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La lucha contra las mordeduras de serpiente

Unas 2,7 millones de personas son víctimas de mordeduras de serpientes venenosas cada año. Las serpientes matan a 40 veces más personas que las minas explosivas y dejan un número de discapacitados 60 veces mayor.

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El coordinador de MSF en la región de Paoua explica cómo no manipular una serpiente muerta.
El coordinador de MSF en la región de Paoua explica cómo no manipular una serpiente muerta

Aún no amanece en los campos de sorgo que rodean la ciudad de Abdurafi, en la remota región de Amhara (Etiopía), cuando cuatro temporeros ya se internan en el cultivo para comenzar a recoger el cereal. Esta zona, cercana a las fronteras de Eritrea y Sudán, es conocida por sus tierras fértiles en las que abundan granjas donde se produce también sésamo y algodón. Aunque los trabajadores agrícolas, que acuden a menudo de otras partes del país, la conocen mejor por la veintena de especies de serpiente venenosa que allí habitan.

Toda la parte derecha de mi cuerpo empezó a paralizarse

"Una noche fui a recoger unos tallos de sésamo, pero una serpiente se había metido dentro y me mordió en la mano", relata Shambre Nigusa, un hombre de 31 años que lleva 11 trabajando en las granjas de Abdurafi. "Toda la parte derecha de mi cuerpo empezó a paralizarse. Logré caminar hasta la ciudad y allí pregunté por la clínica de Médicos Sin Fronteras, donde había asistido a una sesión de informativa sobre las mordeduras de serpiente. Me dieron un antídoto y enseguida empecé a mejorar. Ahora ya estoy recuperado; he vuelto a trabajar", asegura.

Los migrantes son los más vulnerables a las mordeduras de serpientes. MSF / SUSANNE DOETTLING

Shambe Nigusa es una de las 2,7 millones de personas a las que las serpientes venenosas muerden cada año. De estas, 100.000 mueren y 400.000 quedan con alguna incapacidad de por vida, como trastornos hemorrágicos, insuficiencia renal o las consecuentes a la amputación de algún miembro. Comparado con las minas explosivas, las mordeduras de serpiente matan 40 veces más personas y dejan un número de discapacitados 60 veces mayor al que provocan estos siniestros artefactos.

Los más afectados son también los más vulnerables

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recoge desde 2017 los envenenamientos por mordeduras de serpiente en su lista de enfermedades tropicales desatendidas. Y, según esta agencia de Naciones Unidas, se cobran más vidas que cualquiera de ellas.

Afectan a los más pobres de entre los pobres: agricultores que trabajan descalzos en los campos, personas que viven en zonas remotas y sin apenas acceso a servicios médicos, y desplazados y refugiados que huyen de la violencia y deben esconderse en zonas de maleza donde se encuentran estos reptiles. Entre todos ellos, los más vulnerables son siempre los niños, cuyos cuerpos, más pequeños, no son capaces de asimilar las cantidades de veneno que sí podría absorber un adulto.

Nicsonne Dadjam es atendido en el Hospital de Paoua. MSF / ALEXIS HUGUET

MSF atiende en sus clínicas a unas 3.000 personas al año por mordeduras de serpiente. La mayoría en África subsahariana, donde cada año mueren 20.000 personas por envenenamiento. Sólo en Abdurafi, MSF trató el año pasado a 647 pacientes. Y en Oriente Próximo, sobre todo en Yemen, donde la falta de investigación hace que se tenga que utilizar antídotos adecuados para África; pero no tan efectivos en ese país. Además, la inseguridad por el conflicto hace que las personas que han sido mordidas no siempre puedan llegar a los hospitales, lo cual puede traducirse en secuelas graves e incluso la muerte.

Workey Mekonen espera sentada en una de las camas del centro de MSF los resultados de sus análisis de sangre. La noche anterior, mientras dormía en el suelo de un cobertizo abierto donde se almacena grano, sintió un dolor repentino y penetrante en la frente. Se despertó y vio a una pequeña serpiente deslizándose rápidamente lejos del lugar. Cuando llegó a la clínica, su rostro estaba tan hinchado que apenas podía abrir los ojos.

Una paciente es atendida en Humera. MSF / SUSANNE DOETTLING

Workey es una de las muchas mujeres que acuden a los campos de cultivo de Abdurafi a trabajar. Desde que murió su esposo hace cuatro años, esta mujer acude cada año como cocinera de los trabajadores agrícolas mientras sus cuatro hijos se quedan con su hermana en Tigray, a medio día de viaje de los cultivos.

Los primeros minutos son críticos, es necesario un control exhaustivo para asegurarnos de que no hay intolerancia

Los resultados de los análisis están listos. No hay muestras de coagulación sanguínea, lo que indica que la serpiente es venenosa y hay que recurrir a un antídoto. se debe suministrar por vía intravenosa, por medio de un gotero y durante 140 minutos. "Los primeros minutos son críticos, pues es necesario un control exhaustivo para asegurarnos de que no hay intolerancia al medicamento", explica Estrella Lasry, especialista en Enfermedades Tropicales de MSF.

La sangre sin coágulos, síntoma de envenenamiento. MSF / SUSANNE DOETTLING

Pero la historia no siempre acaba bien. Sólo un 2% de las personas que sufren una mordedura de serpiente venenosa en África subsahariana recibe un antídoto y el tratamiento adecuado. El círculo vicioso que explica este hecho empieza por el precio de los antivenenos. Este varía, pero por lo general las dosis para un tratamiento completo suponen un desembolso de cientos de euros. "Por ejemplo, los tratamientos que utilizamos nosotros cuestan entre 30 y 300 euros por vial, y son necesarios un mínimo de tres viales por paciente", apunta Lasry.

El elevado coste, que por lo general debe salir del bolsillo de los afectados, hace que éstos recurran a medicamentos más asequibles: antivenenos por debajo de los estándares sanitarios y, por tanto, menos efectivos e incluso tóxicos. Como estos productos no tienen los resultados esperados, los afectados dejan de comprarlos y optan por los curanderos tradicionales de sus comunidades.

Al descender la demanda de antídotos, las autoridades sanitarias de estas poblaciones dejan de abastecer como debieran los centros sanitarios. A su vez, los trabajadores locales no reciben la formación adecuada que les permita diagnosticar un envenenamiento y llevar a cabo el tratamiento adecuado.

El doctor Ernest Nshimiyimana atiende a pacientes envenenados por serpientes. MSF / SUSANNE DOETTLING

Ese descenso de la demanda se da también a gran escala. Así, las compañías farmacéuticas evitan entrar en la producción de antídotos –o la abandonan– debido a que estos fármacos no generan ganancias suficientes. "Al haber menos fármacos de calidad el precio se incrementa y se cierra de este modo el círculo vicioso del que hablamos", apunta Lasry.

La información como herramienta de prevención

"Los curanderos tradicionales atan una cuerda en la extremidad (a modo de torniquete) o dan infusiones de hierbas para tratar las mordeduras. También cortan la piel alrededor de la herida para drenar el veneno. Es una práctica común y a menudo conduce a complicaciones e infecciones", dice el responsable de salud comunitaria de MSF, Yeshiwas Tesema. "Vemos muchos de estos casos en nuestra clínica y somos testigos de cómo un tratamiento tardío e inadecuado puede ser mortal o terminar en una amputación", añade.

MSF explica los riesgos a los trabajadores migrantes. MSF / SUSANNE DOETTLING

Tesema se encuentra en uno de los cruces que sirve de punto de encuentro a los trabajadores agrícolas con los contratistas. Da una charla a unos 200 hombres sobre los riesgos de las mordeduras de serpiente. MSF organiza regularmente este tipo de sesiones informativas. Allí se reparten folletos y se explica con detalle cómo prevenir las mordeduras y qué hacer en caso de que esto ocurra: llevar siempre una linterna en las horas de menos luz, usar botas o zapatos cerrado y acudir a un centro médico lo antes posible, entre otras medidas.

Somos testigos de cómo un tratamiento tardío e inadecuado puede ser mortal o terminar en una amputación

Manipular una serpiente muerta puede ser mortal. MSF / ALEXIS HUGUET

Los trabajadores migrantes son especialmente vulnerables a las mordeduras de serpientes. Trabajan durante la noche, descalzos, con sus manos como casi única herramienta. Los campos de sésamo son particularmente peligrosos: esta planta no crece muy alto, pero sí densamente, lo que los convierte en un escondite ideal para las serpientes.

Un migrante trabaja en el campo en Abdurafi (Etiopía). MSF / SUSANNE DOETTLING

"El trabajo que hacemos es difícil e irregular. Hay mucha presión sobre nosotros y seguimos trabajando día y noche para que nos paguen. No tenemos zapatos ni equipo profesional. Me protejo con unas zapatillas de deporte y eligiendo con cuidado el lugar donde descanso", cuenta Shambe Nigusa, el trabajador al que una serpiente mordió en la mano derecha cuando fue a recoger unos tallos de sorgo. "Sólo gano lo suficiente para sobrevivir. Pero es el único empleo que hay".

Shambre Nigusa logró recuperarse de la mordedura de una serpiente. MSF / SUSANNE DOETTLING

Falta financiación internacional

La OMS trabaja en una hoja de ruta que marca una serie de pasos para que las mordeduras dejen de estar en la lista de enfermedades tropicales desatendidas. La estrategia implementará pasos estratégicos en la prevención, diagnóstico, educación y monitoreo de la problemática.

No hay apenas financiación para la prevención y el tratamiento de las mordeduras de serpientes venenosas

"Pero los Gobiernos, tanto los de los países afectados como los de los donantes, deben respaldar política y económicamente este proyecto. No hay apenas financiación para la prevención y el tratamiento de las mordeduras de serpientes venenosas y esto debe cambiar radicalmente", señala Estrella Lasry.

Según MSF, para que esta hoja de ruta sea efectiva, debería incluir a una lista de antídotos de calidad disponibles y que éstos se suministren gratuitamente o a unos precios asequibles para las poblaciones más vulnerables. Además, el proyecto debería elaborar una especie de mapa con los puntos donde se producen la mayoría de las mordeduras de serpiente y detallar que qué antídotos y tratamientos son necesarios para cada una de ellas.

"Es necesario además, mantener reservas de antídotos y que los Gobiernos implicados inviertan en investigación y desarrollo para generar, entre otras cosas, mejores antivenenos", concluye Lasry.