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Fernando Aramburu: "Es sano satirizar el totalitarismo"

  • El escritor donostiarra presenta su último libro, Hijos de la fábula
  • Vuelve al País Vasco tras Patria con una sátira sobre dos aspirantes a terroristas

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Fernando Aramburu: "Es sano satirizar el totalitarismo"

Fernando Aramburu ha atravesado el éxito monumental de lectores de Patria (2016), que retrataba la herida social del terrorismo en el País Vasco, para voltear de nuevo la mirada a su acervo personal de "gentes vascas normales y corrientes de mi tierra" en una continuidad lógica que acomete en su última novela, Hijos de la fábula (Tusquets), primer título de una nueva serie aún por perfilar que aterriza tras Los vencejos (2021).

El viraje calculadísimo lo encontramos en el tono porque el escritor enfoca desde la sátira: "a partir de ese absurdo inicial, hay un desarrollo narrativo que es racional y que por fuerza es humorístico", asegura sobre la historia de dos jóvenes candidatos a terroristas de ETA, Joseba y Asier, que se enrolan en la banda al filo de la declaración del alto el fuego en 2011.

Escondidos-sin armas- descolgados y muy muy perdidos en una granja de pollos en Francia, deciden continuar la "lucha" por su cuenta rebosantes de ideología pero con cero recursos útiles, en una ficción paródica con referentes literarios de calado.

Fernando Aramburu presenta 'Hijos de la Fábula': "Me interesa la gente de mi tierra y esta novela forma parte de una serie que he titulado como 'gentes vascas'" - Escuchar ahora

En Hijos de la fábula resuenan ecos directos del teatro del absurdo de Esperando a Godot de Samuel Beckett, "los personajes se aburren y hacen rutinas en un sitio que no les pertenece", gotas de El gran dictador de Chaplin en la mofa del poder, más el espejo antibelicista y kafkiano de la novela Las aventuras del buen soldado Švejk (1923), del autor checo Jaroslav Hašek, relata Aramburu en la presentación este miércoles del libro en Madrid.

"Me parece sano satirizar sobre el totalitarismo", afirma sobre las escenas disparatadas en las que se ven envueltos los protagonistas y que empapan la novela. Un toque cómico ante el que Fernando Aramburu sintió "vértigo" de que no se entendiera y aplicó su propia salvaguarda moral.

"No quiero causar daño a quién sufrió por eso se lo comuniqué a una víctima del terrorismo para ver si le resultaba aceptable. No sacar a las víctimas en el libro me dejó manos libres para la sátira".

Preguntado sobre el riesgo ante el salto caústico en su libro sobre el entorno de ETA, Aramburu aclara con contundencia. "No voy a prescindir de mi historia personal aunque me pongan a caldo. Soy un tocapelotas. Mis novelas son de convivencia de gente que vivió a la vez que yo. No sabría hacer una novela negra, pero pongo a dos vascos en el monte y se de lo que van a hablar (...) si yo tuviera miedo a la hora de escribir me dedicaría a otra cosa".

Personajes con ecos quijotescos

El escritor donostiarra, afincado en Alemania desde hace 30 años, ha impregnado de forma inconsciente a estos dos aspirantes a terroristas de un fuerte aroma quijotesco en sus desventuras, aunque admite que la fuente de "picaresca" que "le marcó como un hierro candente" fue la lectura del Lazarillo de Tormes.

"Forma parte de mi ADN porque mis orígenes son humildes e ingresé directamente en la literatura a través de los clásicos.  Es mi manera de ver la vida. El pobre que intenta salir del pozo social".

"A estos dos personajes les tengo simpatía aunque no conviviría con ellos, pero me dan mucho juego literario como entes de ficción que son", apunta sobre Joseba y Asier que viven en su propia "fábula" del relato independentista que les han inoculado, aunque el autor cree que en la actualidad las "cosas han cambiado" en el País Vasco y muchos jóvenes desconocen quién era Miguel Ángel Blanco.

Otro de los escollos que encaró Fernando Aramburu es el preciso engranaje de la "personalidad del libro" en una artesanía experimental en la que tuvo "dificultades" para "escribir sencillo". El resultado de la técnica invisible es un ritmo vertiginoso y unos dialógos punzantes en un ping pong frenético que creó con "el freno echado". "No hay ninguna frase con más de un verbo, pero no quería una sucesión de telegramas".

El gérmen de Hijos de la fábula prendió en su mente a la vez que Patria cuya escritura arrancó con el fin de ETA en 2011, Aramburu se cuestionó qué ocurriría si algunos comandos no estuvieran de acuerdo y decidieran actuar por su cuenta. Años después la idea sale a la luz conformada en un libro bajo la evolución de los tiempos, pero con una máxima subyacente que iluminó su pluma.

"Hay una frase de [Fernando] Savater que es un lema para mí. 'Aspirábamos a sobrevivir a los terroristas para después reirnos de ellos'", concluye entre la vorágine de la promoción en la que asume resignado que siempre se le etiquetará como el autor de Patria.