Desde el microcosmos cercano y familiar mediterráneo al gran fluir de la cultura danubiana, el “espíritu de los lugares” en la obra muchas veces sin género del gran escritor italiano Claudio Magris no ha dejado de reverberar, alumbrar y emitir señales, una y otra vez. De ofrecerse como metáfora y símbolo universal de muchas más realidades, remotas o no. “Algunos lugares –se dice en uno de los magníficos textos breves reunidos en su volumen Instantáneas, publicado como es habitual por Anagrama- forman a veces casi un todo con nuestras personas, son una modalidad de nuestra relación con el mundo (…) Lugares significa sobre todo personas, más o menos cercanas o casi desconocidas, pero en todo caso testigos, aunque parciales, de nuestro existir”.
Un existir que nunca dejará de ser completado, como se dice en el conjunto de relatos Tiempo curvo en Krems: en una inesperada second life, muchas cuentas pueden “quedar saldadas” años después. Si en aquel presente remoto que regresa “la vida estaba enturbiada por la angustia de vivir”, con los años posiblemente se pueden recuperar y ordenar “otras realidades” latentes, a la espera; realidades transfiguradas que aguardaban en el tiempo, tras un rosario de mudanzas.
