El Colmillo de Morsa, paseo por el campo

 

Por RAFAEL MUÑOZ

 

Grises piedra y marrones arena se cruzan en la pasarela con verdes, rojos, mostaza y negro. Colores del campo, de la naturaleza con los que crea una carta de colores alegres y vivos. Destacan las mezclas de verde cactus con gris, y las prendas unisex como las trencas de cuadros grandes.

 

Toda la colección desprende un tono relajado gracias a la ligereza de los tejidos, muchos de ellos típicos de los armarios de verano. Para ella, vemos también camisas sin mangas pero abrochadas en el cuello que se llevan con pantalones de porte masculino.

 

Rojos salmón alegran minifaldas de napa que ellos combinan con blusas de seda estampada con dibujo de granito, y para ellos proponen bermudas-falda, una prenda que hemos visto en otras colecciones pero que resulta difícil de llevar.

 

El ante es el protagonista de las últimas salidas, y lo vemos en beige y en negro, ambos con estampados geométricos en oro brillante.

David del Rio, femenino singular

 

Empieza el desfile con una modelo que lleva un vestido verde con bordados gigantes de pedrería que parecen coliflores. ¡Uf! El tono sigue subiendo con chaquetas y sastres para chico con pieles teñidas de verde puñeta  a juego con una estolas-señora.

 

Las prendas de mujer son muy femeninas, con vestidos vaporosos en seda, con encaje de chantilly y con faldas de pliegues y plisados. Los zapatos están cuajados de cuentas de colores en verdes y rosas intensos.

 

La línea masculina es aún más femenina. La silueta es estrecha, con pantalones pitillo y jerseys ajustadísimos, y asombra una torerita de pedrería multicolor. Vemos también un esmoquin en verde agua, un color que también viste a la mujer.

 

Para ambos chaquetas y abrigos tipo capa realizados con tela de alfombra de lana con estampado floral, pesado y con volumen, que lleva también, como casi toda la colección, ristras de pedrería.

 

Los diseños que más recuerdan a los años 20, temática de la colección, son los que llevan grandes flecos de pedrería roja y negra, resultones en la pasarela y en un escenario pero con una vida limitada en la calle.

 

La locura de esa década se relaja en otros vestidos de coctel y noche, con sedas de distinto grosor en naranja y morados con faldas largas que tienen ganas de bailar. 

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Colores del campo, de la naturaleza con los que crea una carta de colores alegres y vivos en el desfilde de El colmillo de Morsa
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