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Oscar 2021

'El juicio de los 7 de Chicago': Sorkin vuelve a los clásicos con un drama judicial 'spielbergiano'

  • La película reconstruye el histórico juicio de 1968 contra siete activistas contra la guerra de Vietnam
  • Sorkin aspira a seis Oscar gracias a un reparto en estado de gracia y un guion que funciona como un reloj suizo

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'El juicio de los 7 de Chicago'
'El juicio de los 7 de Chicago'

El juicio de los 7 de Chicago es puro Aaron Sorkin. El inconfundible estilo del guionista estadounidense, creador de El ala oeste de la Casa Blanca, se trasluce en cada segundo de su segunda película como director, un ágil drama con tintes clásicos y 'spielbergianos' sobre el histórico proceso contra varios activistas pacifistas en 1968.

Diálogos rápidos, un espíritu idealista y una nueva mirada a un oscuro episodio de la historia reciente de Estados Unidos son la marca de la casa. Con ellos, Sorkin se ha ganado seis nominaciones a los Oscar, incluida la de mejor película, categoría para la que El juicio parte como una de las favoritas, solo superada por Nomadland según las últimas apuestas. El director no es nuevo en los premios de la Academia, ya que ganó una estatuilla en 2010 con La red social, uno de sus mejores guiones.

Sorkin escribió originalmente el guion en 2007 por petición de Steven Spielberg, quien quería dirigir la película. Se pasó meses investigando obsesivamente sobre el juicio, se reunió con algunos de sus protagonistas y reescribió el texto unas 20 veces en los últimos doce años, según contó en un encuentro con la Asociación de Guionistas de Estados Unidos. A medida que lo iba modificando, lo pulía hasta alcanzar un guion que funciona como un reloj suizo.

Su texto está nominado al Oscar a Mejor Guion Original, categoría por la que ganó un Globo de Oro y también lo estuvo en los BAFTA, donde tenía tres nominaciones. En dos horas de película, el guionista concentra un juicio que duró más de cinco meses y que fue seguido en todo el mundo por la huella que dejó en la lucha contra el conflicto de Vietnam.

Vuelta al drama judicial clásico

El filme se remonta a 1968, año en el que miles de manifestantes pacifistas se concentraron en Chicago para protestar contra la Guerra de Vietnam durante la convención del Partido Demócrata. La brutal represión policial dejó más de 100 heridos y 600 detenidos y culminó con el juicio a ocho activistas por incitar a los disturbios.

A partir de ahí la película reconstruye con nervio este mediático juicio, que se convirtió en todo un símbolo para el movimiento pacifista. Los acusados revelan la diversidad del todo el ecosistema izquierdista estadounidense, desde el líder estudiantil Tom Hayden, interpretado por Eddie Redmayne, al hippie Abbie Hoffman, al que da vida Sacha Baron Cohen. El octavo imputado era el histórico líder de las Panteras Negras Bobby Seale - Yahya Abdul-Mateen II en la película-, pero se anuló su juicio entre acusaciones de racismo.

Sorkin retoma un género clásico de Hollywood, el drama judicial, con el que sorprendió en su primer trabajo como guionista, Algunos hombres buenos (1992). Los diálogos eléctricos y vehementes entre la defensa, la fiscalía y el juez reaparecen aquí retomados con maestría. El guionista de La red social no aporta grandes innovaciones a uno de los subgéneros más queridos por el cine americano desde tiempos de Matar a un ruiseñor, pero se apoya en un trabajo actoral magistral.

Sacha Baron Cohen: la sorpresa de la película

Redmayne, Joseph Gordon-Levitt, Michael Keaton o Frank Langella, que interpreta al perfecto villano –el juez Julius Hoffman-, hacen un buen trabajo, pero Sacha Baron Cohen borda a su Abbie Hoffman, uno de los pioneros del movimiento hippie y que utilizó el altavoz que le daba el juicio para exponer con humor las desigualdades del sistema.

Estamos acostumbrados a ver a un Cohen cómico y exagerado en películas como Borat, Ali G o El Dictador, pero en El juicio de los 7 de Chicago consigue un equilibrio entre la contención propia de la gravedad de los hechos (se enfrentaba a diez años de cárcel) y el recurso a la sátira que usó el mismo Hoffman.

Para el guion, Sorkin se basó en las actas reales del proceso, que reflejan estos momentos de sátira a las que recurrieron Hoffman y su compañero Jerry Rubin. Ambos llegaron a disfrazarse del juez poniéndose una toga, lo que les valió, junto a otros atrevimientos, a una condena por desacato.

Otro de los elementos más interesantes de la película es la lucha ideológica y personal entre los acusados. Aunque a todos los unía su oposición a la guerra de Vietnam, había un mundo entre el sosegado y ambicioso Hayden –que terminaría dedicándose a la política- y el provocador Hoffman.

Ambos discuten durante horas sobre la guerra, la revolución, la justicia o el futuro. La contraposición de estas dos visiones, tan cercanas como alejadas, aporta una riqueza especial al margen de la trama judicial. El trasfondo político no podía faltar en la cinta de Sorkin, quien durante siete temporadas reinterpretó en El ala oeste de la Casa Blanca las vivencias de las administraciones de Clinton y Bush.

¿Realidad o ficción?

Sorkin se enfrentaba con esta película al reto de adaptar su estilo de guion, casi teatral, a unos hechos históricos. Como la gente real no habla en lenguaje cinematográfico, "lo tienen que hacer los guionistas", aseguró el director. "Lo que yo hago no es periodismo, es una pintura, no una fotografía", explicó en el encuentro con los guionistas. El resultado no es artificial, a pesar de lo que pudiera parecer, a lo que se añade un buen uso de las imágenes reales de los hechos de 1968.

En las violentas escenas de las cargas policiales contra los manifestantes, la semilla del juicio, el filme combina las escenas rodadas con grabaciones de la época, que muestran con crudeza lo ocurrido. Este recurso aparece con genialidad también en la secuencia inicial, un prólogo de seis minutos que resume a velocidad de vértigo la situación de la guerra de Vietnam en ese año y a la vez presenta a los ocho protagonistas mientras se preparan para ir a Chicago.

Con El juicio de los 7 de Chicago, Sorkin recurre al infalible estilo de Spielberg -para quien estaba pensado originalmente el guion-, una efectiva combinación entre lo épico y lo emotivo con un final en todo lo alto, y le añade su toque personal en los diálogos y los personajes. Una receta que aspira a arrasar en los Oscar.