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Un poco de luz más, más, ahí lo tenemos y por pedir luz dos raciones, mucha encontramos en esta edición de arco, obras que sin la luz no serían nada, ventanas por las que entra esa luz. La luz es vital en el arte, ella o su ausencia forman parte del ADN de una creación. Sea pintura, escultura, instalación, fotografía, vídeo dibujo o grabado, de todo encontrarán en este enorme mercado en el de este Dalí, su millón cuatrocientos mil euros solo está alcance de unos pocos, un Dalí de los años 40, cuando la luz americana entró en la vida del artista.

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¿Cómo hablar de un artista tan relevante como Chillida y esquivar la nostalgia, la hagiografía o la alabanza grosera?

La obra de Eduardo Chillida conserva intacta su vitalidad, nos invita a una experiencia sensorial de primer orden, contiene una sensualidad agazapada y portentosa.

Así que nuestra intención es mantenernos sencillamente en actitud de escucha, agudizar el oído hasta apreciar los matices de la música callada que habita el hierro, el alabastro o el papel de sus esculturas. Ser consecuentes con esa danza de formas y entregarnos a filmar las huellas presentes, las palabras de los que vivieron muy cerca de él, las interrogaciones que nos plantean sus obras, la sombra luminosa y terrible que deja a su alrededor un artista desaparecido.

A los 19 años, Eduardo Chillida (1924-2002) era un atleta superdotado encaminado a convertirse en leyenda del fútbol. Pero una lesión brutal durante un partido le apartó para siempre del deporte profesional. Nadie excepto Pilar Belzunce, su compañera de vida, sospechaba en aquel momento que el joven portero de Hernani se disponía a reescribir su destino y a morir unas décadas más tarde como uno de los mayores escultores del siglo XX.

Lo Profundo es el Aire no es una biografía convencional, sino una evocación poética y trepidante de un artista incomparable. Un personalidad que sigue viva a través de sus obras, de sus ocho hijos y de algunos de sus más estrechos colaboradores.