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GEN Z TOPICS

¿Cuántas violaciones a mujeres se necesitan para contar una historia?

  • En la serie Parot una mujer policía (Adriana Ugarte) se enfrenta a su agresor sexual
  • Hablamos de la violencia sobre los cuerpos femeninos con una intimacy coordinator, encargada de facilitar la comunicación y el respeto en los rodajes de escenas de sexo

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Imagen de la serie 'Sky Rojo'.
Imagen de la serie 'Sky Rojo'.

Tengo la horrible costumbre de encender el móvil al despertar y hoy no es una excepción. Esta misma mañana, según abro whatsapp, recibo un mensaje de un colega que me envía el link a este hilo de twitter preguntándome mi opinión.

Como guionista de profesión y feminista por convicción, es evidente que la representación de las mujeres y la violencia que se ejerce sobre nuestros cuerpos en la ficción audiovisual me llama y me interesa. Sin embargo, en vez de googlear artículos sobre la cultura de la violación, mi primer impulso al leer el tweet es buscar quién es esta actriz que ha rodado tres violaciones no sé cuando. Arranco este artículo con una confesión: aún no han dado las nueve de la mañana y ya he suspendido en feminismo y documentación. Buenos días.

Tras investigar brevemente el asunto, deduzco que se trata de Adriana Ugarte, actriz que durante la última semana ha concedido entrevistas a distintos medios con motivo del estreno de su última serie, titulada Parot. En ella da vida a una mujer policía que lucha contra el trauma de haber sido violada y se enfrenta a su agresor. Se trata de una premisa de arranque bastante clásica, la del protagonista atormentado que inicia un viaje interior para superar un trauma del pasado. O, dicho de otra forma: Aristóteles, Freud y Syd Field jugando al corro de la patata una tarde cualquiera. La pena es que nadie haya invitado a participar al corro a ninguna persona crítica con la representación de la violencia sobre los cuerpos de las mujeres.

La violación como trauma fundacional a la hora de construir un personaje femenino es tan habitual que da lugar a un subgénero en sí mismo dentro del thriller y es un tropo que nos educa en los peligros que conlleva intentar ser libres y autónomas. Cada vez que este tema se pone sobre la mesa, las feministas nos llevemos las manos a la cabeza y parece que el mundo se va a la mierda, pero resulta que ya es la quinta vez que se acaba el mundo en lo que llevamos de semana. Porque, no nos engañemos, este problema no viene de ahora. Es difícil pensar en protagonistas femeninas perseguidas por un trauma del pasado, en el que esa herida no esté relacionada con algún tipo de violencia sexual. Lo curioso viene cuando pensamos en un personaje masculino en los mismos términos. Si nos encontramos ante un detective atormentado que debe sobreponerse a un trauma del pasado, lo más probable es que sea porque alguien violó a su mujer.

"La violación como trauma fundacional al construir un personaje femenino es un tropo que nos educa en los peligros que conlleva intentar ser libres y autónomas"

¿Seríamos capaces de imaginar una narrativa en la que los personajes masculinos sean violentados y abusados con la misma intensidad y frecuencia que lo son los femeninos? Sería divertido intentarlo, pero no faltarán los "aguafiestas" objetando que en el mundo real son las mujeres quienes sufren agresiones sexuales sistémicas y que estos relatos en la ficción no son más que un reflejo de la realidad. Perderían, por tanto, el sentido si se hicieran a la inversa. Por desgracia para todas, las estadísticas sobre violencia de género les dan la razón. Pero, sin duda, las reivindicaciones más fascinantes vienen de personas que defienden estas ficciones violentas como una forma de visibilización, denuncia y toma de conciencia para las mujeres y el conjunto de la sociedad. ¿Resulta que los clásicos relatos explotation de toda la vida son ahora valientes alegatos reivindicativos, porque hablan de mujeres empoderadas? Y yo sin enterarme de nada. Menuda magia, ¿no?

En una conversación con mi mejor amiga de la uni, ella aseguraba que si un hombre la asaltaba de noche preferiría ser asesinada a que la violasen. De hecho, preferiría ser asesinada después de violada, para no tener que convivir el resto de su vida con este trauma. Afortunadamente, ninguna de nosotras había sufrido abuso sexual ni experiencias traumáticas en este sentido. ¿De dónde surge entonces ese miedo incontrolable? No soy la única adoctrinada en la cultura del terror a partir del show mediático del crimen de las niñas de Alcasser. Un suceso que marcó a varias generaciones de niñas que aprendieron lo peligroso que era salir con sus amigas por la noche, antes de siquiera entender qué es una violación. Pero Alcasser no es el único ejemplo. A poco que pensemos, aparecen infinitos relatos de horror sexual equivalentes.

Como apasionada de las pelis de terror, me atrevería a asegurar que todos estos cuentos en los que las mujeres son agredidas y violentadas de forma sistemática tienen una moraleja final. Además, la popularidad de estos relatos, generalmente enmarcados en el circuito mainstream, los mantiene como principal vía de información y aprendizaje sobre temas tan complejos como la violación o la violencia de género. Por eso preocupa que los-mismos-relatos-de-siempre sean de pronto leídos como ejemplos de transgresión y modernidad. Porque ahora parece que Todo el Mundo es Feminista y es muy difícil seguir avanzando si, en lugar de subvertir, premiamos el terror sexual de siempre con la medallita de la integridad y el compromiso con la causa.

"¿Es posible una representación feminista de la violencia contra las mujeres?"

Hasta aquí todo el discurso me está quedando más o menos coherente y correcto, pero temo que pueda ser percibido como mojigato y, para ser totalmente honesta, debo hacer mi segunda confesión. Igual que analizo y critico, soy la primera que ve estos productos culturales. Es más, soy capaz de disfrutarlos con alegría y un buen bol de palomitas. Lo último que querría es prohibir o censurar cualquier tipo de relato, por muy perverso que me parezca. Pero entonces, ¿es posible una representación feminista de la violencia contra las mujeres? ¿Se puede subvertir un contenido opresivo si lo disfrutamos desde una mirada "de resistencia"? ¿Cómo puedo vivir con semejante jaleo en la cabeza?

Sumida en contradicciones y agotada de opinar, busco la perspectiva de alguien con experiencia directa en este tema. Acudo a mi queridísima amiga Paula Alamillo que trabaja en Berlín como intimacy coordinator, una nueva figura dentro de los rodajes y producciones audiovisuales cuya función es facilitar la comunicación respecto a las escenas de sexo y desnudez, coreografiarlas y abogar por la seguridad en el trabajo de actores y actrices. También ejerce como consultora para potenciar una representación de la sexualidad más auténtica, inclusiva y no sexista.

De mi conversación con ella extraigo que podemos distinguir entre dos niveles distintos a la hora de hacer valoraciones sobre la representación de la violencia sexual, una mirada que se extiende también a la desnudez o la sexualidad. Por un lado, está la reflexión sobre el retrato formal de esta violencia. Recordamos Irreversible (2002) de Gaspar Noé. Nadie pone en duda la maestría con la que el director aborda una dolorosa escena de violación al personaje interpretado por Monica Belluci, en una secuencia que ha pasado a la historia del cine. Es cruda, realista, difícilmente erotizable y enmarcada en el circuito de cine arty de autor, por lo que encajaría dentro de lo que se supone una representación respetuosa. Sin embargo, un día en El Rastro encontré esta película clasificada dentro de la sección de cine erótico. ¿De qué ha servido todo el cuidado depositado en la obra, si el circuito comercial no distingue matices y encasilla esta película como un producto explotation cualquiera?

Y por otro lado está la forma en que son rodadas estas escenas. Aquí es donde el rol de intimacy coordinator se vuelve crucial dentro de cualquier rodaje que incluya escenas sexuales y/o violentas contra las mujeres. Es decir, prácticamente todos los rodajes. Esta es probablemente la parte más complicada y polémica del trabajo de Paula. Es habitual ver cómo se cuestiona la intromisión de esta figura externa en el proceso creativo, incluso por parte de los propios equipos creativos y de rodaje. Antes de asentir y rendirnos al tradicional culto al genio del artista autor, parémonos a pensar y tengamos en cuenta la lamentable tradición de abuso y agresión que existe en el audiovisual al respecto, especialmente para a las actrices involucradas en este tipo de escenas. Nos viene a la cabeza la famosa violación a María Schneider en el El último tango en París (1972) de Bertolucci. Una terrible experiencia que se habría podido evitar si en esa época hubiese existido un responsable de supervisar esta secuencia en el rodaje.

"Los genios reaccionarios a la larga van a salir perdiendo en esta guerra cultural"

Entre tanta opinión y contradicción sobre este tema, tengo claro que ninguna obra de arte, por muy brillante que sea, está por encima de la integridad de las personas que participan en ella. Aquí sí es imprescindible ponernos serias para que situaciones dramáticas y de abuso sean intolerables en cualquier rodaje y mucho menos amparadas por el respeto y la devoción al artista de turno. Stop genios, por favor. Son ellos, los genios reaccionarios, quienes a la larga van a salir perdiendo en esta guerra cultural, porque están viejos y se van a quedar solos en su visión retorcida y trasnochada de los cuerpos de las mujeres y la violencia ejercida sobre ellos. Otros creadores y, sobre todo, otras creadoras, más atentas, incisivas y sensibles, les acabarán pasando por encima y sus escenas de violencia sexual resultarán ridículas en comparación.

Esta es nuestra conclusión.

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PAULA JIMÉNEZ es guionista y cantante en la banda riot grrrl Las Odio. En la actualidad desarrolla contenidos de ficción en la productora Capitán Araña y da clases de guion en UNIR y en la escuela de cine y televisión Septima Ars.