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'La edad dichosa': la infancia retratada por Sorolla desde la maternidad, el juego y las clases humildes

  • Una exposición del Museo Sorolla de Madrid que indaga sobre la infancia de la época mediante sus pinturas
  • Formada por 44 cuadros, divididos en tres secciones: el centro de la familia, el mundo de los niños y la otra infancia

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'La edad dichosa', la exposición de pinturas de Sorolla sobre la infancia

"El mar, el sol, el niño. He aquí los tres elementos primordiales de su concepto pictórico", con esta cita de Silvio Lago comienza La edad dichosa. Esta exposición sobre la infancia en la pintura de Sorolla, organizada por el Museo Sorolla y por la fundación del mismo, abre sus puertas el 1 de febrero en el Museo Sorolla de Madrid.

La infancia siempre ha tenido una especial relevancia en sus pinturas. Por lo que desde el Museo Sorolla se ha realizado una investigación comisariada por las conservadoras del museo, Sonia Martínez Requena y Covadonga Pitarch Angulo, sobre su pintura en relación con la infancia de la época.

"Hasta este momento no se había hecho un estudio en profundidad de la imagen de la infancia en la pintura de Joaquín Sorolla", señala a RTVE.es Covadonga Pitarch, comisaria de la exposición.

Una muestra formada por 44 piezas, de las cuales 25 provienen sobre todo de colecciones particulares y de otras instituciones. Estos cuadros se dividen en tres ámbitos: el centro de la familia, el mundo de los niños y la otra infancia.

Maternidad, familia y burguesía

En la primera parte de la exposición, titulada El centro de la familia, Joaquín Sorolla retrata el nuevo concepto de maternidad que fue imponiéndose a lo largo del siglo XIX. Un término referido a "la madre devota que cría a sus hijos, que los amamanta, que los cuida cuando están enfermos y que los educa", explica Pitarch.

Uno de los cuadros más importantes de la exposición y que ejemplifican esta nueva figura de la mujer es Madre. Una pintura que transmite "los sentimientos del nacimiento de un nuevo hijo, del cansancio tras el alumbramiento y de la felicidad de tener a la familia al completo", indica comisaria. Además, de este cuadro destaca su monocromía de color blanco, de la que Pitarch define como "una verdadera sinfonía de blancos".

El columpio, 1894

El columpio, 1894 J. Sorolla

Aunque Sorolla no solo se centra en la crianza, sino que también retrata a "esas mujeres trabajadoras en las playas de Valencia", indica Pitarch. Asimismo se hace visible otro tipo de crianza como es el de las mujeres que cuidaban de otros niños. El Columpio representa esta temática, "no se veía desde la exposición que se hizo en el año 1963. Así que es una oportunidad única", comenta la comisaria.

"Hay un interés por conformar galerías familiares y las familias pudientes encargan también retratos de sus descendientes"

En esta sección también se expone la aristocracia y la burguesía, ya que desde estas élites "hay un interés por conformar galerías familiares y las familias pudientes encargan también retratos de sus descendientes". Estas pinturas poco conocidas suponen un 10% de los retratos que Sorolla realizó a lo largo de su carrera sobre los niños.

El mundo interior de los niños: la educación y el juego

Desde finales del siglo XVIII mediante las teorías de la Ilustración y especialmente con Jean-Jacques Rousseau, comienza a imponerse la idea que los niños debían ser niños y disfrutar así de su infancia.

Elenita en su pupitre, 1898

Elenita en su pupitre, 1898 J. Sorolla

Sorolla muestra esos dos ámbitos, el juego y el estudio, a través de cuadros como Elenita en su pupitre o Saltando a la comba. Además, la familia Sorolla se preocupó mucho por la educación de sus hijos. Puesto que estudiaron "en un colegio mixto, laico, con actividades extraescolares y con juegos", destaca Sonia Martínez, comisaria de la exposición.

Esta importancia por la educación también queda demostrada en algunos de los retratos del pintor a sus hijos. Entre ellos destaca uno a su hijo Joaquín que pinta en un caballete. Un cuadro que queda exhibido en ese mismo soporte. "Lo hemos expuesto así porque nos parecía un juego muy bonito ver y exponer cómo estaba trabajando el niño", explica Martínez.

La alegría del agua

Ese pensamiento sobre la educación de Sorolla, defensor de la institución libre de enseñanza, guarda relación con esta segunda parte de El mundo de los niños, en la que retrata la infancia a través de la naturaleza.

Para la formación de los niños, el pintor apoyaba la necesidad de hacer excursiones y estar en contacto con la naturaleza. "Hemos reunido una serie de cuadros que muestran esa complicidad con la naturaleza, esos niños saludables y felices, que en el fondo representan esa época tan agradable para todos", indica Martínez.

A estos niños Sorolla los denominaba como "la alegría del agua". Una muestra equilibrada de distintas épocas del año, que queda reflejada con el sol del invierno en Niñas en la playa, y con los típicos cuadros de verano como La hora del baño.

La hora del baño, 1904

La hora del baño, 1904 J. Sorolla

La otra infancia: la cara B de la felicidad

El final de la muestra está reservado a los niños que pertenecen a las clases sociales más humildes y que quedan lejos de aquellos retratos de los hijos de familias burguesas acomodadas. Sorolla plasmaba en sus cuadros lo que veía, "no lo hace con la voluntad de realizar una crítica social, simplemente desde el punto de vista del naturalismo", señala Sonia Martínez.

En la mayoría de esta muestra, los niños no pueden estudiar o jugar porque trabajan para contribuir al sustento familiar. Y aunque pueda parecer que algunas tareas son llevaderas, "realmente son niños que están haciendo un esfuerzo físico", destaca Martínez.

"No son niños felices, pero sí que les lleva también a su elemento favorito, el agua"

En los cuadros anteriores se encuentran niños llenos de vitalidad y salud, y aquí queda reflejado lo contrario, la enfermedad y la muerte. Como es el caso de Triste herencia, en el que el pintor retrata a niños con problemas de movilidad. "No son niños felices, pero sí que les lleva también a su elemento favorito, el agua, aunque en este cuadro tiene un color mucho más amenazante", explica la comisaria.

Cabeza de niño sobre el lecho, 1883

Cabeza de niño sobre el lecho, 1883 J. Sorolla

Por último, esa maternidad que gozaba de alegría por la llegada de los hijos en la primera parte de la exposición tiene aquí su antítesis con la pérdida de los mismos. A finales del siglo XIX la mortalidad infantil tenía ratios todavía muy altos.

Cabeza de niño en el lecho refleja la muerte del hijo de Juan Peyró Urrea, pintor valenciano con el que Sorolla coincidió en su juventud. "Todavía no hemos podido saber si lo trata directamente natural o si más bien se hace ayudar de alguna fotografía post mortem". Puesto que en esta época también eran muy comunes los retratos póstumos.