La escena parece sacada de una película: Mark Warren, un bombero jubilado de Alaska, caminaba con periodistas de la televisión estatal rusa cuando un alto cargo de la embajada le entregó un insólito obsequio. “Es un regalo personal del presidente Putin para ti”, le dijo, señalando una flamante motocicleta Ural valorada en 22.000 dólares. El gesto —tan inesperado como simbólico— se ha convertido en una de las anécdotas más comentadas de la reciente cumbre entre Trump y Putin en Alaska.
Todo comenzó días antes, cuando un reportaje ruso mostró a Warren lamentando que las sanciones a Moscú le impedían conseguir piezas para su antigua moto soviética. El vídeo llegó hasta el Kremlin, y Putin respondió entregándole una nueva Ural. Mark ha admitido que la moto es “mucho mejor” que la suya, pero también es consciente de la controversia, pues ha aceptado un regalo de un presidente con una orden de arresto internacional por crímenes de guerra.