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John Carlin: "Mandela era como un jugador de ajedrez, iba siempre varias jugadas por delante"

  • El periodista que mejor conoció al Nobel de la Paz habla para RNE
  • "Siempre supe que estaba ante un héroe para todos los tiempos", afirma
  • Especial "Muere Nelson Mandela" en RTVE.es

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A la hora de valorar la figura de Nelson Mandela, siempre se destaca su superioridad moral, pero John Carlin, el periodista que mejor lo conoció, cree que hay que subrayar al mismo tiempo su enorme habilidad política. Porque política y decencia, dice, no son dos conceptos incompatibles.

"Se pone todo el énfasis en su capacidad de perdón, su instinto de reconciliación y su ausencia de rencor después de tantos años en la cárcel. Todo esto es verdad, pero si uno no tiene en cuenta también que fue un gran estratega, un político muy hábil, como un jugador de ajedrez que estaba siempre tres o cuatro jugadas por delante de su rival, pierde el punto y lo que yo creo que es realmente su legado, el de un brillante liderazgo político", ha explicado el periodista británico en Las mañanas de RNE.

John Carlin, en cuyo último libro, La sonrisa de Mandela (Debate), elabora un retrato del desaparecido Premio Nobel de la Paz, cree que Nelson Mandela vivirá para siempre porque "su ejemplo inspirará a la humanidad mientras haya humanidad sobre la Tierra".

"Es un personaje que está a la altura de figuras como Gandhi, Lincoln y deja de contar. No aparecen personajes como él con mucha frecuencia; lamentablemente, a ese nivel de evolución no hemos llegado. Mandela es, precisamente, un ser humano cuyo nivel de evolución es bastante superior a la media y, especialmente, a la media en el mundo político", subraya.

La "magnanimidad" del expresidente sudafricano se reflejaba en su rostro con una enorme sonrisa "de mil voltios" que iluminaba cualquier habitación en la que estaba. John Carlin afirma que esa sonrisa era una ventana a su espíritu, a su alma: "Su motor era esa generosidad expresada en esa fantástica sonrisa".

El "decepcionante" día de la liberación de Mandela

Uno de los momentos clave de la vida de Nelson Mandela, su liberación tras estar preso durante 27 años, es objeto de desmitificación por parte de John Carlin, por aquel entonces corresponsal del diario The Independent en Johannesburgo.

"Fue bastante decepcionante -cuenta-. Hubo mucha violencia en la plaza entre policías, militantes y gamberros y se demoró todo: la salida de Mandela de la cárcel porque su esposa Winnie llegó tarde por el lío que había, el discurso iba a ser a las cuatro de la tarde y finalmente fue a las ocho... El discurso fue soso y gris. Se lo impusieron los miembros de su partido. Esa noche me acosté pensando: tanta esperanza depositada en este hombre, 10 años el mundo clamando por su libertad... A ver si va a ser un viejito simpático un poco fuera de onda del que se van a reír estos blancos en las negociaciones".

No fue hasta la rueda de prensa del día siguiente cuando el periodista supo que se encontraba ante "una figura para la eternidad". Ese sentimiento ya nunca lo abandonaría: "Siempre supe que estaba ante un héroe para todos los tiempos".

Su tercera esposa, Graça Machel, fue el gran amor de su vida

Menos decepcionante para él, sin embargo, fue el mundial de rugby organizado por Sudáfrica en 1995, sobre todo la final del campeonato, en la que los Springboks ganaron a la selección neozelandesa. El partido, señala, fue lo de menos: "Fue el evento en el que se selló el proyecto democrático de Mandela, que mandó un mensaje claro de perdón a los blancos".

Nelson Mandela infundió esperanza hasta con sus relaciones sentimentales, a juicio John Carlin, que asegura que su tercera esposa, Graça Machel, fue el gran amor de su vida. "Al casarse con ella a los 80 años nos dio esperanza a todos", bromea.

Lo peor que nos ha dejado el hombre que consiguió acabar con el apartheid, concluye el periodista, es su familia, sobre todo su descendencia. "Puedo asegurar que en las próximas semanas y meses veremos, con horror y espanto, cómo sus familiares empiezan a pelearse por el botín". Parece que ni siquiera Nelson Mandela era perfecto.