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Yo, y mi yo, y mis zapas: una oda merecida al chándal

  • ¿Somos menos clasistas ahora con la forma de vestir de los demás o seguimos juzgando por las apariencias?
  • No tengo ni para pipas pero sí para unas Air Max de 150 euros: ¿se ha convertido el chándal en algo elitista?

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Yo, y mi yo, y mis zapas: una oda merecida al chándal

Sábado, seis de la tarde. Barrio de La Latina de Madrid. Has quedado con tus compañeros de la universidad para tomar unas cañas (hablamos de 2018, cuando no existía el coronavirus) y te has puesto unos vaqueros porque vas al centro, que si hubieras quedado en tu barrio en el Bar de Paco, sabes que no te hubieras quitado el chándal. De repente, aparece la glamurosa de tu clase que vive a 5 minutos del centro y, para tu sorpresa, la tía se ha puesto el típico chándal de algodón gris. Pero eso no es todo; para rematar, lo ha combinado con una especie de americana. Y lo que es peor: un bolso, que no una riñonera.

"¿Os gustan mis nuevos joggers?" dice ella. "¿Joggers? Pero si es un chándal del Primark", piensas tú. Y resulta que, para más inri, se ha gastado 40 euros en unos pantalones básicos del Brandy Melville porque se los vio a una influencer y no veas cómo molan. "Luego soy yo la choni por ir a clase con mis pantalones de Adidas", piensas para tus adentros. Pues enhorabuena: a partir de ahora, ya no lo eres.

Del barrio a las pasarelas

El 2018 no solo fue el año en el que "los pijos" de las nuevas generaciones añadieron los joggers a su armario definitivamente, sino que fue también el año de los tacones y el chándal, de combinar vestidos y playeras y de ponerse sudadera y americana. El año de vestirnos malamente por excelencia, un año de mal querer. Y menos mal, porque ya cansaba aquello de salir de fiesta con zapatos teniendo las deportivas más cómodas del mundo en el armario, capaces de aguantar viento y marea toda la noche. Gracias, Rosalía, menos mal que llegaste tú, porque si hace falta me voy a bailar al fin del mundo con ellas y ya no hay nadie que me pueda mirar mal.

Y es que Dani Martín no era el único que quería entrar a un garito con zapatillas y que no le mirasen mal al pasar. Mientras antes era impensable irse a tomar una copa con las Air Force puestas, ahora uno puede ir, con toda la tranquilidad del mundo, a Los 40 Music Awards en chándal de algodón amarillo-mostaza a cantar "Tú me dejaste de querer". Porque ahora el chándal es lo trendy y las marcas de moda de lujo no pueden evitarlo: Chanel, Louis Vuitton, Gucci y demás parientes lejanos, han añadido en los últimos años el chándal, las deportivas y la riñonera, a sus pasarelas como última tendencia.

Pero, ¿acaso no saben ellos que en el sur de Madrid se lleva marcando tendencia desde el principio de los tiempos? ¿Acaso es menos legítimo el pantalón de algodón gris del mercadillo que el jogger de mil euros de la Paris Fashion Week? ¿Lo llaman "joggers" porque "chándal" no es lo suficientemente chic? ¿O porque les da vergüenza admitir que el chándal ha sido siempre un elemento cultural propio de la clase obrera? ¿De verdad ha tenido que llegar una multimillonaria como Kylie Jenner con unos joggers puestos para que se deje de lado el clasismo con el que se mira la forma de vestir de los demás? Y entonces, ¿al fin las chonis ya no son chonis por el simple hecho de vestir en chándal, o aún seguimos siendo superficiales?

Símbolo de la clase trabajadora

Realmente, nadie se ha podido resistir nunca al chándal a lo largo de la historia: desde Will Smith en El Príncipe de Bel-Air, hasta Lady Di visitando a las tropas británicas en la República Democrática Alemana, pasando por Chenoa en su portal llorando por Bisbal. Y como no, Madonna, que ya marcó tendencia en la élite musical con los outfits de su álbum Music, allá por los 2000, las propias Spice Girls o Britney Spears con su mítico "chandalismo" de terciopelo. Son muchos y diversos los momentos históricos que se han quedado grabados en el imaginario social de la gente con el chándal como protagonista, sin embargo, ese amor incondicional por la prenda viene de mucho antes, pues es en los ochenta cuando el chándal queda ligado oficialmente a la música y en especial a un género por excelencia: el hiphop.

El chándal (que no joggers), al igual que otros elementos como el graffiti o el breakdance, adquirió la connotación de humildad y se convirtió en todo un símbolo para la clase trabajadora. Los jóvenes de los barrios más humildes de Nueva York como El Bronx vestían con chándal y ropa ancha y pasó a ser todo un significante cultural para los b-boys. Prueba de ello son las películas como "Wild Style" de 1983, "Beat Street" de 1984 o la mítica "8 Millas", de 2003. Hasta los propios raperos de Run-D.M.C, una de las bandas más influyentes de los inicios del género en Estados Unidos, escribieron una canción llamada "My Adidas" como homenaje a su forma de vestir, donde rapeaban aquello de "hacemos buen equipo mis Adidas y yo". Y con el paso de los años venideros, el chándal se convirtió en una especie de "así soy yo: honrado, obrero y en ocasiones, pobre".

Capitalismo y postureo

Pero en 2021 parece que ya se ha dejado eso atrás del todo y, en paralelo a ese chándal barato que refleja todo un estilo de vida modesto, nace el chándal elitista e inalcanzable para muchos. Porque ahora quien va en chándal es porque puede permitirse unas Air Max de 150 euros, toda una paradoja entre lo humilde y campechano y lo caro y exclusivo. El capitalismo mete su garra más al fondo y se alía con el postureo para que tú, que si te preguntan tus colegas resulta que no tienes ni para pipas, te gastes tus ahorros en unas playeras caras o en un chándal trendy. Y para qué engañarnos: en el postureo caemos todos, o casi todos. Parece que la sociedad ha llegado a la contradicción de que, para dar esa imagen de humildad, tienes que vestir con un chándal de 200 euros y si no, no eres real. Porque "yo, y mi yo, y mis zapas" como forma de vida, casi como Violadores del Verso en "Ballantines".

Llegados a este punto, y ahora que el chándal tiene la aceptación de los diseñadores más importantes del mundo y llega a las pasarelas, ahora que lo visten las multimillonarias, ahora que se ha convertido en prenda universal y ahora que podemos elegir entre el chándal tirao y el chándal elitista... ¿Seguiremos señalando con el dedo por las apariencias? ¿Dejaremos de juzgar al de al lado por la forma de vestir? ¿O con más razón aún, crucificaremos a aquel que no lleve el chándal trendy y sí el del Primark? Y el gran enigma aún sin resolver: ¿Somos realmente menos clasistas ahora?