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La Policía Nacional ha anunciado este miércoles la detención en Ceuta de un hombre de 28 años y nacionalidad española presuntamente integrado en una red de captación, adoctrinamiento y reclutamiento para el Estado Islámico (EI).

El Ministerio del Interior ha detallado en su nota que el detenido es "responsable de distribuir y transmitir material de los canales oficiales de la organización terrorista". Según Interior, la red era "potencialmente peligrosa por la vinculación de sus miembros con yihadistas alistados en las filas de DAESH [acrónimo en árabe del EI] en territorio sirio y por su profunda influencia en jóvenes asentados en el barrio de El Príncipe de Ceuta".

El detenido presuntamente distribuía vídeos con amenazas y en los que se ensalzaba a los combatientes fallecidos como mártires, además actuaba como adoctrinador de integrantes para que adquiriesen una cada vez mayor compromiso con el Estado Islámico proporcionándoles información para desplazarse a zona de conflicto o alentándoles a cometer atentados terroristas en sus lugares de residencia.

Además, siempre según interior, el detenido está vinculado con numerosos yihadistas españoles desplazados a territorio sirio y fallecidos en zona de conflicto. El Ministerio considera que el detenido formaba parte de una red de captación, adoctrinamiento y reclutamiento de nuevos miembros a la yihad violenta radicada en el barrio de El Príncipe de Ceuta y que ha sido desarticulada en varias fases desde febrero de 2016 con un total de 10 detenidos.

Las autoridades de Siria han proclamado este viernes la reconquista total de la ciudad de Deir el Zor de manos del grupo terrorista Estado Islámico, que pierde así la última gran población que mantenía bajo su control en territorio sirio, si bien conserva algunos reductos a uno y otro lado de la frontera con Irak. Deir el Zor, situada en la orilla occidental del río Éufrates, es la ciudad más grande y más importante del este de Siria, además del principal centro de producción de petróleo del país. Su pérdida, apenas tres semanas después de la caída de Raqqa, la capital del autoproclamado califato, representa un nuevo golpe para los yihadistas, que ven como se esfuman las conquistas que lograron en 2014.