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Las cartas inéditas de Buero Vallejo con Vicente Soto, un regalo para celebrar su centenario

  • La Colección Obra Fundamental publica Cartas boca arriba. Correspondencia (1954-2000)
  • El libro que recoge la amistad inédita y desconocida del dramaturgo con el olvidado escritor
  • Compiladas por Domingo Ródenas, recoge más de 200 cartas con el Buero más íntimo

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Antonio Buero Vallejo y Antonio Soto (en el centro).
Antonio Buero Vallejo y Antonio Soto (en el centro).

Coincidiendo con el centenario del nacimiento de Antonio Buero Vallejo (Guadalajara 1916-Madrid 2000), la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander publica Cartas boca arriba. Correspondencia (1954-2000), un libro que recoge la amistad inédita y desconocida del dramaturgo con el olvidado escritor Vicente Soto (Valencia 1919-Madrid 2011).

Compiladas por Domingo Ródenas, este libro recoge más de 200 cartas de la correspondencia mantenida durante casi medio siglo entre ambos autores, con un Vicente Soto exiliado, y que muestran la "personalidad más íntima" del autor de Historia de una escalera. "Un friso literario y sentimental de lo pequeño y lo grande que aborda lo íntimo, lo humano, la política e historia de nuestro país. Una crónica de excepción que desvela material inédito imprescindible para comprender los entresijos literarios de la segunda mitad del siglo XX, de la mano de dos observadores intramuros y extramuros de España", señalan desde la editora de la obra, presentada este martes en el Instituto Cervantes de Madrid.

La amistad entre ambos autores se fue fraguando durante los años cuarenta y se fue ensanchando y fortaleciendo en el medio siglo posterior hasta su interrupción con la muerte del dramaturgo en el año 2000.

Logros y decepciones e Historia de España

Domingo Ródenas, profesor de la Universidad Pompeu Fabra, Domingo Ródenas, tuvo que hacer un trabajo imprescindible de criba para dar a luz este epistolario que registra a los autores y las personas, lo familiar y profesional, "sus logros y decepciones, y con ellos el fluir del acontecer colectivo, la posguerra terrible, los ciclos del franquismo y la plomiza atmósfera cultural que engendró, el final biológico de la dictadura, las convulsiones de la Transición y la consolidación de la democracia, o el olvido", apuntan desde la Fundación Banco Santander.

A través de la intimidad de estas cartas se delinean dos carreras literarias distintas: la del dramaturgo consagrado en 1949 con Historia de una escalera, y la del otro narrador que ha de exiliarse a Londres, y al que el oficio de subsistir dificultó muchas veces la vocación de escritor, “ninguno de los dos amigos recorrió un camino de rosas, aunque hoy Buero figure inamoviblemente en la historia del mejor teatro español contemporáneo y Soto continúe en el purgatorio de quienes aguardan su restitución al lugar que le corresponde”. De hecho el King’s College celebrará en enero un homenaje al escritor valenciano, cuyo legado pasará a formar parte de este prestigioso colegio británico en un acto destinado a recuperar su memoria y su obra literaria.

“Es este un libro lleno de humanidad y literatura, de amistad y lecciones de vida en el que se dibuja casi medio siglo de nuestra historia”, apunta Francisco Javier Expósito Lorenzo, responsable de la Colección Obra Fundamental. “Era necesario sacar esta parte inédita de Buero que refleja su personalidad más íntima, y también hacer justicia a uno de nuestros escritores reciente más olvidados".

Historia de una amistad

Buero y Soto se conocieron en la tertulia del Café Lisboa de Madrid en 1946, donde se reunían artistas e intelectuales contrarios a la dictadura. Buero acababa de salir de la cárcel en libertad condicional, después de pasar casi siete años recluido como militante del Partido Comunista y de haberse librado milagrosamente de la condena a muerte que pesó sobre él durante ocho meses. Soto, por su parte, había llegado a Madrid desde su Valencia natal, de donde había tenido que marcharse debido al acoso al que lo sometían las autoridades franquistas por su pasado republicano y su oposición al nuevo régimen.

Desde su primer encuentro, en el que Buero y Soto establecieron una inmediata sintonía literaria, política y emocional, surgió una amistad entrañable que duró toda la vida y quedó reflejada a lo largo de medio siglo de correspondencia.

Pese a las circunstancias adversas, ambos iniciaron su carrera literaria a finales de los años cuarenta. Soto publicó en 1948 el libro de relatos Vidas humildes, cuentos humildes; Buero irrumpió en la escena nacional en 1949 al recibir el Premio Lope de Vega por Historia de una escalera que se estrenó en el Teatro Español de Madrid en octubre del mismo año con un éxito extraordinario. Curiosamente, aquel primer triunfo había unido ya a los dos, porque fue Vicente Soto quien mecanografió, al dictado de Buero —y quizá en diálogo creativo— el manuscrito de Historia de una escalera que se presentó al premio.

Desde entonces, las carreras literarias de ambos fueron desarrollándose con la complicidad del otro, compartiendo satisfacciones y reveses como si fueran propios, intercambiando opiniones y proyectos, en una conversación epistolar permanente y mutuamente enriquecedora que trascendió lo profesional hasta abarcar todos los aspectos del vivir cotidiano.

Un Buero Vallejo practicante de yoga

En estas cartas podemos encontrar a un Buero desconocido, alegre, vital, interesado en las filosofías orientales, practicante de yoga hasta el punto de dibujar asanas en algunas de las cartas, la ufología, y un pesimismo esperanzado casi de escribir “pugnando contra su pereza, padeciendo el texto desde su génesis…poseído en los primeros compases de cada obra por la inseguridad, y asediado por el desaliento”, afirma Ródenas.

Mientras, descubrimos a un Soto que nada tiene que ver con la imagen seria y reservada que se ofreció de él tras ganar el Premio Nadal en 1967 con La zancada, “un hombre sensible y vital, una mezcla perfecta de estoico y epicúreo que traduce su capacidad de resistencia y su hedonismo levantino en un estilo jugoso, lleno de ocurrencias chispeantes...un ingenio de vivencia cotidiana y habla oral”.

Sin duda son para Ródenas, “dos vidas que ilustran el vivir y sinvivir de la España de la segunda mitad del siglo XX…dos perdedores de la guerra que confiaron en que algún día volverían las luces democráticas”.

El epistolario arranca con la carta del 5 de diciembre de 1954, escrita a poco más de tres meses de la llegada de Soto a Londres, donde tuvo que exiliarse y residiría hasta su muerte. La última y estremecedora carta es del 30 de abril de 2000, un día después del fallecimiento de Buero. De las casi 400 cartas que conforman el epistolario inédito, se han seleccionado para su publicación 201 que trazan la trayectoria de un intenso y a ratos apasionado intercambio sobre el arte, la literatura, el devenir histórico y la vida, un diálogo entre dos de las mentes más lúcidas de las letras españolas del siglo XX. La precaución ante el aparato represivo del franquismo hizo que la incondicional oposición a la dictadura de ambos estuviera casi ausente en las cartas anteriores a 1975, aunque a menudo las omisiones son elocuentes y es fácil leer entrelíneas. No faltan, en cambio, menciones explícitas a acontecimientos internacionales como, por ejemplo, los asesinatos de John F. Kennedy en 1963 o Martin Luther King en 1968.

Las cartas se dividen en cinco apartados: "Distancias insalvables" (1954-1963), "Deshielos" (1964-1968), "Triunfos y desalientos" (1969-1975), "Zona de turbulencias" (1976-1985), "La vida fuera" (1986-2000).

Extractos de la obra

Algunos extractos de la obra muestran su rabiosa actualidad. Por ejemplo, decía Buero en 1968: “La TV transmite ahora el triunfo de Massiel en Londres. Mientras la masonería de la frivolidad envuelve así en ficticia dulzura al mundo de asesinos en que vivimos. Lutero King se pudre y todos nos pudrimos con él” o “escribir, crear, confiar, mientras suspiramos con melancolía porque el planeta nos desconoce y juega al fútbol”.

O esta otra de 1966 animando a Soto, “la vida es trágica pero es esperanzada. Y la esperanza no es una engañifa: es la culminación lúcida de lo trágico”. O esta de Soto, “en lo que nos parece liberación se esconde a menudo el comienzo de nuestra destrucción”, le dice en ese mismo año 1966. “Porque yo quiero a mis hijos de una manera intolerable, absorbente, absolutamente desquiciada; y cualquier cosa antes que separarme de ellos. Eso es todo”, le confiesa a Buero en 1965.

Buero cosechó un merecido reconocimiento por su fundamental aportación al teatro español del siglo XX que culminó con la concesión del Premio Cervantes en 1986. Afincado en Londres y lejos de las turbulencias de los corros literarios en su país natal, Soto, ganador de varios premios literarios, incluido el Nadal de 1967 por su novela La zancada, falleció en setiembre de 2011, sin dejar de escribir, prácticamente en el anonimato.