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Cambio climático

El deshielo en los ecosistemas de alta montaña acelera el cambio climático al liberar CO2 congelado a la atmósfera

  • La tundra alpina en la Cordillera Frontal, que forma parte de las Montañas Rocosas, emite más CO2 del que captura
  • Los bosques son considerados como "sumideros vitales de carbono", ya que retienen más del que producen

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Un paisaje de alta montaña en Colorado, Estados Unidos
Un paisaje de alta montaña en Colorado, Estados Unidos.

El deshielo del permafrost en los ecosistemas montañosos de gran altitud puede agravar el cambio climático al liberar dióxido de carbono (CO2) congelado a la atmósfera, según concluye un estudio de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos) y publicado en la revista Nature Communications.

Los investigadores examinaron la tundra alpina en la Cordillera Frontal, que forma parte de las Montañas Rocosas (Colorado), para concluir que emite más CO2 del que captura anualmente, lo que podría crear un circuito de retroalimentación que aumentaría el cambio climático y las emisiones futuras de carbono.

Un fenómeno similar existe en el Ártico, donde las investigaciones realizadas en las últimas décadas han demostrado que el derretimiento del permafrost está descubriendo suelos de tundra congelados durante mucho tiempo que liberan reservas de CO2 que habían estado enterradas durante siglos.

"Nos preguntamos si lo mismo podría estar sucediendo en el terreno alpino", apunta John Knowles, autor principal del nuevo estudio y exdoctorando en el Departamento de Geografía de la Universidad de Colorado en Boulder, quien añade: "Este estudio es una clara indicación de que ése es realmente el caso".

Los árboles y otra vegetación absorben el CO2 a través de la fotosíntesis

Los bosques se han considerado durante mucho tiempo como "sumideros vitales de carbono", ya que retienen más carbono del que producen y ayudan a mitigar los niveles globales de CO2.

Como parte del ciclo de carbono de la Tierra, los árboles y otra vegetación absorben el CO2 a través de la fotosíntesis, mientras que los microbios (que descomponen los nutrientes del suelo y el material orgánico) lo devuelven a la atmósfera a través de la respiración, al igual que los humanos liberan CO2 con cada respiración.

Sin embargo, la fusión del permafrost cambia esa ecuación. Como el suelo de tundra previamente congelado se descongela y se expone por primera vez en años, sus nutrientes están disponibles para el consumo de los microbios. A diferencia de las plantas, que permanecen inactivas en invierno, los organismos microscópicos pueden disfrutar todo el año si las condiciones ambientales son las adecuadas.

Para estudiar este efecto en condiciones alpinas, los investigadores midieron la transferencia de CO2 de superficie a aire durante siete años consecutivos (2008-2014) en el sitio de investigación ecológica Niwot Ridge, en Colorado. El equipo también recolectó muestras de CO2 del suelo y utilizó la datación por radiocarbono para calcular cuánto tiempo había estado formándose el carbono que después se liberó.

Las contribuciones netas de CO2 de la tundra alpina son pequeñas

El estudio muestra que los paisajes de tundra barridos por el viento a más de 3.350 metros emitían más CO2 del que capturaban cada año y que una fracción de ese dióxido de carbono era relativamente antigua durante el invierno, lo que supone el primer descubrimiento de este tipo de este tipo en latitudes templadas.

Los hallazgos sugieren una actividad microbiana durante todo el año mayor a la esperada, incluso en ausencia de una capa de nieve aislante profunda.

"Los microbios necesitan que no estén demasiado fríos ni demasiado secos, necesitan agua líquida", apunta Knowles, que añade: "La sorpresa es que mostramos que la actividad microbiana del invierno persiste en las áreas de permafrost que no acumulan mucha nieve aislante debido al viento que la despoja".

Si bien las contribuciones netas de CO2 de la tundra alpina son pequeñas en comparación con la capacidad de secuestro de carbono de un bosque, pueden actuar como un contrapeso, lo que dificulta las reducciones de CO2 en la atmósfera de los ecosistemas de montaña en general.