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Grietas en las torres de la basílica de San Pedro: la "chapuza" de Bernini

  • En 1637, Bernini recibó el encargo de finalizar los campanarios de la Basílica de San Pedro
  • Tras la aparición de grietas en la construcción, hubo que desmontar las torres
  • "El condensador de fluzo" recorre las grandes chapuzas de la historia. Ya en RTVE Play

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El condensador de fluzo - Curiosidades históricas - Las grietas de la basílica de San Pedro

Gian Lorenzo Bernini ha pasado a la historia, merecidamente, como uno de los mayores genios del barroco, con obras como “Apolo y Dafne” o “El rapto de Proserpina”. Pero en su día, el maestro de la Roma barroca tuvo que lidiar con algunas personas que lo tacharon de ser algo "chapucero y mediocre” en algunos de sus trabajos como arquitecto. Entre ellos, se encuentran las torres de la basílica de San Pedro del Vaticano.

En enero de 1637, el artista recibió el encargo de terminar dos campanarios para la fachada principal de la basílica. El papa Urbano VIII solicitaba la edificación de dos torres que confirieran al edificio un carácter solemne, con unos campanarios que sirvieran para llamar a los fieles. Su antecesor en el proyecto,  Carlo Maderno,  ya había encontrado problemas de estabilidad en esa parte de la plaza, razón por la cual dejó los campanarios terminados, pero aquello no disuadió a Bernini, que decidió aceptar el reto y tomar el relevo.

Tras proyectar unos campanarios lujosos y de gran altura que enmarcasen la cúpula de Miguel Ángel y fueran visibles desde toda Roma, Bernini se puso manos a la obra, aunque no sin generar algunas dudas sobre el futuro de aquella construcción. Borromini,  entre otros, no veía claro el éxito de aquella obra: según el arquitecto, los campanarios eran demasiado pesados para los cimientos de Maderno, pero Bernini decidió hacer oídos sordos. Mala idea.

Durante las obras de la primera torre, los problemas comenzaron a salir a flote: los cimientos, efectivamente, no aguantaban el peso, provocando la aparición de las temidas grietas. El maestro decidió plantear un plan B: realizar la parte superior de las torres en madera,  con el fin de aligerar el peso. Su plan no fue aprobado por el papa Urbano VIII, obligándolo a seguir adelante con el mismo material, a pesar del mal pronóstico de aquella obra. Finalmente, cuando las grietas empezaron a poner en riesgo la estabilidad de toda la fachada, amenazando ruina, hubo que desmontar las torres. A día de hoy, no queda rastro de ellas. Miguel Ángel Cajigal "El barroquista" contó esta desafortunada historia en "El condensador de fluzo", en un programa dedicado a las grandes chapuzas de la historia, con otros conocidos ejemplos como la Torre de Pisa o la Línea Maginot. Si te lo perdiste, ¡ya puedes verlo en RTVE Play!