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HISTORIAS DE LA CIENCIA

Euler, el matemático más prolífico de la historia

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A hombros de gigantes

Programa de divulgación científica. Es un espacio pegado a la actualidad con los hallazgos más recientes, las últimas noticias publicadas en las principales revistas científicas, y las voces de sus protagonistas. Pero también es un tiempo de radio dedicado a nuestros centros de investigación, al trabajo que llevan a cabo y su repercusión en nuestra esperanza y calidad de vida. Los viernes de 22:00 a 23:00 horas

El matemático suizo Leonhard Euler, nació en Basilea el 15 de abril de 1707. Fue el mayor y el único varón de tres hermanos. Su padre, Paul, fue pastor calvinista, y su madre Marguerite Brucker, hija de otro reverendo.

Con tan sólo trece años se matriculó en la Universidad de Basilea, y tres años más tarde obtuvo el título de maestro de Filosofía, tras haber realizado una disertación comparativa de las filosofías de Newton y Descartes. Además, como su padre era amigo de los Bernoulli, la famosa familia de matemáticos, el joven Leonhard recibió clases particulares todos los sábados por la tarde.

Euler, también estudió Teología, Griego y hebreo ya que su padre quería que fuera pastor siguiendo la tradición familiar. Pero su maestro, Johann Bernoulli, logró convencerle de que su hijo estaba destinado a ser un gran matemático. Y no se equivocó,.

En 1726 se doctoró con una Tesis sobre la Propagación del sonido y en 1727, con tan solo veinte años, presentó a la Academia de Ciencias francesa una memoria sobre la distribución óptima de mástiles y velas en los barcos. Aunque en esta ocasión no obtuvo el premio que concedía la Academia, sino sólo una mención honorífica, Euler consiguió ganar ese prestigioso galardón doce veces en ediciones sucesivas.

Como ya hemos contado en otro programa, los dos hijos de Johann Bernoulli, Daniel y Nicolás, trabajaron en la Academia de las Ciencias de Rusia en San Petersburgo. Cuando Nicolás murió de apendicitis y, Daniel tuvo que abandonar el departamento de Fisiología para sustituir a su hermano en el de Matemáticas y Física, no dudó ni un momento en recomendar a su amigo Euler para que ocupara su vacante. Sin embargo, justo el día en que llegó a San Petersburgo -el 27 de mayo de 1727-, falleció Catalina I de Rusia, la fundadora y protectora de la Academia. Esto no impidió que Leonhard tuviera una carrera brillante, y cuando Daniel Bernoulli regresó a Basilea, le sucedió como director del departamento de matemáticas.

Durante los 14 años que duró su primera estancia en San Petersburgo no tuvo un solo día de descanso. En ese periodo publicó más de un centenar de memorias y artículos sobre los temas más diversos, la gran mayoría de ellos publicados en la revista de la Academia

. También tuvo tiempo para contraer matrimonio en 1734 con Katharina Gsell, con quien tuvo trece hijos, aunque sólo cinco consiguieron llegar a la edad adulta.

Un año más tarde, la Academia de París propuso un problema relacionado con la rotación del Sol. Euler dedicó mucho tiempo a las observaciones y fue tal el esfuerzo que hizo que perdió la visión de su ojo derecho.

Su gran pasión era la suma de series numéricas

Durante su estancia en San Petersburgo se dedicó -entre otras muchas cosas- a su gran pasión: la suma de series numéricas llamativas, con resultados espectaculares.

En 1741, Euler abandonó la Academia San Petersburgo para aceptar el cargo ofrecido por Federico II el Grande en la Academia de Berlín. Durante 25 años vivió en la capital alemana, donde publicó más de 380 artículos. Además, fue tutor de la princesa de Anhalt-Dessau, sobrina de Federico, a quién escribió más de 200 cartas que más tarde serían editadas bajo el título Cartas de Euler sobre distintos temas de Filosofía Natural dirigidas a una Princesa Alemana. Es uno de sus libros más leídos y está considerado la primera obra divulgativa de física.

En 1744,  Federico II fundó la  nueva Academia de Ciencias y Letras de Berlín, de la que Maupertius fue su presidente y Euler el responsable de las actividades matemáticas.

El monarca prusiano le encomendó trabajos como la nivelación del canal Finow, instalaciones de juegos de agua, la dirección de una mina de sal, y diversas cuestiones financieras como la creación de montepíos de viudedad o juegos de lotería. Para ello, Euler dispuso de importantes recursos aunque apenas recibía ayudas para sus estudios matemáticos. Y es que el rey nunca terminó de congeniar con él. 

El rey se refería a él despectivamente como el cíclope matemático

Decía que era un filósofo anodino, incapaz de dar gracejo y prestancia a los salones cortesanos. Y se refería a él despectivamente como "el  cíclope matemático" (en alusión a la ceguera de un ojo). Además, el carácter discreto, retraído y familiar de Euler tampoco encajaba en la corte del soberano. Por este motivo, en verano de 1766 decidió volver a San Petersburgo.