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Los combates se han intensificado en las últimas semanas en la provincia siria de Deraa, fronteriza con Jordania, que según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos han dejado cerca de un centenar de civiles muertos. Los mandos militares aseguran que parte de la población ha sido trasladada a través de corredores humanitarios, hacia zonas seguras controladas por el régimen. Otros muchos han optado por dirigirse hacia las fronteras de Jordania e Israel. Naciones Unidas estima que son ya 160.000 y advierte que corren el peligro de quedar atrapadas entre las fuerzas del régimen, los rebeldes y los últimos reductos del Estado Islámico. Jordania e Irael ya han anunciado que no abrirán sus fronteras para acogerlos. Desde Ginebra, ACNUR ha advertido que puede repetirse una crisis como la vivida meses atrás en Guta Oriental y en la ciudad de Duma.

La comunidad internacional ha mostrado su preocupación por el alto número de muertos en Gaza y los más de 2.700 heridos, la mitad de ellos por bala o metralla de los disparos del Ejército israelí, que usó munición real y métodos de dispersión contra los manifestantes y advirtió que no permitirá disturbios cerca de la vallas que separan el territorio que controla de las zonas palestinas. Turquía y Sudáfrica llamaron a consultas a sus embajadores en Tel Aviv, en protesta por lo sucedido en Gaza. Mientras, en el extremo opuesto, EE.UU., Australia y Alemania han responsabilizado de las muertes al movimiento islamista Hamás.