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Análisis | Guerra en Ucrania

El dilema de Putin un mes después de la invasión: ¿puede aguantar una guerra larga?

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El presidente ruso, Vladímir Putin, en un concierto para conmemorar el octavo aniversario de la anexión rusa de Crimea
El presidente ruso, Vladímir Putin, en un concierto para conmemorar el octavo aniversario de la anexión rusa de Crimea

La invasión rusa de Ucrania comenzó hace un mes y el avance del Ejército de Moscú se ha estancado, a pesar de que el plan original del presidente Vladímir Putin era un ataque relámpago. De momento, parece que las tropas rusas no están cerca de la victoria. Ahora tienen como objetivo inmediato tomar la ciudad portuaria de Mariúpol, que está rodeada por las fuerzas rusas, pero también intentan hacerse con el control de la capital ucraniana, Kiev.

Moscú ha intensificado sus ataques contra civiles, algo que, según el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Nebrija, Carlos López, “obedece al fracaso de la concepción inicial de la guerra”.

El catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide, Manuel Torres, afirma a RTVE.es que Rusia tiene ahora el dilema de ir a más en sus bombardeos contra ciudades y localidades ucranianas o llegar a un acuerdo que le salve la cara.

La posible inevitabilidad de que Rusia tome Kiev

Un mes después de iniciar la invasión de Ucrania, las tropas rusas se han hecho con el control de Jersón y siguen bombardeando a diario ciudades como Járkov, la segunda más grande del país. El Ejército ruso aumenta sus esfuerzos por tomar la ciudad portuaria de Odesa, que registró este lunes su primer ataque desde el 24 de febrero, y Mariúpol, que las fuerzas rusas no han logrado conquistar a pesar del ultimátum que Rusia dio a Ucrania para que entregara la ciudad. Aunque funcionarios del Gobierno estadounidense llegaron a pronosticar que Kiev caería tan solo unos días después de que comenzara la guerra, la capital ucraniana sigue resistiendo al avance de las tropas rusas.

Manuel Torres asegura a RTVE.es que “si la operación se prolonga en el tiempo”, la caída de Kiev “es inevitable”, aunque subraya que “no va a suceder en los próximos días”. “El avance ruso se ha estancado. Ahora le está costando mucho más trabajo seguir avanzando y está a mucha distancia de Kiev. Con lo cual, lo que tienen por delante es una guerra de avance casi lineal, de ir tomando progresivamente terreno”, detalla Torres.


Tanto el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Josep Puigsech, como el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Nebrija, Carlos López, coinciden en que la caída de Kiev parece complicada.

“Kiev tiene sobre todo un papel simbólico central, pero en un término geoestratégico, tiene un lugar secundario”, indica Puigsech. “Nos queda la incógnita de saber cuál es el operativo específico de Rusia. Lo que estamos viendo es que donde se está poniendo el acento por parte de Rusia es en el control de la salida al mar de Azov y al mar Negro”, añade.

Rusia no está cerca de la victoria

El plan inicial del presidente ruso era llevar a cabo una guerra relámpago en Ucrania. El ex viceministro de Asuntos Exteriores ruso Andrei Fedorov llegó a decir que la orden inicial de Putin era “completar la operación militar con una victoria para el 2 de marzo”. La resistencia de las tropas ucranianas ha ralentizado el avance ruso y desmoronado los propósitos de Putin.

En este sentido, el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia, Frédéric Mertens de Wilmars, cree que Rusia ha cometido tres errores estratégicos fundamentales: “no tiene unas fuerzas tan eficaces como pretendía tener, Putin pensó que no iba a haber una resistencia fuerte por parte de Ucrania y sobre todo de la población civil, y el tiempo, ya que el Estado Mayor le recomendó atacar más tarde, a lo largo de la primavera, pero Putin no ha querido esperar”.

Torres opina que “Rusia empieza a percibir que el desplome de la resistencia ucraniana no se va a producir de forma inmediata”. El profesor señala que la resistencia cada vez irá a más “porque a medida que aumenta el sufrimiento, la muerte, la destrucción… la determinación de la gente para sumarse a la lucha también aumenta”. Por esta razón, si las fuerzas rusas toman la capital, Torres advierte de que la guerra adoptaría una forma de “guerra de guerrillas”, algo que señala que “tampoco es una buena noticia para Rusia”.

Desde la caída de Putin a una guerra de guerrillas, ¿qué puede pasar en Ucrania?

El apoyo de los países occidentales al Gobierno de Kiev y las sanciones impuestas contra Rusia también han modificado el cálculo estratégico de Moscú, ya que “ha aumentado el coste para Putin en esta aventura militar”, según explica Torres. “Lo que está por ver es si ese coste ha llegado a un nivel inasumible para el régimen de Putin y si le va a forzar a buscar una salida negociada o, por el contrario, puede tener un efecto contraproducente de que Putin entiende que su capacidad de disuasión va vinculada a que tiene que ser el triunfante de Ucrania”, añade.

Por su parte, el profesor de la UAB cree que esta situación “va a fortalecer a Putin a corto plazo”. “Una dinámica muy habitual de las guerras del siglo XX y las pocas que hemos visto en el siglo XXI ha sido el fortalecimiento de los protagonistas del conflicto a través de un discurso ultranacionalista”, indica Puigsech, quien añade que “Putin es sinónimo de estabilidad, ha conseguido estabilizar económicamente y políticamente a Rusia y tiene un apoyo social”.

El dilema de Moscú

El presidente ruso no ha logrado su objetivo de llevar a cabo una guerra relámpago y establecer un Gobierno títere en Ucrania. Putin tiene ahora dos opciones: multiplicar los bombardeos y los ataques o negociar con Ucrania una posible retirada de sus tropas.

A juicio del catedrático de la Universidad Pablo de Olavide, Putin tendrá que enfrentarse al dilema de “ir a una negociación para intentar salvar la cara y obtener algún tipo de cesión que le permita vender internamente que esta intervención ha merecido la pena” o “embarcarse en una guerra a largo plazo donde hay que combatir palmo a palmo”.

Frédéric Mertens de Wilmars cree que Putin “no tiene voluntad real de buscar una salida negociada”. “Si negocia sería como volver al punto cero, remontar a 2014, cuando Crimea fue anexionada. Negociar sobre estos puntos para Putin es ir hacia atrás”, añade.

Representantes de Ucrania llevan varios días negociando una solución que ponga fin a la guerra. La delegación de Moscú exige el reconocimiento por el gobierno de Kiev de la anexión rusa de la península de Crimea, la independencia de Donetsk y Lugansk, y la neutralidad de Ucrania a cambio de detener su ofensiva militar. Kiev, por ahora, solo aceptaría renunciar al ingreso de la OTAN.

El profesor López señala que, por cómo han evolucionado las conversaciones, a Rusia “le va interesando más entrar en una negociación y no demorar demasiado encontrar una solución negociada con el Gobierno ucraniano”, aunque advierte de que “da la impresión de que esa salida negociada todavía está lejos”. “Es verdad que el Gobierno Ucraniano ya ha dado el paso de reconocer la infactibilidad de la adhesión a la OTAN a corto o medio plazo, pero no da la impresión de que sea fácil llegar a un acuerdo”, asevera.

El aumento de los ataques contra civiles, la última carta de Putin

Las fuerzas rusas han intensificado sus ataques contra civiles. La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas ha informado de que, desde que comenzó la guerra, han muerto más de 900 civiles en Ucrania. Además, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos 62 hospitales y otros centros sanitarios se han visto afectados por los ataques. El Derecho Internacional establece que las instalaciones sanitarias deben ser protegidas incluso en tiempos de conflicto.

La mayoría de los expertos coincide en que Rusia ha aumentado la intensidad de su agresión debido a su limitado margen de maniobra y la resistencia por parte de los ucranianos. “Posiblemente Rusia esté intentando jugar ya la última carta de aumentar el nivel de violencia con bombardeos contra población civil y un nivel de destrucción en las ciudades que se resisten a ser tomadas, por si eso genera un efecto de pánico que llegue a otros centros de población que puedan ser asediados”, explica el catedrático de la Universidad Pablo de Olavide.

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Sin embargo, el profesor Josep Puigsech opina que a Rusia “no le interesa transmitir una imagen de la utilización de los recursos militares de forma indiscriminada, ya no solo de cara a la imagen internacional, sino de cara a sus propios ciudadanos”. “Las imágenes que vemos en los últimos días de bombardeos de centros comerciales no ayudan a esa perspectiva”, recalca.

El temor a la voluntad rusa de expandir su zona de influencia

Varios países del este de Europa han acusado a Putin de querer revivir la Unión Soviética y han expresado su temor a que Rusia continúe lo que está haciendo en Ucrania en otras repúblicas que pertenecieron a la antigua superpotencia.

Torres señala que “está justificado el temor a la posibilidad de que Rusia decidiese ejercer esa voluntad de mantener una zona de influencia”, pero recalca que “eso no necesariamente se hace con operaciones militares a gran escala como la que estamos viendo, sino también imponiendo acciones de desestabilización a través de operaciones de influencia”.

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En este sentido, Mertens de Wilmars indica que “la cuestión es saber si, al invertir tantos esfuerzos militares, financieros y políticos a nivel de Ucrania, Rusia tiene la capacidad de actuar de la misma forma en Moldavia o Georgia”.

El profesor Carlos López explica que en el caso de países plenamente integrados en la Alianza Atlántica, como las repúblicas bálticas, “es un escenario impensable porque implica teóricamente la activación del artículo 5 del tratado de Washington”. “Estaríamos hablando de una guerra a gran escala que implicaría a la OTAN, aunque luego habría que ver cómo sucedería en la práctica”, añade.