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José Sacristán: "El éxito hay que saber manejarlo y si te trastorna es que eres un poco tonto"

  • El actor protagoniza Las furias, el debut cinematográfico de Miguel del Arco
  • "Para un actor la pérdida de la memoria es el final", dice de su papel de enfermo de Alzheimer
  • RTVE.es entrevista a los actores José Sacristán y Gonzalo de Castro

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José Sacristán y Miguel del Arco desatan 'Las furias'

A sus 79 años de los que lleva dedicados casi 60 a la actuación de manera profesional, José Sacristán (Chinchón, 1937) no había interpretado aún a un rey Lear o a un Macbeth, los personajes 'shakespeareanos' más golosos para cualquier actor. Pero en su última película, Las furias, este incansable actor se desquita gracias al personaje que le ha regalado el director y dramaturgo Miguel del Arco en su ópera prima cinematográfica.

En Las furias, que se estrena este viernes 11 de noviembre y cuenta con la participación de RTVE en la producción, Sacristán es Leonardo Ponte, cabeza de la familia Ponte Alegre, que se reúne en la antigua casa familiar antes de ponerla en venta durante un fin de semana en el que se van a repartir los enseres familiares y que el hijo mayor, Héctor (Gonzalo de Castro), aprovechará para casarse con su novia de toda la vida, Ana (Emma Suárez), aunque en la reunión familiar explotarán todo tipo de secretos y traumas familiares. La cinta, que se presentó en la pasada Seminci de Valladolid, cuenta también en el reparto con Bárbara Lennie, Alberto San Juan, Pere Arquillué, Mercedes Sampietro, Elisabet Gelabert y Macarena Sanz.

En esta película coral de tragedia clásica, Leo Ponte, un hombre que gozó de gran fama como actor, es ahora "un pobre hombre" que sufre Alzheimer y que la enfermedad le hace estar enajenado y que solo recuerda algunos de sus textos más famosos que no cesa de declamar: clásicos de Shakespeare y también de Calderón de la Barca y Lope de Vega. "Toda la influencia que él ejerce en la familia tiene que ver con su oficio de actor e incluso sus hijos se llaman como los personajes de las tragedias griegas. Es un poco el que propone el conflicto, con nombres y apellidos, y luego desaparece y es un testigo estúpido, mudo, de todo aquello, siendo el agente provocador", dice Sacristán a RTVE.es sobre su personaje, afectado de una enfermedad que cree la peor que puede afectar a alguien de su profesión -"para un actor la pérdida de la memoria es el final"-.

El éxito profesional de Leo Ponte, y también el de su exmujer, Marga (Mercedes Samprieto), marcará, hasta el punto de generarles serios traumas, la vida de sus tres hijos: Héctor, Casandra (Carmen Machi) y Aquiles (Alberto San Juan). No es el caso particular de José Sacristán, que se considera un "triunfador" y cuyo éxito "no ha supuesto mayores traumas" para sus tres hijos, asegura.

"La idea del triunfo en un país como el nuestro es una cosa doméstica, de andar por casa, te conocen en Logroño, en Pamplona… Pero creo que es una cosa que hay que saber manejar, y cuando la disfrutas está muy bien, pero si te trastorna es que eres un poco tonto. Si el éxito te amenaza o te influye creo que eres un poco débil de carácter", reflexiona el intérprete.

La familia y las furias

La familia es la familia. Hay que apechugar con lo que toca y hacer equilibrios entre las furias y el amor”, dice el personaje de Aquiles en un momento de la película que sintetiza su título mitológico y hace referencia a ese difícil equilibrio entre amor y rencores e iras entre los miembros de una familia.

"La familia es un conjunto de personas que, como no se elige cuando coincide que la gente que la integra está bien, pues está muy bien, y cuando no, es un infierno y lo mejor es desaparecer", señala el ganador del Goya en 2013 con El muerto y ser feliz cuando se le pregunta sobre el significado de la institución.

"La familia es un divertimento. Yo no quiero hablar de mi familia porque personalmente es complicado para mí, pero la familia es uno más de los enredos en los que uno puede entrar en la vida. Tú puedes elegir hacer un camino u otro, pero creo que la familia es un término demasiado poderoso, con demasiados flecos, pero en el fondo creo que es un tremendo laberinto donde uno se mete y poquitos salen", dice por su parte Gonzalo de Castro, que define a su personaje, Héctor, como "un hombre herido y sin futuro, pero tiene una furia por dentro pero también un profundo sosiego por el amor de su mujer".

Sobre esas furias y su existencia o no advierte el personaje de Leo, cuando aún está lúcido y vive momentos de éxito, a su nieta desde bien pequeña, traumatizándola de por vida: "Claro que existen [las furias]. Cuando alguien hace algo contra la familia, se introducen en su mente como un veneno hasta obligarlo a expiar sus culpas o enloquecerlo. Por eso hay que tener mucho cuidado con lo que uno hace con los suyos. Nunca sale gratis".

"Claro que existen, no es una invención. Y cada uno tienes las suyas y se maneja con ellas como puede", subraya Sacristán. Mientras, Gonzalo de Castro les pone nombres y apellidos: "La cólera, el odio, el rencor, la envidia... todo lo que nos hace menos humanos. Las furias duermen y se levantan contigo todos los días. Las españolez, que diría Ferlosio, somos el gran ejemplo de las furias, aquí la envidia corre a sus anchas y es el deporte nacional".

El debut cinematográfico de Del Arco

Pese a que el de Chinchón es un hombre eminentemente de teatro -ahora está de gira con Muñeca de porcelana-, no había coincidido con Miguel del Arco, uno de los dramaturgos actuales más importantes, en ningún proyecto teatral. "Pero ya conocía su carrera y había visto su obra, así que no me ha sorprendido nada su cordialidad, su amor, su templanza, su dedicación con los actores... Ha ocurrido lo que yo presumía que iba a ocurrir, el encuentro con una persona particularmente sensible e inteligente", asegura Pepe Sacristán.

Por contra, De Castro ha trabajado en varias obras teatrales del dramaturgo, al que considera "uno de los mejores directores" con los que haya colaborado, opinión que, recuerda, comparte la mismísima Nùria Espert. "Tiene un bisturí extraordinario para llegar a la médula de las cosas. Con el teatro, el director del Arco es un hombre con sosiego, sabiduría y tiempo para saborear y merodear el texto… El cine no te da ese tiempo. El cine es mentira. Como actor tienes que ir con el trabajo hecho y no puedes decirle al director que te dirija o que te dé una pauta. El director en cine está detrás de la cámara, tiene mucho de lo que ocuparse, está a todo y no está a nada, es el vértigo el que le lleva; en el teatro lleva el látigo. Pero creo que Miguel es ambidiestro, porque hace una cosa bien y la otra la hace mejor", asegura De Castro, que precisamente ahora protagoniza El idiota en el Teatro Pavón, propiedad de Del Arco.

Una de los agarraderos que ha tenido el director teatral en su debut cinematográfico con Las furias fue el que el equipo, durante las seis semanas de rodaje en Madrid y Cantabria, conviviera como una familia. Afortunadamente, las furias no se desataron.

"Los días en el cine son siempre largos, y más en una película como la nuestra, pobre en recursos, muy encorsetada en tiempos y en todo. Pero llegaba la noche y todos y cada uno nos reuníamos en una cena, igual que la que luego sale en la película, donde la risa, las anécdotas y todo era una comunión sabiendo que en ese barco, o remábamos todos, o no llegábamos a la playa", asegura un Gonzalo de Castro, que confiesa que no hace más películas "porque el cine no me quiere y no me llaman".

"No se desataron las furias, al contrario, nos hemos reído muchísimo. Y ahí debo señalar la generosidad de Gonzalo de Castro porque nos ha hecho reír en ocasiones de hacerse pis. Alberto y Carmen se hicieron pis literalmente. Ha sido una delicia", sentencia entre risas el maestro Sacristán.