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Homenaje a Fernando de Giles

  • Compañeros y amigos recuerdan al periodista

Por
Fernando de Giles

Susana Jiménez Pons

Gracias por darme la oportunidad hace muchos años de trabajar en este programa tan especial, En Portada. Gracias por enseñarme tanto sobre este maravilloso oficio y por animarme a seguir en los momentos más duros, que los hubo y mucho.

Por seguir mi trabajo después de jubilarse en Televisión Española y de vez en cuando seguir dándome collejas por no hacerlo bien.

Porque hoy en Uruguay haciendo un reportaje, al enterarme de tu marcha, solo me dan ganas de seguir trabajando.

Porque Fernando, sobre todas las cosas, era el maestro de toda una generación de periodistas, de cámaras y realizadores, que soñábamos con hacer un buen reportaje.

Que el sueño siga Fernando.

Rafael Díaz Arias

Fernando era un gran reportero de la raza de Kapuscinski, de los que sienten las historias y empatizan con las personas, menos preocupados por la última breaking news que por el espíritu que palpita más allá del evento. Salió indemne de varias guerras, pero casi le cortan la cabeza (por lo menos un ministro así lo pedía) por un reportaje sobre el paro en el que en plena Transición dio voz a los desheredados de Andalucía.

Fue un honor trabajar a sus órdenes en el Área Internacional. El ritmo estresante de la Redacción no era su territorio, pero supo poner orden y tranquilidad y abrió un paraguas que nos protegió en muy difíciles momentos de interferencias espúreas. Supo defender a su gente y no fue su menor mérito lograr resucitar En Portada.

Giles siempre miró la realidad a través de dos ópticas, la del periodismo y la de la pintura. Su obra en el seno del grupo Tolmo es notable. Cuando dejó el periodismo se volcó en la pintura hasta que la enfermedad le privó de su exquisita mirada. Recuerdo sus revisiones de los grandes clásicos.

Fernando era un caballero en el porte y la conducta. Divertido, contador de anécdotas y cantante de boleros.

Allá donde esté seguramente estará discutiendo un reportaje con Jesús Mata. O puede que ya esté de nuevo pintando.

Paco Audije

Que quieren otra pieza de hazañas bélicas, como la del TD-1”, me dijo por teléfono Fernando de Giles. Donde nos encontrábamos, en algún lugar del centro de Albania, no había (oficialmente) tropas de tierra estadounidenses. Así que para demostrar la realidad, hicimos una entradilla con GIs armados hasta los dientes y caminando en largas filas, detrás de mí. Fernando, entonces Jefe de Internacional de los Telediarios de TVE, se burlaba así de los deseos de “hazañas bélicas”, según la expresión utilizada por el editor del TD-2, un tipo que no había salido nunca de Torrespaña.

Giles, por el contrario, había estado en todos los conflictos, desde Vietnam a América Latina; pero nunca presumía de ello. Y con sus silencios o sus frases cortas, con su sorna y su amistad tranquila, nos daba lecciones diarias de periodismo, de elegancia y de humanidad.

Me considero muy afortunado por haberlo encontrado cuando llegué a “En Portada” a finales de 1988. Entonces, él era subdirector y tuve la sensación de que nadie sabía escucharnos mejor a todos. Descubrí a un maestro a quien admirar por su cultura diversa y elegante. Y siempre me sentí protegido por su cercanía.

Me reía con sus latigazos verbales, que soltaba cuando era necesario. Y descubrí que detrás había alguien que manejaba el lenguaje y la poesía, que escribía guías de ciudades lejanas y que sabía cantar boleros, escribir buenas novelas y pintar cielos toledanos salpicados de rojo intenso. Una vez, ya retirado del periodismo, aún activo como pintor, fuimos a Segovia y se pasó el viaje cantando boleros a dúo con Paloma, mi mujer.

Revivo a Fernando con la mirada intensa que captó el fotógrafo Alberto Caballero. Lo remiro con sus amigos de Tolmo, con su boina en la cabeza. “Esperando la cena”, diría él. Adiós Fernando, no te lloraré más, que ya lo hice ayer con ganas y a ti no te gustaban esos excesos. Pero déjame acompañarte esta última vez por la memoria de esas cepas negras o marrones, que tú plantabas o pintabas con tanta fuerza. Déjame aprender de ti de nuevo. Permíteme caminar contigo -un minuto más- por el paraíso de tus campos amarillos.

Ángel Nodal

Fernando se ha ido. No sabría decir si era era mejor periodista que persona. En los años que le traté jamás le escuche una mala palabra de nadie, sencillamente porque era de los que no juzgan a las personas. Fernando se ha ido en silencio, poco a poco, adormecido por la enfermedad que te desliga del presente y te encadena al pasado. Me recuerdo muy joven ante la tele y la envidia y admiración que despertaba en mí cuando nos contaba los conflicto de medio mundo. Es uno de los padres fundadores del reporterismo internacional en televisión. Y lo hizo aquí, en nuestra casa. Tengo colgado en mi salón un cuadro de Fernando. Una vista de Toledo. Qué suerte la mía. Te recordaré a diario, amigo.

José Ignacio Iríbar

Me viene a la memoria el “primer” Fernando de Giles, el que conocí como espectador: el reportero de “En Portada”, “Primera Página”,… el que pilló la malaria buscando a John Garang en lo que hoy es Sudán del Sur. Luego, fue en Colombia, mientras Fernando cubría la ausencia vacacional de otro compañero de TVE, me abrió las puertas de la corresponsalía de par en par, sin saber entonces ninguno de los dos que, años después, él sería mi jefe y de su mano llegaría a México, como corresponsal. Y más tarde, mucho más tarde, descubrí que había “otro” Fernando de Giles, el poeta, el pintor, el integrante del Grupo Tolmo, el abrevadero artístico surgido en Toledo en los años 70, para acercar el arte más vanguardista que, entonces, se hacía en España. Todo son recuerdos, los mismos que el Alzheimer borró de su memoria en estos últimos años. Descansa en paz, Fernando.

Inmaculada León

El último recuerdo que tengo yo de Giles es de cuando se jubiló. Estábamos en el Canal 24 Horas y le regalamos un libro entre varios compañeros. Fue una muestra de nuestro sincero aprecio y le emocionó. Me dio mucha pena despedirme de él, pero supuse, como se supone siempre, que le seguiría viendo de vez en cuando. No fue así. Aun asumiendo que los años pasan y la gente no vive eternamente, hay pérdidas que entristecen más que otras y la de Fernando de Giles es muy triste.

Ana Romero

Conocí a Fernando de Giles hace 17 años. El Canal 24 horas daba sus primeros pasos y él era uno de los editores encargado de trabajar con muchos recién llegados a TVE. Yo era entonces presentadora de los telediarios de fin de semana. Cuando había una última hora, o cuando teníamos una conexión en directo complicada Giles siempre estaba allí para echarte una mano. Te explicaba las cosas con humor, le quitaba hierro a los errores y creaba siempre buen rollo a su alrededor.

Después, cuando Giles volvió a internacional y yo empecé a dirigir un programa de cultura, hablábamos de pintura, su otra pasión; del grupo Tolmo, del que formaba parte; de Toledo, de artistas contemporáneos a los que conocía y de los que contaba anécdotas. Escuchar a Fernando contar cualquier cosa era genial. No te soltaba la batalla del abuelo sino una historia viva, parecía que acaba de llegar del viaje de un mes por América con En Portada en los "buenos tiempos de la tele" o de Cuba, una país que conocía muy bien y sobre el que escribió una guía turística estupenda. En La Habana estuvimos juntos en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del 99. De aquellos días además del intenso trabajo, recuerdo sus canciones y el baile que nos marcamos el último día. Fernando de Giles era un compañero del que aprendí mucho, de periodismo y también de mirar la vida con optimismo y una pizca de ironía.

Beatriz Pérez Perea

Ayer cuando oí la noticia en el Telediario, me dió mucha pena. A Fernando yo le traté sobre todo durante los últimos años que pasó en esta casa. Era una persona amable con todo el mundo, divertido, buen conversador. Y ahora, al recordarle, creo que era una persona feliz.

Un fuerte abrazo a su familia.

Miguel Ángel de la Fuente

Estábamos en la cumbre del mundo. Solos ante el mundo y sus confines. Asistíamos a los coletazos finales de los talibanes. Estábamos en Hindu Kush. Y como Alejandro Magno siglos atrás, yo me sentía grande. Muy grande.

Fernando de Giles nos había enviado a Joan Marcet, Evaristo Canete y a mí a cubrir el avance de las fuerzas de la Alianza del Norte sobre Kabul. Aquello se asemejaba a algunas de esas batallas épicas a las que Hollywood nos tenía acostumbrados. Épica por lo que suponía alcanzar Afganistán por la ruta takika.

Cientos de periodistas esperábamos en el mismo lugar donde semanas antes habían asesinado a Ahmed Masud, el león del Panshir. Nos prometían helicópteros para viajar hasta su valle, el valle del Panshir, no lejos de Kabul. Allí aún había enfrentamientos. Las imágenes serían buenas y además podríamos enviar crónicas. En aquella época dependíamos de las grandes agencias para hacer llegar a Madrid nuestras historias.

Decidimos seguir adelante, convencidos de cruzar la cordillera. Logramos alcanzar su punto más alto después de cuatro días de viaje (250 kilómetros) en dos todoterrenos destartalados. Pero una descomunal nevada nos obligó a detenernos. Había que replantearse qué hacer. Regresar o alquilar mulas y caballos para intentar superar la nieve.

En esa tesitura, llamé a Fernando de Giles, entonces jefe de Internacional de los telediarios y por consiguiente quien debería tomar la decisión. Y qué difícil decisión a miles de kilómetros de distancia. Ahí encontramos a Fernando y su forma de ser. Su ánimo por la vida, su ilusión por la profesión y la amistad con la que nos trataba a todos los que trabajamos con él. No lo dudó. “Tirad adelante –dijo-, éste es uno de los viajes de vuestra vida”. Y así ha sido, al menos en la mía.

Y lo más importante para mí es que en la necesidad de apoyo y ayuda moral, cuando más se necesita un amigo al otro lado del teléfono, siempre encontrabas la respuesta que esperabas. La del jefe perfecto, el que te apoya, te ayuda y te anima.

Paz Alarcón

Fue un lujo trabajar contigo, Fernando. Siempre algo que aprender, siempre una historia distinta que contar. Una de esas personas que nunca olvidas haber conocido.

Jenaro Castro

Ruego hagáis llegar a la familia del maestro y compañero de batallas Fernando de Giles mi más sentido pésame en la certeza de que los momentos compartidos fueron una lección de profesionalidad y amistad. Un fuerte abrazo y mi respetuoso adiós a Fernando, periodista, pintor y, ante todo, persona.

Esther Vázquez

Fernando, no quiero decirte adiós. Porque sé que siempre estarás ahí.

Igual que en esos años, en los que tuve la suerte de que estuvieras al frente de la sección de internacional de los telediarios, ni un solo momento me sentí, entonces, a solas.

Tus consejos y la forma en que manejabas las situaciones más complicadas con tus típicas frases como "¡Nunca te quejes, está incluido en nuestro sueldo!", resuenan constantemente en mis oídos. Tu sentido del humor aderezado con una sutil ironía hicieron fáciles los momentos difíciles.

Si estaba de viaje y en algún momento me encontraba agobiada no dudaba en llamarte y charlar un rato contigo; al colgar el teléfono la realidad se había transformado, porque no solo tenías los pies en la tierra sino que además sabías cómo andar por cualquier camino.

Tu brillante carrera profesional nos queda ahí en los archivos, en los innumerables reportajes que nos has dejado. Tus viajes, tus entrevistas, tus escritos.

Tu sensibilidad ha quedado plasmada en tus cuadros y pinturas; esa, tu otra gran pasión.

Tu excelente ejemplo personal, de tan buena gente, amigo y compañero ,la llevamos cada uno de los que te hemos conocido bien en nuestros corazones.

Por todos esos maravillosos recuerdos que me has dejado nunca te diré adiós, Fernando.

Antonio Casado

Había visto muchos de sus reportajes, pero mi recuerdo fundamental de Fernando de Giles son los dos años que compartí con él en lo que ahora es En Portada; aquellos Reporteros de TVE, Primera Plana y finalmente En Portada.

Fue muy emocionante cuando Javier González Ferrari me dijo que trabajaría con Fernando en un programa de grandes reportajes. Como un sueño. Lo mejor no fue solo trabajar a su lado, sino poder aprender de un hombre capaz de conjugar el riesgo, la prudencia y el mejor periodismo; esto debe ser la excelencia.

Además tuve la oportunidad, también increíble, de conocer a Guardiola, a Paco Audije, a Liana de las Heras, a Pilar Requena y a gente magnífica. Un grupo de reporteros gráficos, que han hecho historia, contaban en la presentación del programa su experiencia personal. Todo, con el paso de los años, lo recuerdo con afecto, como un tiempo de aprendizaje y de conocer la mejor televisión. Y hoy especialmente mi recuerdo para Fernando.

Con cariño quiero expresar mi admiración por Fernando de Giles, un hombre bueno y un periodista excelente.

Manuel Román

"Parece ser que ha cundido el pánico. Por lo menos nosotros lo tenemos". El que hablaba así desde Uganda, en medio de un paisaje de desolación y soldados armados, era Fernando de Giles, un periodista que no tenía miedo a decir que tenía miedo.

Giles pintaba. Guardo en casa el catálogo de una de sus muchas exposiciones y vuelvo a ver sus cuadros. Pintura dura, sin compasión. Fernando era un pintor de emociones, un artista que sabía mirar lo que se esconde detrás de esa cosa aséptica llamada realidad. Como los buenos reporteros. Un expresionista, dirían los que saben.

"Víctima civil", "Fin de milenio: material clasificado para fosas muy comunes", "No nos moverán", "La gran amenaza".... Así titulaba sus cuadros.

Giles cantaba boleros. Y tenía la sonrisa fácil.

Podía decir en medio de una guerra "Parece ser que ha cundido el pánico. Por lo menos nosotros lo tenemos". Y sonreír después.

Ángel Navarro

Fernando, gracias, muchas gracias por haberme dado, en su momento, la oportunidad de hacer realidad el gran sueño que todos llevamos dentro. Luchaste para que yo trabajara como realizador junto a ti, ese hecho, supone uno de los mayores orgullos que tengo presente a lo largo de toda mi vida, saber que uno de los mejores reporteros de TVE y de este país, me había elegido para que formara parte de su equipo.

Confiaste en mí y me enviaste a algunos de los lugares más interesantes del mundo, tuve la oportunidad de conocer directamente desde jefes de estado a los ciudadanos más humildes, tanto de los países más ricos, como también, de los más pobres del planeta.

Recuerdo, como antes de partir de viaje, me decías que fuera consciente de la oportunidad que tenía de ser testigo directo de algunos de los acontecimientos que posiblemente cambiarían el rumbo de la historia. Como así ha sucedido con el paso de los años.

Estoy seguro, que en este tú último viaje, llevarás la mochila cargada del cariño de todos aquellos que hemos tenido la fortuna de trabajar contigo. Hasta siempre, maestro. Ángel Navarro.

Andrés Luque

Se nos ha marchado Fernando de Giles, uno de los grandes. Corría el año 1984 cuando empecé a trabajar como realizador en el programa En Portada. Yo tenía poco más de veinte años, muchas granas de comerme el mundo y muy poca experiencia. Me estrené en el Sur del Sudán, con Fernando de Giles como periodista, José Luis Márquez de cámara y Jose María Lapeña con el sonido. Un trío de "patanegras" con un novato. la experiencia para fue desastrosa. Yo no sabia lo que era una guerra, lo que era África y lo que era el miedo, y todo ello junto, hizo que a la semana de estar pasando penurias con los guerrilleros del Coronel Garang, me diera un ataque de pánico y no resistiera la presión. Recuerdo perfectamente las palabras de Fernando:"chaval, esto nos ha pasado a todos, tranquilo".

Yo regresé convencido que se había terminado para mi "En Portada", y Fernando se trajo una malaria, la segunda. Por poco le cuesta la vida. No me echaron del programa, muy al contrario Fernando le pidió a Pepe Abril que yo realizara su próximo reportaje. Desde aquel momento compartimos muchos viajes juntos. No recuerdo el número, pero en aquel tiempo me fue transmitiendo su buen talante, su ironía y su honestidad. Decía que el periodismo se aprendía en la calle y así me lo fue enseñando. Años después, volví al programa siendo él director y le pedí que "me diera una oportunidad" para poder escribir y no solo realizar. Me miró, me preguntó si estaba seguro de donde me metía y me encargó un reportaje.

Fernando no hablaba mucho, no hacía falta, nos entendíamos con pocas palabras y agradezco que fuera así. Aparentemente no se comprometía con los olvidados, "si te implicas, te puedes confundir" decía, pero cuando estábamos "jodidos" rodando a los desheredados, a los parias, a los que no tenían nada o lo habían perdido todo, en sus ojos siempre había un brillo que yo conocía bien, un ramalazo de rebelión contra lo que le tocaba contar, denunciar. Me miraba, encendía un cigarro y no decía nada. Los dos pensábamos que habíamos elegido el mejor oficio del mundo.

Se nos ha ido un gran periodista y un magnífico pintor, pero para mi, se ha marchado un maestro. Donde quieras que estés, "¡salud Fernando!".

Isabel de Haro Antequera

A finales de los 80 conocí a un pintor ilusionado, que junto a otros colegas, intentaba en aquel Toledo vetusto renovar la vida cultural de la ciudad. Fernando y el grupo Tolmo consolidaron un proyecto vanguardista muy alejado de lo que entonces se movía en la capital. Y en eso estaba la primera vez que hablé con él. Yo entonces una novata periodista que de mano del maestro recibía algunos trucos para sobrevivir escribiendo en provincias. Compartimos amigos y veladas. La última, cuando su memoria ya empezaba a fallar. Pero se negaba a olvidar a sus amigos y se resistía a no recordar que fue un reportero de mundo. Me decía "sabes que ahora que pienso menos pinto con mas libertad que nunca". Y nos reímos, nos reímos mucho. Esa es la imagen que quiero de él. Coni, su esposa ,me enseñaba ayer los renglones emocionados que habia escrito para despedirse de su Fer. Y me emocionaron tanto... "Nos dejas grandes lecciones de tolerancia, honestidad y coherencia acorde con tus principios... te despedimos como la persona que supo disfrutar siempre del momento presente sin agobiarse por el futuro". Grande Giles, muy grande.

Luis Pérez

Nunca hablé con Fernando de Giles. Nunca trabajé con él. Y sin embargo siempre me pareció un tipo cercano. Fue el jefe de muchos de mis compañeros cuando entré a trabajar en el Canal 24 Horas, en 1999. Fue el jefe de muchos de mis compañeros cuando años más tarde bajé a la redacción de Internacional de los telediarios. Todos esos compañeros, muchos de ellos amigos, hablaron sin tapujos de Giles. Y hablaron siempre para bien. De su formación, de su manera de estar, de su manera de entender las jefaturas. Hablo siempre de referencias, repito, desgraciadamente nunca hablé con él. Pero cuando decenas de personas, de varias generaciones, hablan bien de un periodista, poco más se puede añadir. Miento, hablé una vez, pero fue una conversación rara de un amante de Colombia, Giles, y de un recién aterrizado corresponsal en Bogotá. Tan rara me pareció que ese día me confirmaron que ya avanzaba su enfermedad. Me fastidia repetir aquel tópico tan manido de Kapuscisnki, pero Giles, por todo lo que me contaron, reflejaba a la perfección aquella cita del escritor polaco: "Para ser un buen periodista es necesario ser una buena persona". Giles, vete en paz, y pasea alguna vez por el cielo colombiano.

Pilar Requena

El destino, o quizás un último guiño tuyo cargado de ironía, ha querdio, Fernando, que tu muerte me haya pillado en Berlín y que no haya podido estar allí para darte mi último adiós. Pero quizás todo se deba en el fondo a no querer decirte adiós.

Y es paradójico también porque fue aquí, en Berlín, donde hice mi primer En Portada, en 1999. Todavía recuerdo el día en que me llamaste a la corresponsalía para decirme que querías un En Portada para el 9 de noviembre, el décimo aniversario de la caída del muro. Creo que era ya la segunda semana de septiembre, yo no llevaba ni un mes al frente de la corresponsalía, tenía un par de viajes por delante, además de cubrir los telediarios día a día. Ahora confieso que a punto estuve en uno de esos prontos a los que ya sabes tan dada soy de responderte con un "y yo quiero la luna, que lo haga tu tía", que era imposible cubrir la corresponsalía y además hacer un En Portada. Pero algo en tu voz, en tu forma de decírmelo, como siempre, me frenò y me dije a mí misma que si confiabas en mí, sería capaz de hacerlo. Y lo hice. Mi atrevimiento llegó a ser tal que en algún momento te comenté que pensaba que sería bueno coger un personaje como hilo conductor y que fueran los protagonistas, los alemanes, quienes contasen su historia, sin off, sin narración. Pensé que ibas a decirme que me olvidase, que si estaba loca. Pero tu respuesta, como siempre, fue: "adelante con ello". Y acabó siendo Una Historia del Muro, nuestra historia del muro, la tuya, la mía y la de muchos compañeros y excelentes profesionales de TVE.

No quise estar en la habitación del Adlon desde la que emitimos el telediario cuando todos os quedastéis viendo el reportaje en directo. Me fui, sentía pánico ante las posibles críticas. Cuando volví, me abrazaste y me diste un beso, no hacían falta palabras. Era tu forma de decirme: bien hecho. Nunca dejaste de apoyarme, no importaba lo que te propusiese, te peleabas si hacía falta con las alturas para que pudiese compaginar corresponsalía y En Portada, sabías lo importante que era para mí, En Portada era como una "droga" que me compensaba del tedio de las noticias del día a día. Así llegaron los reportajes de los cachorros del nazismo, del Papa, del euro, de una histoira de dos pueblos .... Supiste sacar de mí fuerzas e ilusión para más y más y, lo más importante, me dejaste trabajar con plena libertad.

Hoy escribo estas líneas con el corazón encogido desde la habitación de un hotel de Berlín, del Berlín en el que empecé también mi andadura como reportera de En Portada. Cuando uno de estos días pasé por la Puerta de Brandenburgo, te buscaré donde quieras que estés para decirte: "Hasta siempre, Fernando. Gracias por haber estado ahi"

María Oña

Nunca olvidaré su imagen de periodista de los de verdad, con sus tirantes bien colocados, su estilo único, su sonrisa pícara y cómplice, su sentido del humor... Como nunca olvidaré que cada vez que tenía una duda lo ametrallaba a preguntas, primero en el 24 horas y después en edición. Y siempre tenía la respuesta que necesitaba, corta, directa, oportuna...

Para rematar mi admiración y mi agradecimiento un día fui a Toledo a ver una exposición suya, atraída por el personaje que tan bien me había tratado, y comprendí que dentro de ese generoso corazón se escondía otro mundo, el de un auténtico artista. A partir de ese día me convertí en casi una espia, lo observaba desde lejos y desde cerca, y no dejé de hacerle preguntas pero reconozco que ya con una segunda intención: tener la oportunidad de conversar con él con la excusa de siempre. Seguro que se dio cuenta pero no le importó...Era un tipo elegante.

Hace unos años, estando con mis padres en Málaga, se les estropeó la tele, llamamos a un técnico, y llego un tipo joven y simpático. Fue tan amable que mi padre acabó contándole el chiste malo que siempre hace: "tengo una hija que trabaja en televisión y no tiene ni idea de cómo arreglarla"...Y cuál fue nuestra sorpresa cuando nos dijo que su tío, que ya estaba jubilado, trabajó en televisión española muchos años, "no sé si lo conocerás", me dijo, "se llama Fernando de Giles"...

Julia Donis

Le conocí en su última etapa profesional. Se acercaba a los 60 y se había apuntado a poner en marcha como editor el Canal 24 horas, entonces un experimento. Estuve en su equipo, un grupo variopinto de jóvenes con muchas ganas y corta experiencia. Pronto vimos que Fernando de Giles sabía mucho de internacional, pero además tenía un conocimiento enciclopédico de historia, cultura y pintura (otra de sus pasiones). Y te lo hacía saber como los maestros, sin ofender, y tirando de su sentido del humor.

Era en las comidas de equipo, algunas en su querido Toledo, cuando hablaba como el viejo reportero. Cuando nos contaba experiencias de sus viajes por Cuba, Colombia o África. Le escuchábamos embobados, con admiración. También salía entonces, el Giles exquisito, el diablo, que valora lo bueno de la vida porque lo ha catado todo y te lo transmite. Qué suerte haber trabajado con él. Lo pensaba entonces. Lo digo ahora.

Óscar Mijallo

Yo fui su becario. Él cogió un "juntaletras" recién salido de la facultad que comenzaba las prácticas en Televisión Española y empezó a guiarle por el enrevesado mundo del periodismo. Un camino que me llevó a la corresponsalía de Jerusalén, a Palestina, a Israel, a Afganistán, a Irán, a Siria, a Libia y a otros muchos lugares del planeta. Hoy, tumbado en la cama de mi hotel de Bogotá, me viene a la memoria su voz pausada al otro lado del teléfono, infundiendo tranquilidad cuando había algún problema. Si dudaba entre ir a cubrir los combates en la franja de Gaza o quedarme en Jerusalén, llamaba a Fernando; si no sabía como arreglar una discusión con el equipo en Iraq, llamaba a Fernando; incluso, cuando la soledad que a veces sentimos los enviados especiales o los corresponsales se hacía demasiado pesada, llamaba a Fernando. A veces, quien cogía el teléfono era la siempre amable Consuelo, su mujer, pero él siempre respondía.

Creo que, después de mi padre, Fernando es la persona a la que más consejos he pedido en mi vida y, cosas de la vida, con él me pasó lo que nos suele pasar a los hijos con los padres: que cuando cuando somos autosuficientes y ya no necesitamos sus consejos, empieza el distancianciamiento. Luego, cuando llega la muerte, nos damos cuenta. Es la segunda vez que me pasa.

Hoy, desde mi habitación de hotel, empiezo a echar de menos sus lecciones y su forma de enseñar y tratar con dignidad a los que empiezan, a los becarios. Sólo me queda darle las gracias por ser cómo fue, o cómo es, allí donde se encuentre.

José Ramón Patterson

No fumaba, o eso decía, pero cada vez que pasaba junto a mi mesa camino del despacho de edición o de vuelta de él - diez o doce veces al día, ya que era el jefe de internacional - se paraba y me hurtaba un Ducados. Así, pito a pito, le fui cogiendo cariño. Nunca se aceleraba ni perdía la compostura, ni siquiera en las a veces tensas reuniones de contenidos, como pude comprobar en las pocas a las que asistí, donde hacia gala de una proverbial capacidad para relativizarlo todo.

Recorría la redacción del Telediario de lado a lado con paso firme, sin prisa, con una mano en el bolsillo de unos pantalones sujetos por tirantes y en la otra uno de los pitillos que me había pedido a mí o a cualquier otro. Cuando lo conocí personalmente ya había dejado de ser reportero de guerra, pero aún demostraba su maestría al frente de un magnífico equipo de periodistas y del programa "En portada". Tras su retiro se dedicó a pintar, y lo hacía muy bien, como todo. Ha muerto hoy. Adiós, Fernando De Giles Pacheco; hasta luego, amigo.

Javier Sáenz

Hoy hemos despedido a Fernando de Giles en el Tanatorio de Toledo y allí he visto mucho amor en los rostros y en las palabras de todos los que han hablado. Un acto laico, sin ceremonial, "como era él" nos ha dicho Consuelo, que tanta cariño, cuidados y atenciones le ha estado dando en estos largos y duros años. Finalmente se ha ido, como le he escuchado decir, y casi cantar, más de una vez, "por la vereda tropical".

Hoy alguien ha recordado que fue lo que dijo también mientras dejaba atrás Torrespaña, su último día como trabajador de TVE. Me quedo con ese recuerdo, el de sus reportajes, sus preciosos cuadros, su ironía... Mientras suena un bolero y llega una brisa con el olor de la guayaba.

Alejandro Martínez

Fernando era como el personaje de su libro Habanera Nocturna, un bello poema narrado, que me regaló dedicado una noche en la que nos confesamos nuestros pecadillos. Uno suele juzgar a las personas tras un primer vistazo siempre equivocadamente, pero (y en esta conjunción adversativa está el cambio) tras aquella lectura y charla le he tenido por ese periodista de los que desgraciadamente apenas queda algún naufrago: agudo, entretenido, socarrón y sobre todo interesante y polifacético.

Jamás le vi enfadado aunque le dieran motivos, y su forma de caminar por la Redacción, quedo y observador, le retrataban como el sagaz reportero que todo lo escrutaba y analizaba. Al llegar a su mesa, echaba un sarcasmo que nos hacía sonreír. Me ayudó en todo cuanto pudo y siempre, siempre se portó excelentemente conmigo. Pero yo no fui la excepción, que el buen trato era su regla. Junto a él, en el área de Internacional y en En Portada pasé los mejores años de mi carrera. No te olvido,Fernando.