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Marcelino Orbés, el payaso español al que adoraron Chaplin y Buster Keaton

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Marcelino Orbés, el mejor payaso del mundo | Imprescindilbles
Buster Keaton y Charles Chaplin adoraban a Marcelino Orbés Casanova

Dicen que el circo es el germen de todas las artes escénicas. Un espacio en el que confluyen dos opuestos. La tragedia de los acróbatas que juegan en el aire, y la comedia de quienes provocan risas por los suelos. Malabaristas y payasos. Desde lo más alto, al barro. Dos mundos que el aragonés Marcelino Orbés (Jaca, 1873 - Nueva York, 1927), al que apodaron el Príncipe de los Payasos, conoció muy bien a lo largo de su carrera.

Como en el circo, la suya fue una vida de opuestos. Convertido a principios siglo XX en un ídolo de masas y una de las grandes figuras del espectáculo, Marcelino llegó a actuar ante casi tres millones de personas al año en el Hippodrome de Nueva York, el circo más grande del mundo. Unas cifras que incluso hoy en día son impensables para las grandes estrellas de la música o el cine. Él lo consiguió simplemente con el gesto, el movimiento y la mímica. Su talento le hizo ganarse la admiración de figuras como Buster Keaton, que le definió como el mejor payaso del mundo, o Chaplin, a quién influyó notablemente; guio los pasos de un debutante Clark Gable y llegó a compartir escenario con el mismísimo Houdini.

Mira las únicas imágenes en movimiento que se conservan del payaso jaqués Marcelino

Un ídolo de masas

Literalmente, Marcelino tuvo el mundo a sus pies. Brilló en los circos más prestigiosos del mundo, como el Lockhart en Francia, el Carré en Holanda o el Hengler en Gran Bretaña. Una fama que se expandió durante 15 años, hasta que la irrupción del cine en el mundo del espectáculo y varias tragedias personales viraron su suerte. Su nombre comenzó a caer en el olvido. Arruinado y lejos del favor de las tablas que tanto le dieron, Marcelino acabó quitándose la vida y su nombre fue borrado de la historia.

¿Cuántos artistas españoles han sido los mejores del mundo durante tanto tiempo seguido? Picasso, Cervantes, Velázquez… Marcelino Orbés fue el mejor y más aclamado payaso del mundo desde 1900 a 1914. Un figura que Imprescindibles, de La 2, rescata con Marcelino, el mejor payaso del mundo (2020), una docuficción realiza por el investigador Germán Roda y protagonizada por Pepe Viyuela en la que se narra la historia de uno de los mayores artistas de la historia de España, totalmente olvidado hasta ahora, y que puedes ver en el A la carta de RTVE.

Pepe Viyuela se mete en la piel de Marcelino

Pepe Viyuela se mete en la piel de Marcelino

De Jaca a Nueva York

Isidro Marcelino Orbés, su nombre completo, nació en Jaca en 1873 en el seno de una familia pobre de la que acabó huyendo siendo tan solo un niño con la compañía circense de Los Martini. Su origen español era uno de los misterios sin resolver de su vida, hasta que el periodista aragonés Mariano García Cantarero lo sacó a la luz a través del cotejo de su identidad en los archivos de la neoyorquina Isla de Ellis, a la que llegaban los inmigrantes a su entrada a EE.UU.

Según relata el periodista en una entrevista para el programa Marca España de RNE, Marcelino pudo difuminar su verdadera nacionalidad porque sus comienzos fueron muy difíciles en aquella España que moría de hambre y quizá porque fuese un niño maltratado. Una ardua investigación que quedó recogido en 'Marcelino, el mejor payaso del mundo' (Editorial Mira), que recoge las andanzas del payaso y en la que se inspira esta docuficción.

Postal del Teatro Hippodrome de Nueva York

Cuando el brillo se marchitó

Del ascenso meteórico a la caída en el abismo. La docufición de Germán Roda ofrece un viaje del estrellato al pozo en el que acabó sumido Marcelino. Sus relaciones personales, sus fracasos sentimentales, matrimonio ruinoso y escarceos que no terminaron bien, solo fueron algunos apuntes en una vida llena de altibajos.

Sumido en una depresión, el clown terminó suicidándose con tan solo 55 años, siguiendo ese ritual de opuestos circenses, de la comedia a la tragedia. Vestido de gala, desplegó sus fotos de éxitos sobre la cama de una fría habitación de hotel. Había vendido su última posesión, un alfiler de corbata, con el que compró una pistola y se pegó un tiro.

Su muerte fue publicada en el New York Times y a su funeral solo acudieron unas ochenta personas. Un gran ramo de flores blancas despidió a Marcelino. Lo envió Chaplin en memoria del payaso triste al que tanto admiró.

Cartel de 'Marcelino, el payaso más gracioso del mundo'

Cartel de 'Marcelino, el payaso más gracioso del mundo'