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Coronavirus

Mezcla de edades, clases fuera del aula y refuerzos que no llegan: la "frustración" de los profes en la vuelta al cole

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Una docente de un colegio de Valencia se saluda con una alumna.
Una docente de un colegio de Valencia se saluda con una alumna.

Aseguran que el inicio del curso está siendo “duro” por la presión que sufren, pero saber que sus alumnos han vuelto a las aulas con alegría y “concienciados” les da fuerzas para seguir reinventándose día a día en la lucha contra el COVID-19. Eso es lo que remarcan a RTVE.es varios docentes que trabajan en alguna de las comunidades donde ya se han retomado las clases y que explican cómo están viviendo estos primeros días.

La realidad que describen depende sobre todo de la situación específica de cada centro, aunque coinciden en señalar que la comunidad educativa ha volcado todos sus esfuerzos y que, si en algunos casos no se cumplen los protocolos, es únicamente porque faltan medios.

Esto último es lo que lamenta Marina, una profesora de Primaria de un colegio público de la Comunidad de Madrid en el que hay "menos protección y seguridad de la que debería".

Mezcla de edades y distancias que no se pueden mantener

"Nos están poniendo a los docentes en una situación muy complicada porque no podemos mantener las medidas mínimas. Es verdad que cada colegio tiene unas circunstancias concretas respecto a los espacios físicos, pero hay casos en los que no puedes atender y en los que reducir las ratios es imposible", explica.

Ella asegura que los centros están haciendo todo lo posible para salvar la situación, pero recalca que los problemas llegan desde la Administración. Los refuerzos prometidos no se materializan y tampoco hay espacio físico para impartir clase manteniendo las distancias, así que en muchos colegios tienen que buscar alternativas.

"Nosotros estamos usando otros lugares, como la sala de usos múltiples, que antes estaba dedicada a la psicomotricidad, o el aula de música, que ahora es un aula normal", detalla Marina.

También se han visto obligados a crear grupos mixtos de los que forman parte niños de distintas edades, algo que no gusta en absoluto a las familias, dice.

Se nos informa tarde y mal

"Los padres lo llevan fatal porque temen que se retrase el nivel que hay en el aula. Hemos tenido que juntar la edad de 4 y 5 años y hacer un grupito con los de 3, pero eso, a día de hoy. Ayer nos dijeron que tendríamos que juntar a los de 3, 4 y 5 años. Se nos informa tarde y mal", critica la docente, que, como otros profesionales consultados, siente una gran "frustración" por ver que su centro carece de la inversión necesaria.

Ni siquiera se han incorporado todos los profesores que esperan, dice, a pesar de que el martes iniciaron las clases en Madrid más de 400.000 alumnos de Infantil, Educación especial y Primaria, seguidos de otros 243.000 alumnos de 3º y 4º de la ESO y Bachillerato que han llegado este miércoles.

Esos alumnos se unen a los 94.758 niños del primer ciclo de Infantil que iniciaron el curso escolar el pasado viernes y a quienes también lo han hecho ya en Navarra, Cantabria, La Rioja, País Vasco, Valencia y Aragón.

Sensación "agridulce" también en otras comunidades

Desde esta última comunidad, otra profesora explica cómo vivió el que para ella fue su primer día de clase en este curso.

La sensación es agridulce. Está siendo duro, pero vemos a los niños muy ilusionados y con muchas ganas. La verdad es que nos están sorprendiendo porque llevan las normas muy interiorizadas”, dice Isabel, una maestra de Infantil que recibió a sus alumnos este lunes en el colegio concertado de Zaragoza en el que trabaja y que explica lo complicado que ha sido preparar el centro educativo para la llegada de los niños con los recursos existentes.

Los alumnos más pequeños, los de Infantil de tres años, son quienes primero se han sentado en los pupitres y, en los próximos días, irán llegando el resto de cursos de manera escalonada.

Las entradas las hemos organizado por letras. Los grupos ‘A’ entran a las 08:55, los ‘B’ a las 09:00 y los C a las 09:05”, explica la maestra, que asegura que, de momento, se están siguiendo las normas de forma tajante, desde las mascarillas hasta la toma de temperatura y las distancias de seguridad.

El esfuerzo diario para reducir riesgos

Lo único que no han podido evitar por completo son las aglomeraciones de padres a la entrada y la salida, ya que ahora no pueden acompañar a los niños al interior del edificio y tienden a esperar en el exterior durante unos minutos. En todo caso, la docente destaca que la colaboración de las familias es total.

“Ayer también nos dedicamos a poner cartelería y señales por el sueño y a la entrada y salida. También hemos puesto ‘huellitas’ para que los de infantil sepan por dónde pueden pasar”, cuenta Isabel, que ha cambiado su tradicional bata por el nuevo atuendo: pantalla, mascarilla y traje de enfermera. Esto último se ha decidido desde el centro para facilitar la limpieza diaria.

Entre todas las medidas de prevención frente al COVID-19 quizá la más incómoda para los docentes sea la de usar mascarilla durante toda la jornada porque, como explica Rosa, una maestra de Primaria que imparte clases en un colegio de Madrid, les obliga a forzar aún más la voz.

“Nos va a pasar factura porque ahora las distancias en clase son mayores y es difícil proyectar la voz y pronunciar con la mascarilla. Los profesores de idiomas, por ejemplo, lo están sufriendo mucho. Además, como ahora tenemos las puertas abiertas para que ventile, a veces se escuchan ruidos o la voz de quienes están en otras aulas”, apunta Rosa, que trabaja en un colegio privado en el que, admite, hay más recursos que en los públicos.

Aun así, ella, al igual que Isabel, tiene sentimientos “contrapuestos”: “La verdad es que el viernes un día muy duro porque para nosotros la seguridad de los niños está por encima de todo. Es como una noria de emociones porque es muy bonito ver el cole semilleno y sentir la alegría con la que han vuelto”, explica esta profesional de la enseñanza que, como el resto, hace todo lo posible para que la intranquilidad e incertidumbre que sienten no recale en los alumnos.

Tienen que ajustar sus propias normas en función de la experiencia

Se trata, dice, de ir construyendo nuevas formas de estar en los centros y de “reinventarse” a cada momento a través de juegos o actividades. Sobre todo, teniendo en cuenta que los patios ya no ofrecen la misma libertad de movimiento que antes para los recreos porque los niños solo pueden interactuar con los compañeros que formen parte de su mismo grupo.

“Del viernes a este martes por la mañana nos vemos mucho más satisfechos y sentimos que todo empieza a encajar, aunque haya todavía piezas que se tienen que trabajar”, comenta Rosa.

Se refiere a que muchos de los protocolos que los equipos directivos tenían previstos tienen que ir modificándose en función de la experiencia. Por ejemplo, en el último día han tenido que ajustar los periodos de tiempo que pasan entre que unos grupos de alumnos salen del comedor y entran los siguientes para que se respeten las distancias de seguridad y haya tiempo suficiente para desinfectar los espacios.

“Todo esto da más tranquilidad a las familias. Cuando se dice que los niños están más seguros en el colegio que en otras partes, yo creo que es verdad”, agrega esta maestra que intenta “hacerle a los niños lo más bonita posible la vuelta” y pide a las familias “confiar” en la comunidad educativa.

Diferentes percepciones, en función de la realidad del centro

En esto último también se detiene Shamira, una psicóloga infantil que trabaja en un colegio de Fuenlabrada (Madrid) en el que ya acuden a clase los alumnos de Infantil y parte de los de Primaria. De momento, se están respetando muy bien los horarios y el circuito que han creado para los más pequeños, que incluye una parada para desinfectar los zapatos y lavarse las manos.

“Ahora mismo estamos en el recreo y, dentro de lo rara que es la situación, de que no pueden corretear por el patio, están bastante bien, con su mascarilla y cada uno con una riñonera o mochila en la que llevan su gel. Ya incluso se ven juegos creativos. Como no pueden correr, hacen coreografías y se adaptan al espacio que tienen”, dice la psicóloga, quien indica que, por ahora, no han tenido “ningún imprevisto importante”.

Tampoco ha habido alumnos ni profesores que hayan tenido síntomas o fiebre y, en caso de que ocurra, cuentan con un equipo Covid en el centro, algo que también menciona el resto de profesionales consultados.

“Hoy la verdad es que no ha habido mucho problema. Con el paso del tiempo pueden surgir ciertas dificultades, como que los niños se olviden de las normas, pero, a priori, el primer día todo ha salido bien, a pesar del miedo que todos teníamos”, agrega Shamira.

Todavía tengo la sensación de que no vamos a pasar de una semana

Isabel y Rosa coinciden con ella en este punto, aunque la maestra aragonesa se muestra menos optimista que el resto y resopla cuando se le pregunta cómo ve la situación a corto plazo.

"Yo soy pesimista, la verdad. No por el colegio, porque en el colegio se están haciendo las cosas bien. El problema es cuando los niños dejan el centro escolar. Me da miedo lo que pase fuera del centro porque con tres positivos ya se considera brote. Todavía tengo la sensación de que no vamos a pasar de una semana", lamenta esta maestra.

En centros con menos alumnos el protocolo se cumple "a rajatabla"

Borja, otro profesor de Primaria que empezó este lunes las clases en un colegio de Orihuela (Alicante) relata una experiencia similar a las anteriores, pero tiene más motivos, explica, para ser positivo. A diferencia de lo que ocurre en los centros educativos en los que trabajan Isabel y Shamira, el número de alumnos de la escuela en la que él trabaja es bastante reducido. De hecho, decidieron que entrasen todos los cursos a la vez este lunes, en lugar de optar por un arranque escalonado.

“Hay 120 alumnos, con una media de 16 por clase. La ratio es muy bajita y, aunque mi clase es de las más numerosas, hay otras clases con solo 10 alumnos, así que no tenemos problemas de masificación”, apunta Borja.

No obstante, los docentes de ese centro llegaron a las aulas “con mucha incertidumbre” y pidieron a los padres que se comprometieran a ser puntuales para que la entrada pudiera ser fluida.

“Fue sorprendente ver cómo todo el mundo está cumpliendo los protocolos a rajatabla desde el primer día”, recalca Borja, que recibió con gran entusiasmo a sus alumnos, con quienes no perdió el contacto “en ningún momento” durante el confinamiento.

No poder darnos abrazos ha sido un poquito raro, pero es cuestión de adaptarse

No poder darnos abrazos ha sido un poquito raro, pero es cuestión de adaptarse y, dentro de lo malo, esto es lo mejor”, precisa el maestro, que también forma parte del equipo directivo del centro, encargado de preparar un plan de contingencia que, como en el resto de casos, ha requerido de un esfuerzo colosal por parte de los profesionales.

Todo compensa, aseguran, cuando se trata de reducir al máximo el riesgo de contagio por coronavirus y, por tanto, evitar a toda costa un cierre no deseado.

“Hay que pensar en los niños y conseguirlo de una manera u otra. Yo también soy padre, tengo una niña de 4 años, y pienso también en ella. No me gustaría que dijeran: estos son la generación COVID. Y creo que está en la mano de los maestros hacer todo lo posible para evitarlo”, opina.