desde que se construyeron, no han llegado a activarse porque todavía no se ha llegado a una situación tan extrema. Gracias a todas estas mejoras, a día de hoy, incluso con falta de lluvias parecida a la de hace 40 años, "no habría ninguna afección y casi ni nos enteraríamos", según Barreiro.

Los planes de sequía, fin a la "barra libre"

Desde los años 90 se ha creado otro instrumento fundamental para luchar contra la escasez: los planes de sequía. Estos instrumentos normativos, en vigor desde principios del siglo XXI en cada cuenca hidrográfica, establecen restricciones al uso del agua cuando se superan ciertos umbrales y priorizan para qué se usa el agua. Es la herramienta mediante la cual Cataluña acaba de activar la fase más alta de emergencia para el 80% de su población, que ya supone restricciones al consumo de agua en agricultura, industria y hogares, o Sevilla una fase previa, que prohíbe el llenado de piscinas o el riego de jardines con agua potable. 

En el 1995, la televisión llevaba una cuenta atrás con los días que quedaban de agua para Sevilla -el peor momento fue cuando solo quedaba agua para tres meses-. Todavía no se ha llegado a ese extremo, pero desde Emasesa advierten de un factor que no existía entonces con tanta fuerza: "La incertidumbre del cambio climático". Aún no se sabe cuándo lloverá y el calentamiento global hace que los periodos de escasez sean más intensos frecuentes. Ciudadanos y gestores contienen miran mientras, con cada vez mayor nerviosismo, al cielo, esperando una lluvia que se resiste a caer.