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Entrevista

Pedro Arrojo, relator de la ONU: "Lo que se está haciendo con la población de Gaza roza ya el peligro de genocidio"

  • El experto español considera un "crimen de guerra" y de "lesa humanidad" el corte de suministro de agua y electricidad
  • El agua que bebía la población de Gaza no era potable en un 95% ya antes de la guerra, pero esta ha empeorado el suministro

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Pedro Arrojo, relator especial de la ONU sobre el derecho al agua y al saneamiento
Pedro Arrojo, relator especial de la ONU sobre el derecho al agua y al saneamiento

A medida que se alarga el "asedio" anunciado por Israel sobre Gaza en represalia por los ataques de Hamás el 7 de octubre, con un corte al suministro de agua y a la electricidad que bombea este bien esencial, la "catástrofe humanitaria" se agrava para los más de dos millones de habitantes de la Franja, hasta el punto que este bloqueo se podría considerar un crimen de guerra e incluso apunta a una amenaza de "genocidio". Así lo cree el relator especial de Naciones Unidas sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento, el español Pedro Arrojo, quien pide que un acuerdo para permitir el acceso al agua sirva como "un primer paso de buena voluntad para dialogar".

Arrojo, doctor en Física y profesor de la Universidad de Zaragoza, es uno de los firmantes de un reciente comunicado junto a otros expertos independientes de la ONU sobre derechos humanos en el que se pide parar estos "crímenes contra la humanidad". Atiende a RTVE.es en Madrid aprovechando su participación en un seminario sobre la paz ambiental organizado por la Asociación Española de Investigación para la Paz (AIPAZ).

PREGUNTA: ¿Cómo es actualmente la situación en el acceso al agua y al saneamiento en Gaza?

RESPUESTA: Gaza lleva más de 15 años sin agua potable y, por tanto, se están incumpliendo los derechos humanos al agua potable y al saneamiento para casi dos millones y medio de personas. Solo tiene acceso al acuífero costero, que tiene una realimentación natural de 60 hectómetros cúbicos, y del que se extraen anualmente unos 200 al año, es decir, más de tres veces más de lo que sería sostenible. Por tanto, entra el agua del mar, hay una salinización masiva, y el agua es salobre, no potable.

Se están incumpliendo los derechos humanos al agua potable y al saneamiento para casi dos millones y medio de personas

Por otro lado, está el pésimo saneamiento de los retornos de las aguas cloacales. Cada vez que hay conflicto, las instalaciones de saneamiento son bombardeados y destruidas, con lo cual se produce una contaminación también biológica. En definitiva, se estima que el 95% del agua disponible durante estos 17 años de bloqueo para la población de Gaza es agua no potable, una transgresión de los derechos humanos que es atribuible a la potencia ocupante.

Israel no permite transitar los elementos básicos que se necesitan para garantizar el agua potable y tampoco permite que entre agua de los territorios palestinos ocupados. Tan solo permitían que la empresa pública de agua de Israel, Mekorot, vendiera diez hectómetros cúbicos de agua, un 5% del agua que necesita la Franja. Ahora ya no hay entrada de ese poco de agua de mayor calidad, pero sobre todo se ha cortado la electricidad, y la red de abastecimiento, que dependía de la única planta que tienen de producción eléctrica, ha colapsado. Además, está siendo bombardeada esta red y las instalaciones que había financiado la Unión Europea.

La gente está en peligro de muerte directa por falta de agua

La gente está en peligro de muerte directa por falta de agua. Es una cuestión de vida o muerte, y en la medida en que se atenta contra un elemento tan básico de la vida, se atenta contra los artículos siete y ocho del Estatuto de Roma, que delimitan los crímenes de lesa humanidad, tal y como hemos dicho los relatores en una declaración pública. Lo que se están produciendo son crímenes de guerra, más allá de la brutalidad de los crímenes y atentados de Hamás, que obviamente condenamos. Pero estos crímenes y el derecho a defenderse de Israel no justifican lo que se está haciendo con la población de Gaza, que roza ya al peligro de genocidio.

P: Entonces, ¿lo que está haciendo Israel, cortando la energía y el agua para población en Gaza, se puede considerar un crimen de guerra?

R: Sí, clarísimamente. Lo hemos manifestado públicamente los relatores de Naciones Unidas, tanto de vivienda como de agua, salud, alimentación, etc. El artículo siete del Estatuto de Roma indica que es un delito de exterminio, un delito de lesa humanidad contra la población civil y por tanto, realizar esa acción en un contexto de guerra es un crimen de guerra.

P: ¿Qué problemas de salud puede ocasionar a la población el hecho de beber tantos años agua no potable?

R: Es una catástrofe sanitaria que, como siempre, afecta fundamentalmente a los organismos humanos más vulnerables, que son los niños. No tengo los datos estadísticos de salud ahora, pero es una catástrofe humanitaria. Imaginemos que en nuestras casas, nuestros hijos y nosotros mismos tengamos que beber agua en esas condiciones o, en última instancia, conseguir agua embotellada carísima. La situación, por infecciones intestinales y por la degradación de la salud que genera beber agua con altos niveles de salinidad, se puede caracterizar perfectamente, como hace el relator de salud, de catástrofe humanitaria antes de la guerra. Ahora es amenaza de genocidio.

Es una catástrofe sanitaria que, como siempre, afecta fundamentalmente a los niños

P: ¿El agua se utiliza como arma en los conflictos bélicos?

R: Desgraciadamente sí. Está ocurriendo entre Israel y Palestina dentro de una estrategia bélica por parte de Israel, pero lo ha venido siendo -y lo ha venido denunciando Naciones Unidas- en toda la zona ocupada, donde el agua queda vetada a los palestinos y es un elemento militar. Quien administra el agua es el Ejército, no una confederación hidrográfica civil.

Está pasando en Siria también, y yo he dirigido cartas a Turquía y a Siria rogando que se deje de usar el agua como herramienta de guerra. Han abusado unos y otros y actualmente lo hacen en la zona del nordeste del Kurdistán, que está bajo control de las milicias kurdas. Cientos de miles de personas ven colapsada el agua de la estación de bombeo de Aluk, que está en territorio ocupado por las milicias turcas. Están castigando a la población civil kurda del lado iraquí con el agua como arma de guerra. Es un crimen de guerra y es un crimen de lesa humanidad.

R: La región de Oriente Medio, donde se ubican Israel y Palestina, está además muy afectada por el cambio climático y por la escasez de agua. ¿Cómo puede influir esto en el conflicto actual?

R: La escasez de agua también se construye. La cantidad de agua es limitada, pero en este caso el problema es la prioridad. Claro que hay agua en los acuíferos de Cisjordania, más que suficiente para dar derecho al agua a los israelíes y a los palestinos, el problema es que se prioriza, y más con una estrategia bélica, llevar agua al desierto del Néguev para cultivar algodón de exportación por encima del derecho de los palestinos a tener agua potable.

Se prioriza llevar agua al desierto del Neguev para cultivar algodón de exportación por encima del derecho de los palestinos a tener agua potable

P: Más allá de Gaza, ¿cómo se gestiona el agua en Cisjordania, el otro territorio palestino, también es Israel quien gestiona los acuíferos y limita quién puede acceder​ a este recurso?

R: Absolutamente. Los palestinos tienen prohibido hacer un pozo y tienen prohibido acercarse y tomar agua del río Jordán, que además está seco porque desde su origen nace el Acueducto Nacional de Israel para llevar agua por todos los territorios hasta llegar al desierto de Néguev. Quien controla el agua en todo Israel y en los territorios ocupados es el Ejército, y lo hace desde una lógica de primacía bélica.

Los palestinos tienen prohibido hacer un pozo y tienen prohibido acercarse y tomar agua del río Jordán

P: ¿Qué se debería de hacer para solucionar el problema del agua en Gaza?

R: Lo primero, desbloquear la energía, permitir no simplemente camiones, sino un abastecimiento presurizado en la cantidad necesaria se pueda activar la red. Esta red habrá que repararla en muchísimos sitios. Tiene que haber capacidad también para introducir agua de calidad externa y no a través de un camión que estará en un rincón y que atenderá a 2000 personas, no a dos millones y medio.

Está en manos de Israel y de la comunidad internacional, que tiene capacidad de presión para que el agua sirva como un primer paso de buena voluntad para dialogar. Dialogar no significa justificar los crímenes de Hamás, de unos o de otros. Significa dialogar. Significa que cualquier solución al problema que llevamos décadas de violencia no se hará con más violencia.

La pretendida venganza no da más seguridad a Israel ni resuelve las injusticias que afectan al pueblo palestino

Eso ya lo sabemos, lo hemos comprobado empíricamente, ya sabemos a dónde conduce. La pretendida venganza no da más seguridad a Israel ni resuelve las injusticias que afectan al pueblo palestino. Entonces hay que cambiar. Hay que pasar de esa fase de la venganza, del odio y la violencia a un alto el fuego, y que el derecho humano al agua sea un primer paso en la línea de una negociación que afronte la complejidad de esos problemas.