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Autora confesa de la muerte de su hija Yaiza, de 4 años: "A mi hija me la llevo conmigo, que para eso la he parido yo"

  • Cristina Rivas confesó la muerte de su hija Yaiza en mayo de 2021 y su intento posterior de suicidio
  • La vista ha acabado esta semana en la Audiencia de Barcelona y está pendiente de veredicto

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Juicio a Cristina Rivas, la mujer confesó matar a su hija Yaiza en Sant Joan Despí (Barcelona) para quien las acusaciones piden prisión permanente revisable.
Juicio a Cristina Rivas, la mujer confesó matar a su hija Yaiza en Sant Joan Despí (Barcelona) para quien las acusaciones piden prisión permanente revisable. (EP)

El futuro de Cristina Rivas está en manos de los 9 miembros del jurado, a los que hoy hacen entrega del objeto del veredicto. A ellos les ha explicado que la noche del 30 de mayo de 2021 dio medicamentos a su hija Yaiza, de 4 años. Durmió con ella. Por la mañana vio que seguía viva. La asfixió y luego se tomó pastillas para suicidarse. Y que lo hizo por la “rabia” que sentía hacia el padre. Yaiza murió. Ella no.

Como dijo el fiscal Félix Martín el primer día de juicio, “esto no va de si mató o no a su hija. Lo hizo. Ya verán que el debate se va a centrar en su estado mental en el momento de los hechos”. Y así ha sido. El resto, durante 6 jornadas, ha quedado meridianamente claro.

Los antecedentes

Cristina, que ahora tiene 38 años, y Sergio habían sido pareja cuando ella tenía 19. Se separaron. Volvieron después y Cristina se quedó embarazada. A los 2 años más o menos del nacimiento de Yaiza, ella le dejó. Y se fue a vivir con su madre Conchi a su piso de Sant Joan Despí mientras Sergio se quedó en Sant Boi de Llobregat. Les concedieron el régimen de custodia compartida de la niña. Semanas alternas. Ella admite que no lo llevaba bien.

Hubo dos circunstancias detonantes: Yaiza iría a la escuela que estaba en la localidad del padre. Y se enteró de que Sergio tenía una relación. En el juicio, el padre de Yaiza explicó que Cristina le acosaba para que volviera con él. Le llegó a decir que tenía cáncer de útero -era mentira-. El 29 de mayo le preguntó a Sergio qué haría si le quedaran dos días de vida, si dejaría que sus padres vieran a la niña y, según ella, le contestó que él era el padre y ya vería. En ese momento, admite la acusada, tomó “la decisión”.

Planificación

Según los investigadores, Cristina estuvo haciendo extracciones bancarias en billetes de 50 euros desde enero. Y dos meses antes del crimen hallaron numerosas búsquedas de información en sus dispositivos electrónicos. Todas relacionadas con la ingesta de medicamentos, suicidios, asfixia, magia negra, vudú, cartas de despedida… También leyó sobre asesinatos de menores a manos de sus progenitores. Sobre todo, sobre el asesinato de Gabriel Cruz, el caso del padre de Tenerife y el caso Asunta. Y se obsesionó con el documental de Rocío Carrasco. Eso les llevó a concluir que la acusada hizo las “búsquedas lógicas y racionales” de alguien que tiene un plan para llegar a un objetivo final. Los medicamentos los fue sustrayendo de la clínica en la que trabajaba.

El crimen: un homicidio y un suicidio

La noche del 30 de mayo se fue a dormir con la niña. Por la mañana del lunes 31 la abuela Conchi se fue de casa pronto. Por la tarde, Sergio fue a buscar a Yaiza al colegio, pero no estaba. Llamó a Cristina, pero no le contestaba. Llamó a la abuela Conchi, pero ella no sabía nada. Aunque algo se temió. Se fue directa a casa y, en la habitación, vio los dos cuerpos. “Perdone, señoría, pero lo que grité en ese momento fue hija de puta, ¿qué has hecho?”, musitó sollozando en el juicio. Y añadía “no la perdonaré jamás, la odio”.  “No sé si me llamó ella o la llamé yo, pero la abuela me decía ‘están muertas, están muertas’”, explicó Sergio.

Los policías llegaron. Describen la escena como “pulcra, ordenada pero, a la vez, macabra”. Los dos cuerpos en la cama. Muchos blísteres. Y, en la mesita, sobres con cartas manuscritas por Cristina. No dudaron que estaban ante un homicidio y un suicidio, que no había intervenido una tercera persona. Oyeron un ruido. La mujer no estaba muerta. La trasladaron al hospital.

Allí, ya recuperada, confesó. “Dijo que dio pastillas a la niña y que por la mañana la vio dormida, cogió una bolsa de plástico y la asfixió. No me pareció que estuviera arrepentida”, afirmó una de las enfermeras en la sala. Los mossos, que ya la estaban custodiando, le comunicaron que estaba detenida: “se limitó a girar la cabeza”, confirmó un agente. Ingresó en prisión, donde está desde entonces.

La autopsia confirma que Yaiza murió por asfixia mecánica esa mañana, entre las 8.50 h y las 11.50 h. En esas horas, Cristina hizo una decena de llamadas y gestiones, entre ellas, darse de baja del parking.

Las cartas de suicidio

Dejó 4 cartas de despedida, una encima de otra: a su madre, a Sergio, a su padre y a su abuela.

“Es tanto el odio que siento por el padre de mi hija que por su culpa me quito la vida y no pienso dejar que se quede con ella porque la he parido yo y me la llevo conmigo (…) Una vida de mierda con su madre y una vida maravillosa con su padre no lo podía permitir”, escribió a la abuela Conchi. En el sobre había 112 billetes de 50€, 5.600€ en total. Y una tarjeta bancaria con el pin.

“Aquí tienes lo que te mereces porque has hecho que me quite la vida y sé que te alegrarás de mi muerte, pero vas a llorar la muerte de mi hija, de tu hija Yaiza" , dejó escrito para Sergio.

A su padre le dejó preparada la documentación para que pudiera hacer el cambio de nombre de su coche. Según su defensa, este hombre marcó su vida de pequeña porque maltrataba a la madre.

Transcripción de la carta que dejó la acusada para el padre de su hija

Transcripción de la carta que dejó la acusada para el padre de su hija

Maldad o trastorno mental

Todos los testigos coinciden: Cristina es una persona reservada pero nada más. No seguía ningún tratamiento. Para la abuela Conchi y para Sergio es, además, "mentirosa, manipuladora y narcisista". Antes de los hechos no tiene ningún informe psicológico ni antecedentes clínicos.

Los peritos de los juzgados han asegurado que Cristina no padece ningún trastorno mental, ni patología, ni enfermedad, ni siquiera depresión profunda. Que no está desconectada de la realidad, sino que sabe lo que ha hecho. Que no tiene delirios. Que no tiene empatía ni remordimientos. Que mata de manera calculada y fría.

El perito de parte defiende que Cristina es una persona triste, que se siente sola, con miedo a perder a su hija. Que todo eso le provoca ansiedad y depresión. Que percibe la realidad como hostil. Que sufre delirios. Que intentó un suicidio ampliado. Que sí padece un trastorno de la personalidad.

Para el fiscal, Cristina es “maldad”. Lo que hizo no se puede llamar violencia vicaria porque esta, según la ley, es una forma de violencia machista. Pero insiste el fiscal que en este caso el fin era el mismo: hacer daño al padre matando a la hija. La acusación particular, la abogada Mireia Gómez, incide: “la tristeza y la rabia no son una licencia para matar. Y porque sea una mujer la que ha matado, no hay que caer en la tentación de pensar que debe estar loca. No. Recuerden que pudo echarse atrás por la mañana, pero no lo hizo. Mató a Yaiza”.

La defensa de Cristina, sin embargo, argumenta que sufría un miedo insuperable a perder el rol de madre y que actuó guiada por la ofuscación: la única solución a su vida era “matar a la hija y matarse”.

Peticiones de pena

Las acusaciones piden prisión permanente revisable por asesinato con alevosía y han añadido al final de la vista un delito de maltrato psicológico al padre de Yaiza.

La defensa pide la absolución o alternativamente una pena por homicidio, pero que cumpla en un lugar distinto a la prisión. Alega eximentes de trastorno mental transitorio y miedo insuperable. Y atenuantes de confesión, colaboración con la justicia y obcecación.

Cristina se ha pasado las 6 jornadas sentada inmóvil en la misma posición, con la cara ladeada, escondida tras el pelo. Escribiendo notas de tanto en tanto para sus abogadas. Tres años después ha dicho que está arrepentida y ha pedido perdón. De su familia, solo su padre la visita en prisión los fines de semana. En cambio, su madre, la abuela Conchi, cada semana va a ver a su nieta. Al cementerio.