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Rusia recordó este domingo el decimoquinto aniversario del mayor ataque terrorista en la historia del país, el secuestro de la escuela Nº 1 de la ciudad noroseta de Beslán, donde murieron 333 personas, entre ellas 186 niños. Durante tres días la república norcaucasiana de Osetia del Norte guardará duelo por las víctimas de la matanza, que hasta hoy suscita interrogantes sobre la actuación de las autoridades federales rusas durante el secuestro. El 1 de septiembre de 2004, un comando chechén atacó la escuela Nº 1 de Beslán durante la ceremonia de inauguración del año escolar, se atrincheró allí con cerca de 1.200 rehenes y exigió la retirada de las tropas rusas de Chechenia.

Las autoridades indicaron en un comienzo que los terroristas habían capturado 120 rehenes, cifra que luego elevaron a 354 y que mantuvieron hasta el momento en que se conoció, el 3 de septiembre, la magnitud de la tragedia. "Si desde el principio hubieran informado del verdadero número de rehenes, que lo sabían, posiblemente se hubieran salvado los niños, porque esa cantidad no hacía posible un asalto exitoso", sostiene Elena Miláshina, periodista de "Nóvaya Gazeta", en un documental elaborado por ese bisemanario con motivo del aniversario. El documental, de 72 minutos, titulado "Escuela número 1", afirma que verdadero objetivo de las fuerzas de seguridad rusas en la crisis de Beslán "no era salvar a los rehenes, sino liquidar a los terroristas". Según la investigación oficial, pasada la una de la tarde del 3 de septiembre, 52 horas después de que comenzara el secuestro, tras la detonación de dos bombas instaladas por los terroristas en el gimnasio de la escuela se lanzó una improvisada operación de rescate, con el empleo de armamento pesado, lanzagranadas y lanzallamas. De acuerdo con las actas de defunción de la víctimas, todos los rehenes murieron a consecuencia de la explosión de dichas bombas, pero los testimonios de los superviviente rebaten esa versión.


 

En Colombia, el país despierta con una noticia que se veía venir pero que no por ello deda de ser menos preocupante. Iván Márquez, el que fuera número dos de la guerrilla de las FARC, ha reaparecido después de más de un año desaparecido.para anunciar que retoma las armas, que abre una nueva etapa de lucha armada.

Y dos años después de los atentados yihadistas en Barcelona y en Cambrils, en los que fueron asesinadas 16 personas, nos interesamos por el seguimiento al que son sometidos los 265 radicales islamistas encarcelados en prisiones españolas. Aunque el riesgo de adoctriamiento en prisión es mínimo, según las autoridades, los programas se concentran en lograr que, a su salida, no reincidan. Informa Laura Alonso

Dos años después de los atentados de Cataluña, los investigadores admiten que se podía haber hecho más para detectar la célula de Ripoll, tras la explosión de la casa de Alcanar.

"Todo gira en torno a la casa de Alcanar y la célula de Ripoll. Ahí es donde podíamos haber detectado la gestación de la célula. Y cuando tuvieron aquel fallo de seguridad y explotó la casa de Alcanar, algo más podríamos haber hecho. Llama la atención la facilidad con la que compraron acetona y otros precursores", asegura el inspector jefe de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional.

A diferencia del perfil de otros grupos europeos, los terroristas de Barcelona y Cambrils no tenían contacto directo con el Daesh. "Se cohesionan en base a un desencanto de encaje con la sociedad y a un sentimiento de trato injusto por parte de las administraciones. No hay práctica musulmana hasta la entrada del discurso extremista", asegura el jefe de radicalización de los Mossos d'Esquadra.

A raíz de los atentados, se han modificado los protocolos de detección, con más formación para docentes, policías locales y mediadores. Y también se vigilan de cerca a los condenados por terrorismo que, tras su paso por prisión, no abandonan el proceso de radicalización.

El gobierno de México va a exigir hoy a EEUU que se posicione contra las dos matanzas de este fin de semana, que han acabado con la vida de 29 personas. En uno de ellos, seis de las víctimas eran mexicanas, por lo que el ministro de Exteriores mexicano, Marcelo Ebrard, lo considera un "delito de odio" contra la comunidad.