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EE.UU. recibe con sorpresa el Nobel de la Paz a Obama

  • El país recibe con satisfacción y asombro la noticia
  • El premio llega cuando Obama no lleva ni nueve meses como Presidente
  • Uno de sus principales asesores dice que lo importante son las causas que defiende
  • La primera reacción republicana considera prematuro el premio
  • Obama tiene toda su agenda internacional abierta y todavía no ha conseguido ni un éxito
  • A pesar del reconocimiento internacional, crece la contestación interna

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La reacción unánime es de sorpresa y asombro. Obviamente, también hay satisfacción por el honor recibido. Pero nadie oculta que el premio parece ser prematuro.

Tanto como la hora en que ha llegado la noticia, que ha cogido a Estados Unidos durmiendo. De hecho, Obama no ha recibido la tradicional llamada telefónica para comunicarle el premio una hora antes de ser anunciado. Era de madrugada.

La primera reacción de la Casa Blanca es bien expresiva: "¡Guauuu!", ha dicho el portavoz Robert Gibbs. Luego, ya más formal, ha emitido un comunicado en el que señala que el Presidente ha recibido el premio "con humildad". 

Premio de consolación o de contraste

El analista político de los republicanos, Ed Rollins, ha sido explícito en su primera valoración: "estoy atónito". Asegura que "pensaba que el Nobel se concedía a alguien después de conseguir algo". Para apostillar con ironía que quizás el premio sea de consolación después de que Chicago perdiera la sede olímpica.

El primer peso pesado de la administración en ser entrevistado, uno de los principales asesores presidenciales, David Axelrod, ha señalado en la cadena NBC que el mundo ha premiado que Obama haya afrontado los principales desafíos desde el principio con su actitud característica: imprimir un giro para resolver los problemas y defensa permanente de las causas que abandera.

Abstracciones que no pueden ocultar la falta de logros concretos. Difíciles de exigir a un Presidente que apenas lleva nueve meses en el cargo. Axelrod no ha querido entrar a una pregunta mucho más interesante, si el premio se le concedía a Obama por el contraste con su predecesor, George W. Bush. El asesor presidencial la ha esquivado alegando que carece de datos sobre el proceso de decisión del comité Nobel.

Una agenda internacional por completar

Al margen de valoraciones, lo cierto es que Obama tiene toda su agenda internacional abierta. Ninguno de sus principales objetivos está completado. A la cabeza, el más espinoso y el que más premios Nobel de la Paz ha originado: la paz en Oriente Próximo.

Obama ha tendido la mano al mundo árabe y ha marcado un giro con respecto a Bush, pero de momento, sus iniciativas no han fructificado en ningún avance tangible entre israelíes y palestinos. De hecho, la administración se ha vuelta más tibia en una de sus primera exigencias: la congelación de los asentamientos judíos.

Tampoco ha logrado todavía ningún éxito en las dos patatas calientes que heredó de la anterior administración: las guerras de Irak y Afganistán. En la primera se ha ajustado al calendario de retirada pergeñado por Bush y en la segunda se encuentra en pleno debate sobre la estrategia a seguir y sobre si envía más soldados tal como le reclaman sus generales.

También está por ver cómo fructifica su iniciativa para un mundo libre de armas nucleares. De momento, ha conseguido desatascar las negociaciones con Rusia, gracias al desmantelamiento del escudo antimisiles en Centroeuropa. Pero ni siquiera se ha renovado el tratado START. Y en el otro fleco caliente, Irán, es cierto que por primera vez en 30 años ha reanudado el diálogo bilateral. Pero como en el resto, sin resultados concretos por el momento.

Prestigio fuera y contestación dentro

El premio Nobel a Obama también refleja el desfase entre Estados Unidos y el resto del mundo a la hora de valorar al primer presidente afroamericano. Fuera, su prestigio se mantiene intacto; las expectativas que generó su elección, su apuesta por el multilateralismo y el contraste absoluto con Bush siguen forjando la imagen del Presidente.

En casa, el cuadro tiene muchos más matices.  La popularidad de Obama ha caído en picado y en algunas encuestas suspende, lo que le convierte en el tercer presidente que más rápidamente ha perdido la cota del 50%.

Son muchos los problemas que han ido desgastando su imagen, pero destacan tres: el paro, que va camino del 10%; la guerra de Afganistán, donde sólo un tercio de los estadounidenses apoya el refuerzo de tropas; y la reforma sanitaria, donde la ausencia de opción pública en el proyecto del Senado ha enajenado el apoyo liberal, que fue clave para la victoria de Obama.