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Sigue la tensión en Egipto. En las últimas horas, al norte de El Cairo, una persona ha muerto y casi una veintena han resultado heridas por la explosión de una bomba en una comisaría de policia. En total, ya son doce los muertos y decenas de heridos, según el último recuento, en el marco de las protestas de los partidarios del depuesto presidente, el islamista Mohamed Mursi.

Cuatro heridos y siete detenidos es el saldo inicial de un enfrentamiento entre policías y manifestantes cerca del Palacio de Guanabara, donde ha tenido lugar la ceremonia oficial de bienvenida del papa Francisco, en la que han participado la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y otras autoridades. El papa llegó este lunes a Brasil donde participará durante una semana en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

Al menos una persona ha muerto y otras diez han resultado heridas en choques entre seguidores y opositores del depuesto presidente Mohamed Morsi junto a la plaza Tahrir de El Cairo, según fuentes de los servicios de seguridad.

La calma tensa de los últimos dias se ha roto. Pequeños grupos de islamistas se han enfrentado con fuerzas de seguridad en algunos de los puentes que cruzan el Nilo en El Cairo. Los islamistas insisten en que sus movilizaciones en apoyo dede Mohamed Morsi, el presidente derrocado, son pacíficas. De nuevo se han concentrado miles de personas. El secretario de estado norteamericano adjunto Willian Burst ha calificado como de "segunda oportunidad" el momento que vive Egipto hacia la democracia.

Las inmediaciones de un estadio de fútbol en Brasil se convirtieron hoy una vez más en área de conflicto entre la Policía y los manifestantes, que aprovechan la atención por la Copa Confederaciones para airear sus reclamaciones. Después de los graves disturbios ocurridos el miércoles en Belo Horizonte, donde se disputó el partido semifinal entre Brasil y Uruguay, hoy los enfrentamientos más graves ocurrieron cerca del estadio Arena Castelao, en Fortaleza y donde jugaban España e Italia.

Sao Paulo y Río de Janeiro, las dos mayores ciudades de Brasil, cedieron el miércoles a la presión de las mayores protestas en dos décadas y bajaron el precio del transporte público, que era la reclamación inicial de los cientos de miles de manifestantes que han salido a las calles desde la semana pasada.

Las autoridades locales se resistieron durante días a tomar este paso con el argumento de que tendrán que recortar inversiones y gastos social en otras áreas, como salud y educación, cuya mejora los manifestantes también reclamaban.

Al final, las protestas continuas han puesto a las alcaldías de Sao Paulo y Rio de Janeiro contra las cuerdas, después de que el martes una decena de ciudades, entre ellas capitales importantes como Recife y Porto Alegre, ya anunciaran bajadas.

Varias decenas de miles de personas han vuelto este martes a lanzarse a las calles de ciudades como Sao Paulo y Río de Janeiro para protestar por el alza del valor del transporte, criticar la corrupción y reclamar mejores servicios públicos, pocas horas después de las multitudinarias protestas que tuvieron lugar en la jornada del lunes.

A pesar de que la protesta, de nuevo, ha vuelto a iniciarse con carácter pacífico, un grupo de manifestantes ha atacado el edificio de la alcaldía de Sao Paulo, provocando que la guardia municipal se refugiase dentro del edificio.

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, ha dicho que "la voz de la calle tiene que ser escuchada" y que las multitudes que han salido a protestar en demandas de mejores servicios han "enviado un mensaje directo a los gobernantes".