Nómadas   Qinghai: un hallazgo en las alturas 26/06/2016 56:06

Es la cuarta provincia más grande de China y, sin embargo, pocos aciertan a ubicarla en el mapa. La complicada orografía de la meseta Qinghai-Tíbet sometió durante siglos al aislamiento a este vasto territorio de 720.000 km2. Por fortuna el ferrocarril y el avión permiten hoy alcanzar sin mayor dificultad su capital, Xining, una importante parada en la Ruta de la Seda ahora embarcada en un furor inmobiliario que está sembrando de rascacielos residenciales las amplias avenidas de su extrarradio. Sin embargo lo más valioso de esta ciudad de frontera está en su centro, que preserva un latido genuinamente provinciano: gentes sencillas y alegres que disfrutan de los bailes públicos, el paseo vespertino junto al río o las compras en sus múltiples mercados callejeros. Porque Qinghai es una provincia de intercambios; en lo económico, pero también en cultura y espiritualidad. Taoísmo, budismo tibetano e islam conviven con total normalidad y enriquecen la vida de una sociedad multiétnica y tolerante. Conforme nos adentramos hacia el oeste –pese a los rigores de sus tres mil metros de media sobre el nivel del mar–, los cultivos van dando paso a la estepa entre montañas de cumbres eternamente blancas. Encontramos en nuestra ruta pequeñas poblaciones diseminadas, dedicadas fundamentalmente a la ganadería de vacas, ovejas y yaks en torno al mayor lago de China: el salobre Qinghai, el "mar verde" que da nombre a la provincia. La sal tiene aquí enorme importancia desde hace milenios; se extrae de yacimientos a cielo abierto como el salar de Chaka, el goce absoluto para los amantes de la fotografía de paisajes. Nuestro viaje también encuentra alimento para el espíritu en varios monasterios budistas que extienden su influencia como el aroma del incienso, el campanilleo de sus cilindros de oración o el hipnótico cántico de sus lamas.

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