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Grandes hitos de la escena internacional tras la caída del Muro

  • Hemos visto desaparecer el Pacto de Varsovia y ampliarse la OTAN
  • También ha caído el apartheid en Sudáfrica y la dictadura de Pinochet
  • Rusia y EE.UU. siguen sin fiarse el uno del otro

Por
Peerson passes by installation Border of Light along former Berlin Wall location in Berlin
Histórca pintura del Muro que representa el exlíder soviético Leonid Brezhnev besando a su homólogo de Alemania Oriental Erich Honecker

“Mister Gorbachov, open this gate, Mr Gorbachov, tear down this wall!” (“¡Señor Gorbachov, abra esta puerta. Sr Gorbachov, derribe este muro!”) exhortó el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, al de la Unión Soviética el 12 de junio de 1987 junto al muro y la puerta de Brandemburgo. Dos años después el muro cayó La frase no refleja una relación directa de causa efecto, pero sí aquel mundo bipolar Este-Oeste, aquel duelo de titanes que controlaban el mundo, partido en dos mitades que rivalizaban y al mismo tiempo se apuntalaban.

En aquel año de 1989 cayeron los regímenes comunistas de Europa del Este como una hilera de fichas de dominó, a una velocidad trepidante. Empezó en Polonia y le siguieron Hungría, Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia y Rumanía. En menos de un año Alemania se reunificó y la Comunidad Europea aceptó sin trámites el ingreso de Alemania del Este. Dos años después de perder sus satélites empezó el desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Años de inestabilidad y reajustes

Ante la euforia desatada por aquella ola de libertad y democratización algunos analistas advirtieron de que al equilibrio de los dos bloques le seguirían años de inestabilidad y reajustes, como las capas tectónicas después de un terremoto. En agosto de 1990 Irak invadió Kuwait lo que llevó a la Guerra del Golfo. En junio de 1991 empezó la tragedia de las guerras de Yugoslavia. Y la guerra ha vuelto a nuestras fronteras en Ucrania.

25 años después de la caída del muro debatimos si a la bipolaridad, a la que siguió la “unipolaridad” de los Estados Unidos, le ha sucedido ahora una multipolaridad o una “apolaridad” o estamos aún en el proceso.

En estos 25 años, y los 23 desde la disolución de la URSS, hemos visto desaparecer el Pacto de Varsovia y la OTAN, lejos de disolverse, se ha ampliado integrando a países del este, antiguos enemigos, para irritación de Rusia, un proceso en paralelo a la ampliación de la entonces Comunidad Económica Europea de 12 miembros a la hoy Unión Europea de 28. La crisis/guerra de Ucrania es aún un capítulo de ese proceso.

Hemos visto el fin del apartheid en Sudáfrica, en un continente donde los Estados Unidos ya no se enfrentan al comunismo soviético, sino a la rivalidad de China por los recursos naturales.

Hemos visto acuñar el término Chimerica para explicar la relación de simbiosis entre los EEUU y China: China necesita el mercado estadounidense para sus productos y los EEUU necesitan que China le siga comprando su deuda. Siendo Secretaria de Estado Hilary Clinton justificó su “tibieza” con China diciendo que es difícil ponerte chula con tu banquero.

En Sudamérica hemos visto caer la dictadura del General Pinochet en Chile y la democratización, cuando menos formal, del subcontinente y crearse una alianza (ALBA) de países gobernados por dirigentes hostiles a los Estados Unidos.

Los Estados Unidos han pasado en estos 25 años de liderar en solitario un “nuevo orden mundial”, tras la Guerra del Golfo, a reivindicar el aislacionismo para volver luego a involucrarse militarmente a Europa (en la guerra de Yugoslavia), para luego volver a prometer aislacionismo justo antes de liderar dos guerras que han sido dos grandes frustraciones: Afganistán e Irak. Los EEUU han llegado a la conclusión de que el mundo es demasiado grande para que ellos asuman ser el policía global y reclaman más implicación económica y militar de socios como la Unión Europea. Para la oposición republicana y para más de un líder mundial, no sólo Vladímir Putin, el presidente Barack Obama encarna la debilidad actual de los EEUU. Unos EEUU que intentan evitar meterse en más guerras, dan por descontado el apoyo –aunque a veces crítico- de Europa y se han volcado en las potencias emergentes, sobre todo de Oriente.

Los atentados del 11-S han sido la primera gran manifestación de cómo han cambiado las amenazas a la seguridad. No son ejércitos de Estados, sino organizaciones como Al Qaeda y más recientemente el Estado Islámico, que obligan a replantearse las formas de combatirlas.

Rusia, del declive a la reivindicación

Rusia (matriz y heredera de la URSS) ha pasado de una década de declive y humillación con Boris Yeltsin a otra de nacionalismo y reivindicación de mayor peso en la escena mundial con Vladímir Putin, renacimiento facilitado por los ingresos del petróleo cuyo precio pasó de menos de 20$ el barril en 1992 a más de 120$ en el verano de 2008.

En cuanto a la relación de los dos titanes de la guerra fría, nunca han terminado de fiarse el uno del otro y el nivel de colaboración ha variado en función de las circunstancias. Los momentos más críticos han sido los bombardeos contra la Yugoslavia de Milosevic en la guerra de Kosovo (1999), y la guerra de Georgia (2008). Y todo va muy rápido: hace solo un año el pragmatismo obligaba a los EEUU a contar con Rusia en las negociaciones con Irán y la guerra civil de Siria, pero la crisis de Ucrania ha vuelto a tensar la cuerda de las declaraciones y las sanciones recíprocas entre Occidente y Rusia.

Las grandes instituciones internacionales nacidas tras la Segunda Guerra Mundial, como el Consejo de Seguridad de la ONU (sus cinco miembros permanentes con derecho de veto), el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial ya no reflejan el mundo actual y son tal vez el reflejo de una paradoja: algunas transformaciones se suceden cada vez más rápidamente mientras que otras se resisten ancladas en ese pasado reciente.

* Anna Bosch ha sido Corresponsal de TVE en Moscú, Washington y Londres