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El idilio entre el teatro de Calderón y las obras barrocas del Prado: "Pintaba con la palabra"

  • El museo y la Compañía Nacional de Teatro Clásico presentan la ruta Calderón y la pintura
  • Un camino de tres niveles para redescubrir la pintura barroca, vía los textos del dramaturgo

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Las 17 citas de Calderón de la Barca están diseminadas por las salas del museo
Las 17 citas de Calderón de la Barca están diseminadas por las salas del museo

Si lo pensamos detenidamente pocos autores como Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) encajan al milímetro en el maridaje entre pintura y dramaturgia.

Calderón idolatraba el arte, en especial a Velázquez, y son múltiples los guiños en sus autos sacramentales como El pintor de su deshonra o Darlo todo y no dar nada, era un coleccionista más que aceptable- en su testamento se han identificado más de 60 cuadros-, y entre sus amigos se contaban numerosos artistas.

La fusión se ha hecho carne en el Museo del Prado con el itinerario Calderón y la pintura. Un camino de varias capas conceptuales para ser paladeado sin prisas, fruto de la colaboración entre la pinacoteca y la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Su director, Lluís Homar, vio clara la lucidez de Calderón en su acomodo natural en el santuario de El Prado, que ha consagrado la primavera al barroco y alrededores. De hecho, el pintor, escenógrafo y arquitecto Herrera "el Mozo", al que el museo rescata en una exposición, colaboró estrechamente con el autor de La vida es sueño.

El embrión de la idea del recorrido echó andar en 2020, como recuerda Homar, y ha desembocado en un proyecto “arduo, complejo y riguroso” en sus sutilezas. Incluye una selección de 17 citas imbatibles de obras calderonianas diseminadas por la salas de la pinacoteca:

"La violencia sobra donde la costumbre falta" (Amar después de la muerte) o "Los colores ya son retóricas frases" (La fiera, el rayo y la piedra), son algunas de las pinceladas.

 Sala 9. "Calderón y la pintura". Museo Nacional del Prado

Se añaden a pinturas del barroco de la colección permanente comentadas en cartelas especiales, que conectan con las inquietudes del siglo XVII. Se mezclan a través de la mirada de los pintores y de las reflexiones del dramaturgo en una época movediza.

“Parte de nuestras misiones con el Siglo de Oro es colocar a sus autores, como Calderón, en el sitio que le corresponden al igual que Lope de Vega. Teníamos la referencia de Molière en Francia y de Shakespeare en Inglaterra como ejemplos que trascienden lo teatral. En el siglo XVII si hay dos cosas importantes son el teatro y la pintura", afirma Lluís Homar, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

"Pero llegar al Prado es una ventana abierta al mundo porque 10.000 personas pasan por aquí cada semana y siete días aquí sería como llenar el Camp Nou”, alaba sobre la necesaria proyección.

Reflexión sobre la felicidad o la ensoñación

Entre las muchas pinturas diseccionadas se hallan Vanitas, de Andrés Deleito, que hila con el teatro de Calderón porque avisa de la temporalidad de las recompensas; El sueño de Jacob, de José de Ribera, sobre los estados alterados de conciencia, una de sus temáticas fetiche o Marte, de Diego de Velázquez, en el que se iluminan los claroscuros de los resortes del poder, ya que cabe recordar que fue dramaturgo oficial de Felipe IV, al igual que Velázquez fue pintor de Corte.

“Calderón pintaba con palabras y hay muchas resonancias con la pintura del siglo XVII en un iluminismo interior que es fascinante”, explica Xavier Albertí, uno de los comisarios de la ruta.

En este contexto superlativo se han grabado seis piezas visuales a cargo del propio Homar, Beatriz Arguello, Rafa Castejón, Natalia Huarte y otros intérpretes, en las que interactúan con las obras en un juego de influencias mutuas vía fragmentos declamados de textos calderonianos. Una pura delicatessen de belleza y pensamiento. (Los videos se proyectarán diariamente en la Sala de Conferencias del edificio Jerónimos hasta el 10 de septiembre).

El escritor, poeta y sacerdote madrileño se anticipó a todas las transformaciones, señalan los expertos desde las entrañas de su ideario. Manejó la simbología como instrumento de trascendencia, es decir, fábulas y mitos influyen en una realidad ensanchada. Para Calderón de la Barca, el arte condiciona la vida y construye la memoria colectiva.

Presentación de la exposición

Un hombre observa el cuadro Vista de Zaragoza de Juan Bautista Martínez EFE/ Javier Lizón

Más una carga de profundidad de fondo que resuena actual y que invita a la reflexión al visitante como es la idea de felicidad que vinculaba a la libertad. Una toma de conciencia de la identidad del individuo en un universo con jerarquías tambaleantes y materialismo descollante.

“Entiende la diferencia entre sueño, realidad y espacios históricos. En estos momentos donde tanto se habla de inteligencia artificial da lugar a repensar. Calderón y la pintura barroca española, u otros pintores como Rubens, son grandes pensadores de la modernidad”, añade Albert Arribas, otro de los comisarios.

Son los mimbres de un gigante del pensamiento teológico y sociológico, reconocido por Goethe y Schopenhauer, que avanzaba en sus líneas de Andrómeda y Perseo que “Sueñe o no, me basta ser hijo de mis delirios para emprender cosas altas”. Perlas de sabiduría que ya se pueden disfrutar entreveradas con las piezas maestras de El Prado.