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De cómo el legado del franquismo se filtró e impregnó el proceso hacia a la democracia y su perdurabilidad hasta hoy. De eso trata el nuevo libro del periodista y ensayista hispano-británico Tom Burns Marañón (Londres, 1948) "De la fruta madura a la manzana podrida. El laberinto de la Transición española" (Galaxia Gutenberg). A cuarenta años de la muerte de Franco, analiza logros fundamentales, como la consolidación de la Monarquía parlamentaria y un sistema homologable a los europeos. Pero también, y sobre todo, los errores y desaciertos que han dilapidado aquel ansia de reconciliación y libertad que fraguó en la Constitución de 1978. Burns Marañón indaga en la evolución de los jóvenes reformistas del Régimen, el nombramiento de Juan Carlos I como rey, la designación de Adolfo Suárez, el triunfo del PSOE y los gobiernos de Felipe González y la recuperación del centroderecha con José María Aznar. A decir del autor,  hiperliderazgo, dirigismo, control partidista, falta de transparencia y corrupción han agrietado aquella fruta madura hasta pudrirla en cuatro décadas de democracia imperfecta.

Participo de unas jornadas organizadas por el Fondo Andaluz de Municipios por la Solidaridad Internacional (Famsi), donde se habla de educación al desarrollo y de educar en valores, pero no una hora a la semana, sino de forma transversal y no solo en el aula de un colegio o un instituto. Escuchamos algunos ejemplos de proyectos en centros educativos y cómo en ciudades como Córdoba, con un largo camino andado en el terreno de la solidaridad y la educación al desarrollo, se ve el efecto multiplicador que tiene ir todos a una en ese sentido.

Porquelos niños y las niñas nacen con valores que jamás deberían perder; al contrario, se deberían respetar y fortalecer. Ellos saben qué es justo, saben ser solidarios, saben reconocer unas buenas prácticas y tienen las mentes abiertas para compartir y conocer otras experiencias. Por eso, cuando hablamos de educarles, deberíamos partir de todos esosvalores innatos en mentes vírgenes, no contaminadas, para avanzar hacia una sociedad más igualitaria y justa. Aprender páginas y páginas de memoria, llenar un cuenco con letras, no significa que les enseñemos a vivir con coherencia y con sentido común. Por eso, resulta fundamental construir con ellos y con la sociedad que les rodea un mundo mejor. El cole o el instituto no deben ser islas educativas ajenas a los valores que se promueven en casa, en la calle o en el entorno que les rodea.

Una posguerra violenta y cruel, el brutal dominio de una familia adinerada, los Bernal, enfrentada a los humildes Quíner, una pasión macerada en el silencio y la distancia. Miguel de León (La Laguna, Tenerife, 1955) se estrena en la literatura con "Los amores perdidos" (Plaza & Janés), una novela coral, que se desarrolla en sesenta años en escenarios que van del pueblo canario de El Terrero, a Madrid y Nueva York. Una historia de traiciones, venganzas, huidas y pasiones en la que perduran las consecuencias de la Guerra Civil y las brutalidades de la dictadura, los pequeños gestos heroicos o malvados de mujeres y hombres poderosos o anónimos, sus lealtades y compromisos; también la necesaria libertad como guía para decidir en la vida, la felicidad como lucha y esperanza. Y por encima de todo, el autor se pregunta hasta dónde es legítimo llegar por amor, hasta dónde es posible entregarlo sin recibir nada a cambio. Trata de responder con la intensa relación de Arturo Quíner y Alejandra Minéo, sus protagonistas, y así nos lo cuenta en este diálogo.