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Los primeros de la clase en la Casa Blanca

  • El empate de Obama y Romney refleja la creciente igualdad en las elecciones
  • Roosevelt y Reagan consiguieron las mayores ventajas en el siglo XX
  • Nixon encarnó la gran historia de renacimiento y caída en la política de EE.UU.
  • Lincoln logró un resultado histórico en su reelección en plena guerra de secesión

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"Esta mañana, como en algunos días pasados, parece extremadamente probable que esta Administración no sea reelegida". Con un país en guerra y la polémica enmienda que abolía la esclavitud encima de la mesa, Abraham Lincoln escribía esto en su diario en agosto de 1864. 

Casi 150 años después, otro inquilino de la Casa Blanca (paradójicamente el primer presidente negro, Barack Obama) se encuentra en una situación similar en la recta final de la campaña: empatado con su rival republicano, Mitt Romney, después de tres debates electorales, sabe que su reelección pende de un hilo.

Sin embargo, al contrario de lo que ocurría entonces, en la época de los sondeos constantes y las campañas multimillonarias, las cartas están marcadas: Obama sabe que no puede ganar ni en Texas ni en el sur, por ejemplo, y Romney sabe que lo tiene casi imposible en Nueva York y California, los estados ricos, poderosos y liberales del este y el oeste.

Eso hace la carrera más previsible pero también imposibilita grandes victorias como la que logró el propio Lincoln, que como adivino, no era demasiado bueno.

Con todo, los temores de uno y otro muestran hasta qué punto unas cuantas semanas de buena campaña y el peculiar sistema de elección del presidente estadounidense -donde el candidato más votado se lleva todos los votos de un estado- pueden hacer que las derrotas se conviertan en victorias y viceversa en apenas un suspiro.

Los más de 220 años de historia de las elecciones de Estados Unidos se convierten en un espejo sin igual de la evolución de la principal potencia mundial, ya que pese a las diferencias cuantitativas -han pasado de 69 a 537 votos en el colegio electoral- y cualitativas -del voto de hombres blancos se ha ampliado a mujeres, afroamericanos y latinos-, las reglas siguen siendo básicamente las mismas: dos candidatos de grandes partidos, una elección cada cuatro años el primer martes de noviembre y la necesidad de sumar la mitad más uno de los votos asignados a cada estado.

El repaso de los 44 presidentes estadounidenses nos deja a grandes triunfadores, como Reagan o Roosevelt, a los que renacieron de la derrota para llegar a la Casa Blanca por la puerta grande, como Nixon o Jefferson, a otros que marcaron una época en las relaciones internacionales de su país, como Monroe o Wilson y, finalmente, a unos pocos que con cuya muerte se convirtieron en símbolos de la historia de su país, como Kennedy o Lincoln.

Éstos han sido los mayores vencedores de la historia política estadounidense.

1936. Roosevelt y el cambio de paradigma

Si hay un presidente que se sale de las normas de la historia ése es Franklin Delano Roosevelt, el presidente número 32 de Estados Unidos, que dejó una de esas frases que se repiten como mantra dentro de la mitología del 'sueño americano': "Lo único que hay que temer es el miedo mismo".

Tras ganar los comicios en plena resaca de la crisis del 29, puso en marcha el conocido programa económico del New Deal y consiguió la reelección más holgada desde Monroe, que se presentó en solitario en 1820.

En 1936 Roosevelt logró 523 de los 531 votos del colegio electoral, el 98,4%, frente a Alfred M. Landon, su rival republicano y gobernador de Kansas, que trató sin éxito de lograr atraer el voto negro y que incluso consiguió el apoyo de la estrella del atletismo afroamericana Jesse Owens.

Se formó entonces la llamada 'coalición' del New Deal, en el que Roosevelt consiguió el apoyo de grupos tan variados como el sur agrario, los liberales de las grandes ciudades, judíos y afroamericanos del norte del país y, sobre todo, los poderosos sindicatos.

De esta forma, consiguió vencer en todos los estados excepto los pequeños Vermont y Maine, demostrando que aún en el siglo XX era posible ser elegido en un país cada vez más diverso por esa abrumadora mayoría.

Esta coalición se mantuvo en las dos elecciones siguientes, a las que Roosevelt se presentó pese a la regla no escrita de no acumular más de dos mandatos, y se mantuvo con su sucesor tras morir en 1945, Harry Truman.

1984. Reagan y la revolución conservadora

El reverso perfecto en la historia del siglo XX de Roosevelt es el antiguo actor Ronald Reagan, que gracias a su carisma personal y a la crisis de ideas dentro en la agonía de la Guerra Fría inició su propia revolución en el ideario estadounidense.

Si Roosevelt se centró en vencer el miedo, Reagan inició la era del optimismo y el crecimiento estadounidense y logró contagiar a todo un país arrollando primero al presidente demócrata Jimmy Carter en 1980 y consiguiendo cuatro años después la victoria más amplia desde el propio Roosevelt en 1936.

En 1984, Ronald Reagan venció con el mayor número de votos del colegio electoral de la historia, 525, dos más que Roosevelt aunque un porcentaje ligeramente inferior, el 97,6%, por la inclusión de nuevos estados.

Su rival, Walter Mondale, vicepresidente con Carter, encajó una de las peores derrotas de los demócratas acompañado de la primera candidata femenina a la vicepresidencia, Geraldine Ferraro, y solo fue capaz de vencer en su estado natal de Minnesota.

La victoria de Reagan también puede considerarse como el fin de una época: fue capaz de ganar en su natal California, en la sureña Texas, el liberal Nueva York y la indecisa Florida, las cuatro 'joyas' de la corona que ahora se reparten republicanos y demócratas con márgenes de dos dígitos de diferencia.

A partir de entonces, Nueva York primero y California después, los dos centros de poder estadounidense, cayeron en manos de los demócratas ganaran o perdiesen los comicios, mientras que Texas y todo el sur se convirtieron en el feudo inexpugnable republicano, con estados como Florida y Ohio convertidos en las citas ineludibles de cualquier campaña electoral para desequilibrar la balanza.

1972. La paradoja de Nixon

La llegada de Reagan supuso para el Partido Republicano desembarazarse definitivamente de una sombra que le había perseguido durante casi tres décadas: Richard Nixon.

Vicepresidente en los dos mandatos de Dwight Eisenhower, la historia de Nixon es también la de los triunfos y fracasos de su partido tras la II Guerra Mundial, con Estados Unidos en pleno crecimiento económico y social pero con conflictos internacionales como la Guerra de Vietnam y fenómenos internos como el propio movimiento antibelicista, de liberación de la mujer y contra la segregación racial.

Nixon perdió por estrecho margen contra John Fitzgerald Kennedy, que le venció en el histórico primer debate televisado de 1960 donde la imagen del republicano fuera de lugar simbolizó también su falta de adaptación a los nuevos tiempos.

Sin embargo, y pese a la mitología posterior, Nixon perdió por escaso margen con Kennedy, asesinado en Dallas a finales de 1963.

La muerte de Kennedy proporcionó una elección fácil a su entonces vicepresidente, Lyndon B. Johnson, en 1964, cuando logró 486 delegados, el 90,3% de los que estaban en juego.

Cuatro años después, el terreno estaba abonado para la vuelta de Nixon, que en pleno clima de tensión por la Guerra de Vietnam y la desafección de la nueva generación con el Partido Demócrata derrotó al vicepresidente de Johnson, Hubert H. Humphrey, con la inestimable ayuda del independiente George C. Wallce, que se llevó 46 votos electorales y el 8,5% de los votos.

Pero el gran momento de Nixon llegaría cuatro años después, en 1972, al vencer por casi veinte millones de votos y con 520 de los 538 votos electorales a George McGovern, el candidato de unos demócratas más divididos que nunca.

En 1972, Nixon fue reelegido con 20 millones de votos y 520 de los 538 votos electorales

Pero su victoria fue el principio de su caída definitiva:la entrada en la sede del Comité Nacional Demócrata en junio del 72 en el hotel Watergate de Washington, que provocaría su dimisión en agosto de 1974 ante la amenaza de un proceso de destitución por el Congreso.

1864. Lincoln, el héroe inesperado

"Con maldad hacia nadie, con caridad para todos, con firmeza en lo correcto, mientras Dios nos permita ver lo correcto, vamos a esforzarnos en acabar el trabajo en el que estanos inmersos, vendar las heridas de la nación".

Con estas palabras Abraham Lincoln juraba su segundo mandato en 1864, consciente de la tarea histórica de curar las heridas de una nación partida en dos en una Guerra Civil cuyas secuelas se vivirían durante décadas.

Nada podía hacer pensar que ese político provinciano que llegó a las primarias republicanas de 1860 como un 'outsider' entre los favoritos, lograría imponerse a las figuras de su partido primero y atraer el apoyo de los demócratas del norte de cara a su decisiva reelección de 1864 mientras se jugaba el destino del país en el campo de batalla.

Con sus rivales divididos entre los pro belicistas y los antibelicistas, Lincoln se impuso finalmente pese a sus temores con el 90% de los votos del colegio electoral.

Un año después moriría asesinado y se convertiría en leyenda tras llevar  al norte a una victoria que muchos consideraron improbable, con la  bandera de la abolición de la esclavitud...y el hallazgo partidista de  convertir al Partido Republicano en una organización poderosa que  tendría la hegemonía de la Casa Blanca durante dos décadas.

1804 y 1820. Jefferson y Monroe, los padres de la patria

Los primeros presidentes la historia estadounidense también lograron grandes victorias en el colegio electoral, aunque sumidos en circunstancias inusuales que hoy serían impensables, como que líder derrotado fuese nombrado vicepresidente.

Así llegó a ese puesto Jefferson en 1796 tras ser derrotado por John Adams por apenas tres votos, para lograr llegar a la Casa Blanca cuatro años después al empatar en votos con su compañero Demócrata-Republicano Aaron Burr y ser elegido finalmente por la Cámara de Representantes, en manos de sus opositores federalistas.

La gran victoria de Jefferson llegaría cuatro años después, cuando fue reelegido con el 92% de los votos del colegio electoral frente al federalista Charles C. Pinckley en las primeras elecciones en las que se instauró el llamado 'ticket', en el cual se votaba conjuntamente a presidente y vicepresidente y eran del mismo partido.

El redactor de la Declaración de Independencia se benefició del aumento del comercio internacional en plenas guerras napoleónicas, aunque luego su popularidad cayó y fue relevado por James Madison cumpliendo la tradición de no acumular mandatos.

A éste le seguiría James Monroe, el último de los 'padres de la patria' en ocupar la Casa Blanca,  donde estaría ocho años y popularizaría la doctrina con su nombre, basada en la defensa de la independencia de las colonias españolas con la frase "América para los americanos".

Monroe logró destensar las relaciones entre los demócratas-republicanos y los federalistas, que en franco declive fueron incapaces de presentar una opción de oposición viable en 1820, lo que le dio todos los delegados excepto uno, que fue a su secretario de Estado y posterior sucesor John Quincy Adams.