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50 años sin Gary Cooper, "el hombre del oeste"

  • Se cumplen 50 años de su fallecimiento
  • Ganó dos Oscar y un tercero honorífico
  • Alto y desgarbado, interpretó como nadie al americano ideal y al héroe

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Días de cine - 50 años sin Gary Cooper

Podría haber disputado a Clark Gable el título de Rey, a James Stewart la encarnación del americano medio, a Cary Grant ser la quitaesencia del comediante o a Henry Fonda la mirada más limpia.

Le conocimos como Gary Cooper, alto, elegante, y amable, aunque contasen cosas feas sobre su comportamiento en la Caza de Brujas...

Triunfó en las pantallas durante más tiempo que ningún otro con la fuerza de la serena mirada de sus ojos azules. La verdad es que no podemos imaginar a Marlene Dietrich siguiendo por el desierto a otro que no sea a él, y es difícil pensar en otro para encarnar el miedo, y la entrega, del sheriff Kane en un pequeño pueblo del oeste, justo al medio día.

Sigue siendo un completo misterio, la capacidad de seducción de algunas antiguas estrellas. Gary Cooper fue una de ellas, capaz de encarnar a rudos y sencillos vaqueros al comienzo de su carrera o a complejos personajes en sus últimos años, además de a esos americanos medios, ingenuos y honestos, que crearon directores como Frank Capra o Howard Hawks.

Quería ser caricaturista, pero acabó de actor

Frank James Cooper nació en Helena, Montana, el 7 de Mayo de 1901, en lo que podría definirse como una buena familia. Su padre, magistrado y terrateniente, le dió lo que debería ser una buena educación para encaminar una vida provechosa. Por suerte, en el momento oportuno, Frank puso tierra por medio y marchó a California, ansiando abrirse camino como caricaturista, que era lo que en verdad le gustaba.

Diversas casualidades, dan con aquel joven, excelente jinete, en la trastienda de un plató cinematográfico, donde debutará como cowboy de relleno en 1925. Lo que para otros fue un lento ascenso a la cima para él fue fácil. En 1926, llamó la atención su actuación en Flor del desierto y la Paramount le ofreció un contrato.

Tambien Clara Bow se fijó en él, y le quiso para su siguiente film, empezando así toda una vida de rompecorazones con mujeres como Lupe Vélez, Verónica Balfe, su esposa, más conocida por Rocky, o Patricia Neal...

Destacó en 'Alas', la primera película ganadora del Oscar

Habían pasado apenas dos años desde su debut cuando aparece en Alas (1927), de Wiliam Wellman, primer film en conseguir el Oscar a la mejor película, y en la que ya destacaban su magnética presencia y su buena interpretación, a pesar de que apenas aparece cinco minutos.

El sonoro reafirmaría aún más su glamour, diversificando cada vez más los personajes, dotándoles siempre de un halo romántico, cuando se trataba de películas de aventuras, de una sana vis cómica, en las comedias que rodó, o de la rectitud, severidad y vulnerabilidad que requerían sus personajes mas complejos.

Romántico era su personaje en Marruecos, en la que arrastraba tras sí a una impagable Marlene Dietrich. Con todo el poder de sugestión que Sternberg impregnaba a sus filmes. La imagen de la Dietrich siguiendo por el desierto al bello soldado ha quedado como una de las más significativas muestras del poder de seducción de Gary Cooper.

Inolvidables quedan sus trabajos en títulos como Peter Ibettson (Sueño de amor eterno) de Hathaway, o las maravillosas aventuras que fueron Beau Geste o Tres lanceros bengalies.

El héroe romántico

Interesante fue su encarnación del héroe de Adiós a las armas, un desencantado trasunto de Ernst Hemingway, quien encontró en el físico de Gary Cooper el mejor escaparate posible para su excelente novela, llevada a la pantalla por Frank Borzage con su habitual sensibilidad

Por el contrario, la evolución de su personaje en El sargento York, de Howard Hawks, lleva un camino totalmente distinto. Si en Adiós a las armas, la reflexión final era pacifista, en esta, su personaje, un objetor de conciencia, acaba convirtíendose en un heroe de la primera guerra mundial. Claro que aquellos eran tiempos de guerra, y había que mantener alta la moral. La película le reportó su primer Oscar.

Otro militar, esta vez un oficial pertinaz que predijo en 1925 un ataque japones contra Estados Unidos, sería el que encarnaría, a las órdenes de Otto Preminger, en El proceso de Billy Mitchell.

Pero si extenso es el número de films en los que aparece como héroe romantico o como ejemplar militar no son menos aquellos en los que pone sus esfuerzos en lograr una carcajada del espectador.

Uno de los grandes de la comedia

Al igual que ocurría con James Stewart, su alta estatura parecía ayudarle a desarrollar su lado más cómico. El primero en darse cuenta fue Ernst Lubitsch, primero en Una mujer para dos y despues en Deseo, de Frank Borzage, aunque supervisada por el alemán, donde otra vez compartía pantalla y amores con la bella Marlene Dietrich.

Inmediatamente otro grande de la comedia, Frank Capra, le escoge para dar forma a su héroe americano en El secreto de vivir, en la que interpretaba a Longfellow Deeds, un americano sencillo, aunque millonario, que choca en su ingenuidad con el establishment.

Por supuesto, serán su fe en el sistema y en las gentes sencillas las que le permitirán salir adelante... con la ayuda de Jean Arthur, deslumbrándonos como solo Capra sabía hacer.

De nuevo el genial aleman de sempiterno puro, haría brillar su estrella, esta vez junto a Claudette Colbert en La octava mujer de Barba azul, una deliciosa comedia, dominada, obvio es decirlo, por el toque Lubischt, en la que Cooper y Colbert viviran el previsible romance de modos harto divertidos e imprevisibles.

Cooper fue elegido de nuevo por Capra para ilustrar otra de sus magistrales fábulas. Bastante más sombría, Juan Nadie era un aviso sobre el fascismo que nos rodea esperando su momento para dinamitar el sistema...

Cooper era de nuevo un hombre bueno, John Doe, que por necesidad esta vez, se presta a un fraude orquestado por una ambiciosa periodista interpretada por Barbara Stanwick, al servicio de un político populista, hasta que se da cuenta del abismo al que ese engaño puede llevarle a él y a su pais.

De vuelta a la comedia, repite por partida doble, con Barbara Stanwick y con Howard Hawks en Bola de fuego, delirante comedia en la que da vida a un chiflado profesor Pots, rodeado de otros aún más chiflados que él, que revive gracias al empuje vital que recibe de Barbara Stanwick.

Despues, Casanova Brown, una divertidísima película en la que su honestidad a prueba de dudas era en esta vez puesta seriamente en duda... por un asuntillo referente a su supuesta paternidad. Al final, despues de pasarlas moradas, tratando de explicar lo inexplicable, el bueno de Gary Cooper conseguía salir airoso del enrredo, y nosotros, bien contentos del cine.

Un ejemplo de integridad

Ejermplar e intergro son dos adjetivos inherentes, casi sin excepción, a los personajes de Gary Cooper. Ejemplar e Integro era Lou Gerigh, su personaje en El orgullo de los Yankees, un jugador de béisbol, un héroe nacional, obligado a retirarse del terreno de juego por una grave enfermedad. Si su rostro y su mirada siempre supieron conmovernos, en esta película alcanzaron una de sus cotas más altas.

Tambien íntegro y ejemplar, esta vez en España, durante la guerra civil española, y al lado de Ingrid Bergman, era Robert Jordan, su personaje en Por quien doblan las campanas, adaptación de la novela de su amigo Ernst Hemingway llevada a la pantalla con recelo ideológico por su director, Sam Wood.

Pero quizás fue en El manantial donde ese personaje integro y ejemplar alcanzaría su máxima expresión, rayando casi en lo mesiánico.

Dirigida magistralmente por uno de los grandes, King Vidor, sobre una novela de Ayn Rand, y con Patricia Neal como compañera, El manantial nos mostraba los avatares de un arquitecto tremendamente individualista, una especie de alter ego de Frank Lloyd Wiright, que no dudaba en destruir su obra antes que hacer cualquier tipo de concesión a la mediocridad. El alegato final de su personaje, Howard Roark, durante su enjuiciamiento, sigue sin tener desperdicio.

Solo ante el peligro

Pero mucha gente recordará a Gary Gooper por su papel del sheriff Kane, ese que tenía una cita ineludible al mediodía, a quien no le bastaba con ser íntegro y ejemplar, porque hacia falta valor entre todos aquellos cobardes que se escondían en esta fábula antimaccarthista, ¿o no?.

Gary Cooper llegó a Solo ante el peligro con mucho camino recorrido a lomos de un caballo, y con el rostro surcado de arrugas que hacían más creíble aún su angustia. Puede que su credibiliad en Solo ante el peligro viniera de que sus primeros filme fueron westerns, y los que primero le dieron fama, haciendo de él el cowboy por excelencia en el cine.

El vaquero y la dama, El forastero, La policía montada del Cánada o Los inconquistables son tan solo algunos de los innumerables títulos del oeste que jalonan su filmografía. En Tambores lejanos, por ejemplo, a las órdenes de Raoul Walsh, nos mostraba como un tipo duro se afeitaba a pelo con un cuchillo a la vez que se desembarazaba de cuantos indios y caimanes hiciesen falta.

Su segundo Oscar

Despues de esta aventura en technicolor, y volviendo a Solo ante el peligro, una esposa reciente, escrupulosa y pusilánime, una ex-amante despechada, un ayudante trepa y los habitantes del pueblo rezando cobardemente, son el trasfondo sobre el que se mueve sigilosamente la noble figura del sheriff Kane.

Inolvidable por su fotografía, por la dirección de Fred Zinneman, por el guión de Carl Foreman, por la música de Dimitri TIomkin o por la canción "Do not forsake me ah my darling", ya mítica, que acompaña lastimosamente los títulos de crédito, Solo ante el peligro permanece en el tiempo como la quintaesencia de su trabajo en el western, además de proporcionarle su su segundo Oscar.

Después, sus cowboys tendieron a hacerser menos nobles, con la salvedad de su trabajo en La gran prueba, de William Wyler.

Menos limpios y menos honestos, menos nobles en suma, fueron sus personajes en El jardín del diablo o Veracruz, en la que compartía pantalla con Sara Montiel, o menos aún, en los esplendidos y extraños westerns El hombre del oeste, de Anthony Mann o El arbol del ahorcado, de Delmer Daves, en la que encarnaba a un doctor de turbio pasado que, curiosamente, la serenidad de su rostro, contribuía a acrecentar.

Un héroe de ojos azules

Enfermo de un cancer que marcó en los últimos años de manera inmisericode su rostro, Cooper pasaría sus últimos años trabajando, aun cuando el resultado no fuese tan bueno como hubiesemos querido. Durante la ceremonia de entrega de los Oscar de 1961, sabido ya por sus amigos el inmediato adios, recibió un premio honorífico, que recogió en su nombre un emocionado y lloroso James Stewart.

El 7 de Mayo Gary Cooper cumplió 60 años, y tan solo 6 días despues, aquel hombre alto y ligeramente desgarbado, de andares extrañanamente elegantes por causa de una antigua rotura de cadera, fallecía.

Sus ojos azules y su mirada tranquila y afable nos acompañaron durante decenas de películas.

Compartimos, en la pantalla, amores con bellas mujeres y poéticas cabalgadas por los grandes espacios del western.

Ahora, cuando se cumplen 50 años de su muerte, cuando es del todo improbable que nadie acuda a ninguna cita, solo, ante el peligro, la figura de Gary Cooper se nos aparece más cercana que nunca, necesitados como estamos, de esos héroes que sólo actores como el supieron encarnar, y que sólo aquel cine, ya casi irremediablemente perdido, pudo darnos.