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Cuando hablamos de personas refugiadas, normalmente nos referimos a personas que han tenido que huir de su país por estar en situación de peligro por motivos políticos o por un conflicto bélico. Pero, a día de hoy, hay gente que está yéndose de su hogar porque la naturaleza los está expulsando y no hay leyes internacionales que los amparen. No se considera que el cambio climático sea un motivo para protegerlos.

En este capítulo de 'Esto Merece Una Explicación' hablamos con Czarina Musni, una abogada filipina especializada en derechos humanos que es una “víctima colateral” de esta problemática. No puede volver a su país porque es considerada una terrorista por desarrollar su trabajo con personas que se ven obligadas a migrar por el cambio climático. También hablamos con Beatriz Felipe, ambientóloga y doctora en derecho, con Andrés Góngora, de COAG, con Bruno García, alcalde de Cádiz, y con María Teresa Pedrosa, geóloga marina.

Un trabajo de Marta Plazuelo, con edición de Marta Vicedo.

Hay muchas razones para emigrar y el origen migratorio es fácilmente localizable en cualquier mapa. Sobre todo, en el de África. Ahora mismo, Sudán, en plena guerra civil, está sufriendo la peor crisis humanitaria del mundo. El país ya suma más de 10 millones de desplazados internos y 3 millones de sudaneses han huido del país. Sobre todo, al norte, a Egipto, pero también al vecino Chad, país al que viaja esta semana ‘Informe Semanal’. Allí, en el campo de refugiados de Metche se repiten los mismos mensajes, especialmente entre las mujeres: "siete hombres vinieron a mi casa. A mi marido, a tres de mis hijos y a una hija los mataron", cuenta Hawaa con dolor y a cara descubierta, con valentía.

Historias desgarradoras, lejos de casa, que solo encuentran consuelo en otro territorio, lejos de la violencia. Como la de Tagoug, que habla, por primera vez, de lo que ella ha sufrido. Necesita contarlo y el programa, dice, es "su oportunidad". "Los paramilitares sudaneses nos pararon. A los hombres los metieron en el río y les dispararon. A nosotras nos retuvieron y nos violaron", afirma.

En concreto, Metche, en medio del desierto, no da abasto. Acoge a más de 40.000 refugiados y hace ya meses que el Programa Mundial de Alimentos no reparte comida. El agua también es un bien escaso. Carmen Galindo, responsable de Médicos Sin Fronteras alerta de que "las lluvias van a empezar y, cuando llueve, los mosquitos se acumulan y puede haber más malaria". Los problemas se suman, la vida parece tener poca esperanza, solo un respiro.

No ocupa titulares, ni portadas de los periódicos pero la peor tragedia humanitaria que hay ahora en el mundo está en Sudán. Más de 13 millones de personas han tenido que huir de sus casas; la mayoría son mujeres que tratan de escapar de una guerra civil sangrienta que incluye la violencia sexual como arma de guerra. Es uno de los temas de esta noche en Informe Semanal.

FOTO: REUTERS/Zohra Bensemra/File Photo

En una entrevista para RTVE, Kayet Hamad, un gazatí que ha logrado llegar a Málaga con su mujer y sus tres hijos gracias a la ayuda de la sociedad civil y el Ministerio de Exteriores, ha relatado el horror vivido en la Franja, donde perdió a su hijo mayor en un bombardeo mientras intentaba llevar medicinas a un amigo.

Hamad ha contado cómo, para sobrevivir, llegó a cambiar de casa 17 veces y a comer pienso de animales mezclado con arena por la falta de alimentos. En Gaza, dice, "quien no muere de bombas, muere de hambre" y cada día es una lucha por la supervivencia. Relata cómo su familia se refugiaba durante los bombardeos en el baño o se encerraban juntos para morir todos a la vez si caía una bomba, evitando así el sufrimiento de ver morir a los suyos.

Emocionado, Hamad ha confesado sentirse decepcionado con la comunidad internacional y el doble rasero aplicado a la causa palestina en comparación con otras guerras como la de Ucrania. "Cuando se trata de Israel, el mundo calla", ha lamentado. Pese a haber logrado salir del infierno, asegura que su corazón "sigue en Gaza", donde "dos millones de personas están sufriendo de hambre".

La guerra civil en Sudán ha obligado a más de 800.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, a huir al país vecino de Chad, donde sobreviven en condiciones extremas en 21 campos de refugiados. En Metche, una pequeña zona cerca de la frontera con Sudán, apenas reciben 5 litros de agua al día, muy por debajo del mínimo vital.

La Unión Europea ha incrementado la ayuda para los desplazados sudaneses a 74,5 millones de euros, pero la salida de Estados Unidos como principal donante ha dejado un vacío crítico para este tipo de casos. La ONU ya ha advertido que los fondos para asistencia apenas cubren necesidades hasta octubre, y teme que la crisis desate un nuevo conflicto regional.

Foto: CAITLIN KELLY/AP

El aumento de conflictos a nivel global hacen crecer año tras año el número de desplazados. Uno de los ejemplos es el de Alma; llegó a España en 2022 porque su familia estaba perseguida por el régimen de Bukele.

En 2024, España recibió casi 170.000 peticiones de asilo: es el segundo país europeo que más recibe y la mayoría provienen de Latinoamérica. Sin embargo, nuestro país está a la cola en cuanto a concesiones. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) señala el colapso burocrático, los tiempos de espera y falta de medios. Por su parte, el Ministerio de Interior explica que trabajan para reforzar el sistema y que el bajo ratio de concesiones tiene que ver con que gran parte de los solicitantes en España lo son por motivos económicos.

IMAGEN: EFE/Gelmert Finol

Nunca hubo tantos refugiados, ni faltaron tantos recursos para atenderlos. La agencia de la ONU para los refugiados, o ACNUR, constata que hay 122 millones de personas desplazadas forzosamente en el mundo. Esto se debe a la multiplicidad de conflictos en todo el mundo, desde Sudán, a la República Democrática del Congo, pasando por Ucrania o Afganistán y Siria.

Hace 10 años, el número de personas desplazadas era la mitad, 64 millones de personas. Ahora, esa cifra ronda los 122 millones. En cambio, el presupuesto de ACNUR es prácticamente el mismo. A pesar de una percepción generalizada, la mayoría de los refugiados, de los desplazados forzosos, no están en países ricos, en Europa o en Estados Unidos, sino que se quedan en los países vecinos a los lugares en guerra de los que han huido.

Los recortes, destaca ACNUR, cuestan vidas. Y al contrario, la solidaridad y el apoyo público las salvan, pues permiten estabilizar a los refugiados y no empujarlos hacia rutas de huida cada vez más peligrosas.

Los siete muertos tras el naufragio de una patera en El Hierro siguen causando estragos en las personas que presenciaron ese momento: "Quizá sea por el cúmulo de cosas, la mochila de tantas pateras, calamidades y crisis humanitarias y sanitarias... Pero esta ha sido la gota que colmó el vaso. El peor día, profesionalmente, que hemos vivido muchos", indica el director médico del Hospital Insular Nuestra Señora de los Reyes, ubicado en el Hierro, Luis González. Un tragedia que dejó a seis fallecidos en las aguas y a uno tras ser rescatado. Vidas perdidas que, en estas situaciones, suelen producirse en alta mar, no en el muelle: "Que vengan y encima se te mueran no es lo normal. Es una aberración", señala González.

Imagen: RTVE Canarias

El primer equipo femenino de baloncesto del Líbano se creó en un lugar que nadie se imaginaría: en el campamento de refugiados de Shatila, en Beirut. Ahí, 30.000 palestinos y sirios viven hacinados en menos de un kilómetro cuadrado. "En Shatila, el basket acaba siendo no solo un instrumento de empoderamiento físico, sino mental y emocional. La cancha se convierte en un espacio de liberación y de seguridad", asegura la autora de 'Aliadas', Txell Feixas.