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Estos días se cumple el primer aniversario de la limpieza étnica de los musulmanes rohinyás de Birmania, que huyeron de la violencia a Bangladesh. Escaparon de violaciones, asesinatos y vejaciones por parte del Ejército birmano, controlado por el Gobierno de la Nobel de la Paz, Aung Suu Kyi, que no los reconoce como ciudadanos birmanos. Desde agosto de 2017, más de 700.000 personas han cruzado la frontera a Bangladesh y los que han permanecido en su país ahora pasan sus días en centros controlados por las Fuerzas de Seguridad frente a la frontera.

Más de la mitad de los 200.000 desplazados de Sudán del Sur viven en este campo de protección de civiles de la ONU. Sin embargo, el hacinamiento, la violencia y enfermedades como la tuberculosis y la malaria hacen de las condiciones de vida no sean mucho mejores que las que hay en medio del conflicto.

En diciembre de 2013 estalló una guerra civil en Sudán del Sur. Huyendo por sus vidas, muchas personas se refugiaron en los llamados "Centros de Protección de Civiles" o PoC. El de Bentiu, el más grande, alberga a unas 115.000 personas. Estos lugares fueron pensados para ser temporales, y sufren los problemas de la sobrepoblación, la violencia y las enfermedades, muchas de ellas derivadas de la precariedad de las condiciones de vida.

Los 629 migrantes a bordo del Aquarius comienzan a desesperarse ante la falta de noticias y la inmovilización del barco. Este lunes, aunque España se ha ofrecido a acoger al barco de la ONG SOS Méditerranée, los refugiados comenzaban a ansiarse en un buque que está a su máxima capacidad y donde escasean los alimentos, a pesar del envío de provisiones desde Malta. La tripulación del barco trata de animarlos con cantos y les han explicado la situación, pero algunos se preocupan por miedo a que se cumpla su mayor temor: ser devueltos a Libia.