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El patriotismo en España: orgullo nacional pero grandes diferencias en el apego a los símbolos

  • La vinculación emocional con la bandera o el himno presenta enormes diferencias por comunidades
  • Su uso en el franquismo también causó "rechazo" en la izquierda, pero los triunfos deportivos han "renovado" el patriotismo

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La bandera española volvió a extenderse en los balcones durante la pandemia
La bandera española volvió a extenderse en los balcones durante la pandemia

¿Es España un país patriota? ¿Nos emocionamos al escuchar nuestro himno o al ver la bandera? La respuesta es un gran depende. La rojigualda reaparece en balcones de buena parte del país cuando la selección de fútbol gana el Mundial, durante el 'procés' o la pandemia, pero en general los símbolos nacionales están lejos de despertar el mismo consenso que en países como Francia o Estados Unidos.

Según recogía en mayo el CIS, casi el 80% de los españoles están orgullosos de serlo, y más de la mitad de la población se siente tan española como de su comunidad autónoma. Comparado con otros países europeos, sin embargo, "no somos un país particularmente patriota", señala a RTVE.es Lluís Orriols, politólogo de la Universidad Carlos III de Madrid, si se compara con otros países cercanos, pero los números absolutos en nuestro país ocultan una realidad más compleja. "En gran parte se debe a que hay una enorme disparidad entre comunidades autónomas", aclara.

Mientras que la media de la UE de quienes se sienten vinculados a su país está en el 47%, aquí es algo más baja, del 42%, según la Encuesta Social Europea. Estamos lejos de Dinamarca (63,7%) o Portugal (56,7%), pero por encima de Alemania (34,6%), Reino Unido (29,7%) o Países Bajos (18%).

Hay importantes minorías que no se sienten identificadas con España como nación, aunque formen parte de su Estado

"Algunos observadores afirman que somos un país raro porque no todo el mundo se emociona con la bandera o el himno. Lo que ocurre es que España es una comunidad política multicultural y multinacional: hay importantes minorías que no se sienten identificadas con España como nación, aunque formen parte de su Estado. Pero esto también pasa en Bélgica, Canadá, Gran Bretaña, en Europa Oriental, etc. No nos hace necesariamente raros", apunta Xosé M. Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela especializado en nacionalismos.

Las causas: "conflicto centro-perifera" y "pasado dictatorial"

Las diferencias en el sentimiento nacional por comunidades en España es muy clara. Un 43% de castellanomanchegos y un 35% de extremeños afirman sentir una emoción fuerte al ver la bandera española, mientras que ese porcentaje se desploma al 8,1% en Cataluña y al 1,6% en el País Vasco, según concluía el CIS en 2017. Este "conflicto centro-periferia, particularmente activo en nuestro país", explica en gran parte que los índices de patriotismo sean bajos, subraya Orriols, mientras que la otra pata de esta explicación está en "el vínculo del nacionalismo con un pasado dictatorial", algo que ocurre en Alemania también.

Hasta hace poco había cierto complejo, sobre todo por parte de los ciudadanos identificados más a la izquierda, en identificarse tanto con el himno como con la bandera

"Hasta hace poco había cierto complejo, sobre todo por parte de los ciudadanos identificados más a la izquierda, en identificarse tanto con el himno como con la bandera", señala por su parte Núñez Seixas. A pesar de que ambos símbolos tienen su origen en el siglo XVIII -en época del rey ilustrado Carlos III-, fueron víctimas colaterales de la "hipertrofia simbólica" de la dictadura de Franco.

Esto provocó una reacción, a partir de la Transición, contra la rojigualda -que apenas se veía en las manifestaciones antifranquistas- y la Marcha Real por parte de la izquierda. Este sentimiento contrario "se ha evaporado bastante" en los últimos 25 años, con nuevas generaciones crecidas ya en democracia y con estos símbolos asentados, y gracias también a su "exhibición en manifestaciones deportivas", empezando por Barcelona 92 y siguiendo con los éxitos de la selección de fútbol, con las Eurocopas de 2008, 2012 y el Mundial de 2010.

El patriotismo "simpático" renovado gracias a la gloria deportiva

Para el historiador e hispanista francés Benoît Pellistrandi, los éxitos deportivos españoles en los últimos años "han renovado" el patriotismo en nuestro país, un patriotismo en cierta manera "superficial", ya que "no significa una adhesión política", sino que se basa en "ser compatriota del que gana 14 veces Roland Garros o de la selección española que gana el Mundial".

Además, según Pellistrandi, este patriotismo es "simpático", es decir, "no es un patriotismo excluyente, no es la expresión de una superioridad ni racial, ni intelectual, sino la celebración de un éxito".

No es un patriotismo excluyente, no es la expresión de una superioridad ni racial, ni intelectual, sino la celebración de un éxito

Pero aunque exista un mayor consenso que hace décadas, el uso abundante de la bandera en actos de los últimos años por parte de militantes de la derecha despierta de nuevo las "reticencias" entre personas de izquierdas a la hora de enarbolar la bandera, ya que se asocia con la ideología contraria, expone Núñez.

Otra cosa es el himno, que en el caso español tiene la peculiaridad de no tener letra, algo que aunque pueda parecer anecdótico, es importante. "Al no poderse cantar es difícil que cree emoción", explica el profesor de la USC, algo que incluso "los franquistas reconocían". La Marcha Real nunca llegó a tener letra oficial, a pesar del uso de los versos de Pemán, mientras que en los colegios se cantaba una versión religiosa, y en la Transición los militantes ultraderechistas optaban por el Cara al Sol, relata el también autor de Suspiros de España, un análisis sobre el nacionalismo español en el último siglo.

La historia de la bandera española

Francia: una brecha no ideológica sino por la migración

Cruzando los Pirineos, sin embargo, la situación es muy distinta. "La marsellesa se canta tanto en un mitin de Le Pen, como en uno de La Francia Insumisa como en una manifestación de los sindicatos contra la reforma de las pensiones de Macron", explica el corresponsal de RNE en París, Antonio Delgado. Allí, un himno y una bandera nacidos al calor de la Revolución Francesa se sienten como parte del consenso republicano.

La marsellesa se canta tanto en un mitin de Le Pen, como en uno de La Francia Insumisa

Aun así, el consenso no es total. En Francia "la brecha no es tanto ideológica, sino por la cuestión de la inmigración", apunta Delgado. Tampoco hay divisiones a nivel territorial tan fuertes como en España, con la salvedad de Córcega. Y coincide Pellistrandi: "El nivel de adhesión a los símbolos nacionales depende mucho del barrio donde estés. Si estás en las afueras, con población que viene de la inmigración, y sobre todo de inmigración reciente, puede haber hasta un rechazo".

Hay muchos ejemplos, como un famoso partido entre Francia y Argelia en 2001, que terminó con silbidos al himno francés y una invasión del campo por parte de aficionados argelinos, o el hecho de que en las manifestaciones tras la muerte a manos de la Policía del joven Nahel, este año, solo ondeara una bandera argelina, y no la tricolor gala, a pesar de que el chico había nacido en Francia y tenía la nacionalidad francesa.

Casos como estos "pusieron en evidencia que el modelo de integración francés, basado en la escuela pública laica y en los valores republicanos supuestamente asumibles por todos, si no va acompañado de movilidad social y de igualdad de oportunidades, también falla", según Núñez Seixas.

Estados Unidos, símbolos "transversales" en todo el país

Estados Unidos es el otro gran ejemplo de un país occidental donde los símbolos son "transversales", apunta Orriols. La bandera ondea en casi cada jardín y el Pledge of alliance, un juramento de lealtad a Estados Unidos y su estandarte, se recita obligatoriamente en las escuelas de prácticamente todo el país.

En América no hay tampoco tensiones territoriales equivalentes a las de España, mientras que la cuestión racial es la que ha provocado las polémicas más intensas alrededor del uso de los símbolos. Así ocurrió cuando jugadores afroamericanos como Colin Kaepernick en 2016, empezaron a arrodillarse al inicio de los partidos cuando sonaba el himno, en protesta contra el racismo y la violencia policial. Aquello cogió fuerza en solidaridad con el movimiento Black Lives Matter, y provocó un gran rechazo por parte del propio presidente Donald Trump y sus partidarios, quienes pidieron sancionar o expulsar a los jugadores que no cantaran el himno.

La rodilla en tierra de Colin Kaepernick se mundializa y la NFL le pide perdón

A pesar de un consenso en general extendido, el uso "hiperbólico" de los símbolos nacionales por parte del trumpismo también provoca una reacción entre los sectores más liberales, señala Núñez.

Además de Francia y Estados Unidos, en otros lugares las banderas nacionales son también ubicuas. Es el caso de países "pequeños y orgullosos, con vecinos más grandes", como Dinamarca, un país "invadido en el pasado", asegura el historiador gallego, o Suiza, el "contraejemplo de los nacionalismos", ya que allí conviven comunidades lingüísticas y culturales diversas pero unidas en una comunidad política común. En el lado contrario, Bélgica, también con dos comunidades separadas, y donde la bandera suele brillar por su ausencia, o Alemania, donde "la exaltación pública excesiva de turismo se considera un nacionalismo exacerbado".

Los expertos cuestionados coinciden en que, a pesar de todos los condicionantes históricos que han llevado a que en España se asocie el nacionalismo a la derecha, esto "no es algo que esté en la genética española", según Orriols, sino que se podría transformar esta vinculación "si hubiera actores que quisieran cambiarlo".