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El programa de Las Mañanas de RNE se ha emitido este viernes en un formato especial desde Jerusalén. Bajo la dirección de Íñigo Alfonso, RNE ha estado a tres kilómetros de la Franja de Gaza en uno de los kibutz que fueron atacados por Hamás el 7 de octubre. En estos días, tal y como ha explicado Alfonso, han hablado con autoridades, con varios escritores y no han encontrado mucho optimismo, "el país está en guerra y aún queda tiempo para que finalice". También ha estado en territorio palestino, en Cisjordania, y ha visto el muro que separa en la ciudad de Belén las vidas de muchas personas. El conflicto hunde sus raíces en décadas de enfrentamiento. Alfonso, entrevistado en 24h, asegura tras el especial de RNE que las diferentes culturas conviven en esta ciudad, dividida en cuatro zonas y la convivencia es "frágil aunque en estos momentos pacífica", todo "depende de un equilibrio tan sumamente frágil que no saben cuando puede estallar la violencia". Es un lugar en el que "cada uno sabe dónde esta el limite del otro. Convivir es una de las tareas más complejas", ha asegurado. 

La enviada especial de RNE, Cristina Sánchez, charla cerca del muro de Belén, junto a uno de los asentamientos israelíes, con Omar Hayasle, palestino que denuncia sufrir violencia por parte de Israel desde 2010, cuando su casa quedó en un territorio considerado israelí. Omar dice que no solo viven enfocados con cámaras de seguridad israelíes, sino que han soportado que los ataques hayan matado a su ganado, lo que les ha obligado a abandonar sus tierras: “Proteger mi casa es proteger mi patria”, defiende Hayasle, que también tuvo que soportar cómo su mujer embarazada perdió a su bebé por la extrema violencia de cinco soldados que la golpearon en su casa.

Hassan Aed Rabó, del departamento de prisioneros, cuenta cómo han empeorado sus condiciones en prisión: “Las fuerzas israelíes tienen carta blanca para hacer cualquier tipo de violencia con los prisioneros”.  

La escritora Lama Kharter fue una de las detenidas tras el 7 de octubre. Asegura que fue amenazada con ser violada por los soldados israelíes y encarcelada en condiciones insalubres. Ya ha sido liberada, pero asegura que aún la amenazan con volver a prisión.

En el programa especial de Las Mañanas de RNE desde Jerusalén, recorremos parte del muro que divide Cisjordania desde 2002. Lo hacemos de la mano de dos palestinos, Shereen Dagani, compañera de Radio Exterior, e Ishac Zorob, que tiene un negocio de comida para llevar. Ya antes del 7 de octubre, el bloqueo israelí había llevado a la población civil de la Franja de Gaza a una situación desesperada. En Cisjordania, asisten a un repunte de la tensión y la Autoridad Nacional Palestina hace esfuerzo por tratar de frenar como puede el avance de Hamás en este territorio. Si hay un símbolo de las consecuencias de la ocupación israelí, es el muro que divide Cisjordania. El gobierno israelí de Ariel Sharon lo comenzó a construir en 2002, decía, por razones de seguridad, para blindarse de los atentados. Pero más allá, ha tenido consecuencias sociales, económicas y vitales sobre la población civil muy difíciles de cuantificar. Unas consecuencias que se unen a las de una nueva guerra en Gaza.

Miles de personas han huido del norte de Israel ante la posibilidad de que se reactive la guerra con Hezbolá , el grupo terrorista que lanza sus ataques desde Líbano. Tienen miedo y hablan de un conflicto inevitable y de serias consecuencias, dado el poder con el que cuenta Hezbolá: “No es enfrentarse a Hamás. Son mucho más poderosos”, cuenta la joven Hadar, desplazada, en RNE. Muy pocos han preferido quedarse en pequeñas comunidades agrarias, llamadas moshav, en las que viven en esa zona fronteriza. Saben que les espera un tiempo duro, pero están dispuestos, dicen, a asumir las consecuencias. Les apoyan voluntarios como Gidi, que también charla con nuestra corresponsal en la zona, Laura Alonso.

El Padre David Steffy, encargado de la Santa Sede para el Centro Notre Dame de Jerusalén, nos cuenta que la ciudad intenta volver poco a poco a la normalidad aunque reconoce que hay una depresión que afecta a todos los habitantes. “Todos, árabes, cristianos y judíos sentimos un dolor muy fuerte. Aunque con esperanza, siempre”

El Padre Steffy asegura que uno de los problemas es que la ciudad se ha quedado sin peregrinos. "Esto es lo que pesa sobre la gente, cómo va a ser el futuro, si podremos tener la seguridad de tener trabajo y ayudar a nuestras familias", expresa en el programa especial de 'Las Mañanas de RNE'.

Jerusalén es una ciudad en la que conviven varias comunidades y tres religiones: judíos, árabes y musulmanes viven en un equilibrio imperfecto y más distanciadas que nunca tras el inicio de la guerra el 7 de octubre. Nuestra corresponsal, Laura Alonso, nos habla de esa convivencia marcada por los continuos controles de Israel a los ciudadanos palestinos, y de cómo es vivir en una ciudad donde se mezclan continuamente las culturas, los olores y los sonidos de la vida cotidiana de estos tres grupos.

Además, paseamos por la Ciudad Vieja con Mónica Rodríguez, una arquitecta española que lleva un año y medio trabajando en Jerusalén. Mónica nos explica cómo es esa convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes. "Creo que las tres comunidades están yuxtapuestas más que juntas. Se invaden unas a otras. Van buscando los límites de hasta dónde puedo llegar para invadir al otro sin que se, sin que se enfade o hasta que se enfada un poquito incluso", nos cuenta.

El escritor israelí, David Grossman, confiesa en ‘Las mañanas de RNE con Íñigo Alfonso’ que está muy preocupado por la situación que vive su país y es crítico con la actuación de su gobierno. "Nadie sabe decir hacia dónde vamos o qué plan hay para el día después de la guerra. No sabemos cómo quiere terminar esta guerra ni cuándo finalizará", afirma Grossman, que cree que la resolución del conflicto pasa por el diálogo y la empatía. "Hay que tratar de entender por qué el otro piensa o actúa así. Tenemos que abordar cómo viven los palestinos para tratar de caminar hacia la convivencia. No tendremos una paz duradera con el mundo árabe si no la tenemos con los palestinos. Si no resolvemos la ocupación no hay posibilidades para una vecindad pacífica", asegura el escritor, que, no obstante, reconoce que ahora mismo le cuesta ser optimista. "Creo que hay gente que puede contribuir a este objetivo. Son pocos, y es verdad que tras el 7 de octubre es difícil encontrar el valor para que los israelíes y palestinos puedan superar los estereotipos y superemos la violencia".

Una de las consecuencias de la guerra entre Israel y Hamás es que muchos palestinos han perdido su trabajo, especialmente en Belén, una localidad que vive del turismo religioso y en la que trabajaban muchos artesanos palestinos que ahora no pueden entrar en Israel. "Aquí han parado muchas cosas, sobre todo el turismo. No hay peregrinos", nos cuenta Daniel Yacoub, artesano de la madera en Belén, que mantiene abierto su taller. "La mayoría de los trabajadores están en casa, sentados, sin trabajo. Es un desastre. Si la gente no trabaja, ¿dónde va a comer", lamenta Daniel, que asegura habían vivido algo tan duro como esto. "Ha habido muchas guerras, pero duraban 20 días. Esta dura ya más de 100".

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, urge a la creación de un Estado palestino "realista y viable", en el programa especial de 'Las Mañanas de RNE' desde Jerusalén. ¿Hay riesgo de que este conflicto se desborde y se reactive en otros frentes? "Sí, por supuesto. Es un riesgo que sigo muy de cerca y que me preocupa [...] Califico de auténtica catástrofe si se extendiera al Líbano", expresa Albares.

El ministro considera que la solución para poder vivir en paz y seguridad es "Gaza y Cisjordania bajo una única autoridad palestina, conectados por un corredor, con una salida al mar y un puerto en Gaza y con su capital en Jerusalén Este". Sobre la relación de España con Israel tras las acusaciones de alinearse con Hamás, Albares asegura que "queremos tener las mejores relaciones", pero insiste en la posición española: "No me resignaré nunca a que Oriente Medio tenga que ser sinónimo de guerra, refugiados y civiles muertos".

“Es una pequeña convivencia tranquila”. Así define Vladimir Nawawicd, un canario con orígenes palestinos y guía de la zona, cómo es vivir en Belén. Allí, le explica a Íñigo Alfonso que los musulmanes son minoría, "por lo que el ambiente no está tan agitado como en otras zonas". Aunque la guerra también ha llevado a Belén otro tipo de tranquilidad: no hay turistas. Vladimir cuenta que un 20% de la población se dedica al turismo. “Es el sector más grande, pero en Navidad no había nadie. Aquí nació Cristo y no se pudo festejar por la guerra”, lamenta Nawawicd, que ha tenido que buscarse otro trabajo fuera del sector turístico. Ahora trabaja en un almacén.

Por su parte, el Padre Enrique recibe al equipo de RNE en la Parroquia de Santa Catalina Alendria. Este sacerdote echa de menos acoger a turistas en su templo. “Es un lugar santo. Son miles de personas las que han pasado por aquí y dejan algo de sí mismos”. El Padre Enrique, además, resalta la convivencia entre las tres diferentes comunidades que conviven en Belén: “Tenemos una relación muy amistosa y diferente a tiempos pasados”. 

Salvi Ros, coordinador de Médicos del mundo en territorios ocupados palestinos

Médicos del mundo: "Israel aún limita el acceso a medicinas"

A pesar del acuerdo entre Israel y Hamás para suministrar medicinas a los civiles en Gaza a cambio de entregar fármacos a los rehenes israelíes, el acceso a estos medicamentos aún es complicado. Es lo que afirma Salvi Ros, coordinador de Médicos del Mundo en territorios ocupados palestinos, en Las Mañanas de RNE: “Hay muchas dificultades burocráticas y el gobierno israelí sigue limitando mucho el acceso”. La situación en el sector salud en estos territorios es dramática, según Ros. Explica que a veces tienen que operar con la luz del móvil o realizar amputaciones y cesáreas sin anestesia. “De 36 hospitales que tiene la Franja de Gaza, sólo hay 15 operativos. Hay escasez de personal, que está agotado y con miedo” añade Ros.