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Los "tesoros" de las colecciones privadas de Miró o Tàpies salen a la luz: "Eran un espejo de su creatividad"

  • Una exposición en CaixaForum Madrid emerge las colecciones de diez artistas
  • Un recorrido por piezas desconocidas: desde arte africano a rollos de caligrafía oriental

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La exposición 'Dioses,magos y sabios' se acompaña de piezas de las colecciones particulares de los diez artistas
La exposición 'Dioses,magos y sabios' se acompaña de piezas de las colecciones particulares de los diez artistas

Afirmaba el pensador Walter Benjamin que se trata de un misterio si es el coleccionista el que habita en las cosas o si, por el contrario, son las cosas las que están vivas en él.

Una pizca de esta idea anida en la acumulación de trofeos por parte del pintor Luis Feito. Vivía rodeado de una cascada de máscaras africanas, iconos religiosos orientales, piezas esquimales y artesanía norteamericana de plata.

Al autor del grupo El Paso le embelesaron las kachinas, figuras cosmogónicas del pueblo indio que descubrió en los 70. Adquirió copias en Estados Unidos pero al no encontrar las originales, moldeó su propia versión y las diseminó por las habitaciones de su hogar. “Soy un acaparador porque no busco las piezas, compro lo que encuentro”, autoanalizaba acerca de su propia pulsión.

Luis Feito. Pintura número 367, 1962. Colección Fundación La Caixa.

La exposición Dioses, Magos y Sabios en CaixaForum Madrid (hasta el 20 de agosto), permite asomarnos a un trocito de este espacio acotado de las colecciones privadas de diez artistas plásticos: Rosa Amorós, Miquel Barceló, Georg Baselitz, Luis Feito, Joan Hernández Pijuan, Manolo Millares, Joan Miró, Susana Solano, Hiroshi Sugimoto y Antoni Tàpies.

Atesoraban desde máscaras africanas, en una cultura que reverenciaron los vanguardistas a principios del siglo XX como punta de lanza de la modernidad, a caligrafía oriental o arte prehispánico canario.

“Realmente sabemos muy poco de las vidas privadas de los artistas y han sido muy generosos porque nos han dejado escoger, tanto ellos cómo las personas que se encargan de sus legados”, explica Àngels de la Mota, una de las comisarias de la muestra.

En la mayoría de los casos son piezas inéditas de arte no occidental, que dialogan con obras de los mismos creadores pertenecientes a los fondos de la Fundación La Caixa. Una triple retroalimentación-también espiritual- en un recorrido de ida y vuelta con explosión de matices.

Una influencia de ida y vuelta

Aunque Joan Miró no se consideraba estrictamente coleccionista, le atraían objetos del arte popular que le inspiraban como los “curritos” o “títeres” de varilla en los que se basó para pintar los muñecos de gran formato de la obra teatral Mori el Merma de la compañía La Claca.

Representada en 1978 en plena Transición es una alegoría sobre la muerte de Franco trenzada narrativamente con el tirano de Ubu rey, de Alfred Jarry. Miró pintó una a una estas figuras antropomórficas que nacen de sus dibujos. Una joya que se puede contemplar en la exposición.

Rosa Amorós, 'Pou', 1987. Piedra refractaria y gres. Colección Fundación La Caixa.

Desde otro ángulo, casi era inevitable la admiración del pintor-poeta por la simbólica caligrafía oriental, en trazos rastreables en sus visuales litografías de la serie homenaje a Joan Prats.

Un influjo que también atrapó a Antoni Tàpies que cultivaba su “espíritu de sabiduría” en los rollos de pintura china de la dinastía Song que poseía. El eco aparece en la monocromía y el vacío místico de Gris con trazos negros, n.º XXXIII.

El relámpago en la creación es meridianamente claro en la colección del pintor Joan Hernández Pijuan. Engloba piezas arqueológicas escogidas con mimo bajo el filtro de su óptica personal. Emergen una fusión en sus paisajes que representan culturas lejanas: viajamos de China a los antiguos fenicios pasando por Australia.

“Es muy curioso porque cuando Hernández Pijuan empezó a coleccionar objetos aborígenes australianos u oceánicos, él ya tenía básicamente todo su cuerpo de trabajo realizado, lo que descubrió es un lugar donde reconocerse en un espejo de creatividad. Es distinto al caso de Susana Solano cuya selección se basa en sus viajes a África y América y cada escultura corresponde a una vivencia. Son experiencias”, comenta la experta.

Manolo Millares. Aborigen Nº3. Pictografía canaria, 1952. Colección particular.

Por su parte, el grabador canario Manolo Miralles plasmó en sus primeras pinturas de los 50 la geometría y los colores de barro de la cerámica guanche, de la que reunió una pequeña muestra que acoge el Museo de Arte de Canarias. Es casi como si abriéramos una rendija a los yacimientos que nos conducen a los “estratos ocultos” de la personalidad de cada autor y sus aristas.

¿Qué representaban para ellos las estatuillas y máscaras? La respuesta podría hallarse en la reflexión del filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard: “El entorno de objetos privados y su posesión es una dimensión tan esencial como imaginaria de nuestra vida. Tan esencial como los sueños”. Uno de los principales estímulos para el desarrollo del arte del siglo XX que ahora atraviesa la burbuja de la esfera íntima.