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11 traumas de los supervivientes del accidente de avión de los Andes: De comer carne humana, a sufrir un alud

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Los traumas por los que pasaron los supervivientes del accidente de avión de los Andes
Fernando Parrado y Roberto Canessa, supervivientes del accidente de avión de los Andes de 1972, tras ser rescatados EFE

Tras días caminando por la nieve de los Andes, al borde de sus fuerzas, Roberto Canessa y Fernando Parrado encontraron a Sergio Catalán. El arriero chileno era la primera persona que veían desde que el avión en el que viajaban junto a otras 43 personas se estrellara en los Andes el 13 de octubre de 1972. "Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. En el avión quedaron 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí", escribieron en una nota.

Este jueves se cumplen 50 años del accidente, el inicio de una tragedia en la que sus supervivientes se vieron abocados a comer el cuerpo de sus compañeros fallecidos para seguir con vida. Su historia -y las experiencias traumáticas que sufrieron en aquellos 72 días que pasaron desaparecidos- la cuentan ellos mismos en Náufragos de los Andes.

La caída del avión, de las bromas a la tragedia

El Fairchild FH-227D sobrevolaba los Andes cuando un frente de tormenta atrapó al avión. Mientras se empezaban a sufrir las turbulencias, muchos optaron por seguir divirtiéndose. Se volcaron de un lado al otro del avión, una persona llegó a bromear con que se ataran los cinturones para que no se cayeran los cadáveres… Pero la juerga pronto se acabó. El avión comenzó a desplomarse hasta estrellarse en la montaña nevada. Solo 29 personas sobrevivieron al accidente, de las cuales 24 estaban sanas.

El ruego desesperado del piloto

Los supervivientes fueron a buscar tras la tragedia al piloto. "Estaba la cabina totalmente apretada contra el pecho del piloto", recuerda Gustavo Zerbino. Les dijo que se encontraban en Curicó, aunque los pasajeros no sabían que se trataba de una ciudad de Chile, por lo que apuntaron el nombre. Llevaron nieve al piloto para saciar su sed. "Alcánzame un revólver y pégame un tiro", pidió entonces.

Nando pierde a su familia

Fernando Parrado, conocido por sus compañeros como Nando, viajaba con su madre y su hermana. Ambas perdieron la vida en los Andes: su madre murió en el impacto, su hermana días después. Nando tenía una relación muy especial con su hermana, quien tenía solo dos años menos. "Yo hacía de chófer de ella, la llevaba a las fiestas, a ella le gustaban mis amigos", explica él. Después de varios días de curas, "en esa línea de incertidumbre", como dice Roberto Canessa, la hermana de Nando falleció. "Por lo menos pude estar con ella hasta el último instante, hasta el último respiro de su vida", piensa.

Elegir entre vivir o morir

"Estábamos viendo cómo constantemente nos alejábamos del mundo en el que habíamos vivido", explica Roberto Canessa, desarrollando "una sociedad donde el dinero era papel, el agua había que crearla, el cuerpo de un muerto puede ser la comida que yo esté necesitando". Tuvieron que decidirse entre morir o comer las fibras de músculos de sus compañeros fallecidos. Las cortaron, las colocaron sobre el fuselaje y empezaron a tomarlas, una decisión que les costó tomar. "Una vez que lo hiciste, si estabas del otro lado, ves que no pasa nada extraño", asegura Canessa. Llegaron a pactar que si uno de ellos moría, también podrían alimentarse de su cuerpo.

El día 10 lo cambió todo

Desde que se estrellaron, los supervivientes habían mantenido la esperanza de que alguien les encontraría, pero el día 10 todo cambió: escucharon por la radio que ya no les estaban buscando. "No tenemos comida. No tenemos agua. No tenemos ropa. No sabemos dónde estamos y no nos buscan", dice Nando Parrado. En un mar de incertidumbres, aquella era la única certeza que tenían. Si querían vivir, tendrían que salir de los Andes por sí solos.

El fracaso de la primera expedición

Tres de los hombres decidieron salir a buscar la cola del avión, entre ellos Gustavo Zerbino. Allí se encontrarían las baterías, según el mecánico, y con ellas podrían poner en funcionamiento la radio. Comenzaron a trepar por la montaña hasta que el avión ni siquiera se veía. Ya no podían volver con sus compañeros. Tuvieron que pasar la noche a la intemperie, sufriendo el frío. Regresaron destrozados y se dieron cuenta de que en octubre no iban a poder atravesar la montaña. Tendrían que esperar a que comenzara el deshielo.

La avalancha

Más tarde sufrieron un nuevo accidente. Una avalancha sepultó al grupo de supervivientes del accidente aéreo. Quedaron enterrados bajo la nieve y poco a poco, cavando, lograron sacarse los unos a los otros, pero muchos habían muerto.

Mueren el capitán y Liliana

Entre las ocho víctimas del alud se encontraba Liliana, esposa de Javier Methol y la única mujer que quedaba en el grupo. Javier Methol vio el cuerpo de su mujer durante tres días, hasta que una tormenta de nieve la tapó. También falleció Marcelo Pérez, el capitán del equipo de rugby Old Christians.

Una nueva decepción

Roberto Canessa, Nando Parrado y Antonio 'Tintín' Vizintín formaron un grupo de expedicionarios, decididos a llegar a la cola del avión. Estaban convencidos de que podrían hacer que la radio del avión funcionase y así poder comunicarse. Lograron llegar a la cola, donde se encontraba la batería. Sin embargo, no consiguieron que la radio funcionase.

Los huesos, su fuente de calcio

Aunque se alimentaban de los cuerpos de los compañeros que habían fallecido, de sus músculos, a los supervivientes les faltaba calcio, potasio y magnesio. Decidieron raspar los huesos de los cadáveres para así poder obtener calcio, presente en ese polvo. "No había en ningún momento una vinculación afectiva", asegura Gustavo Zerbino.

¿Cómo contar al mundo lo ocurrido?

Cuando consiguieron que les rescataran a todos, 72 días después del accidente de avión, los 16 supervivientes tuvieron que hacer frente a la opinión pública. Querían explicarles primero ellos mismos a los familiares de las víctimas lo que había ocurrido, pero no pudieron. "Si Jesús en la última cena repartió su cuerpo y sangre a todos sus apóstoles, ahí estaba dando a entender que nosotros debíamos hacer lo mismo, tomar su cuerpo y sangre que se había encarnado. Eso, que fue una comunión íntima de todos nosotros, fue lo que nos ayudó a subsistir", aseguró Pancho Delgado en una rueda de prensa.