Mientras juegan a los caballeros, los tres amigos empiezan a discutir porque ninguno quiere ser el malo. Con su magia, Yoko convierte el parque infantil en un castillo y la ranger Marisol resulta ser un villano más poderoso de lo que los niños esperaban.

A Vik le han regalado un telescopio y la ranger Marisol invita a los tres amigos a ir al parque por la noche para usarlo. Los niños van al parque con sus padres para ver la luna.

Cuatro cabezas son mejor que una...

Marisol tiene una sorpresa para los niños: un camión que trae animales para hacer un mini-zoo con animales domésticos. Marisol pide a los niños que cuiden de la verja, mientras ella trae un poco de pienso. Mai, Oto y Vik se despistan jugando y los animales se escapan. Los niños entran en pánico y Yoko los convierte en cow-boys y cow-girls. De esa forma, viven una aventura del oeste en la que sólo si trabajan juntos y en sintonía podrán devolver los animales a tiempo a su redil.

Mai y Vik quieren ver cómo será Oto de viejo y Yoko, pensando que es una gran idea para un juego, los convierte a los tres en ancianos. Los tres "viejos" amigos juegan y Oto se da cuenta de que la edad afecta a todo el mundo, incluso a él.

Unas ruidosas obras comienzan cerca del roble milenario, produciendo mucho humo y molestando a los animales y plantas de los alrededores. Los tres amigos deciden parar las obras y, con la ayuda de Yoko, se convierten en superhéroes encargados de utilizar sus superpoderes para proteger el parque.

Mai participa en una obra de teatro y ha invitado a Oto y a Vik a la función inaugural. Los tres amigos están preocupados: como ese día no podrán ir al parque, ¿con quién jugará Yoko? Un visitante especial llega al parque y se lo pasa en grande jugando con Yoko.

Mai, Oto y Vik se quedan atónitos cuando, al volver de sus vacaciones, se encuentran con una nueva ranger en el parque en lugar de la ranger Marisol.

Los padres de Vik deciden llevarlo de vacaciones a la ciudad más tecnológicamente avanzada del mundo.

Oto y sus padres viajan a Isla Chily, donde todo, incluidos los parques infantiles y carreteras; está congelado. Oto hace nuevos amigos y se da cuenta de que es mejor que preste atención a sus advertencias: jugar en el hielo puede ser divertido, pero también peligroso.

Mai se va de vacaciones con su madre al desierto. Gracias a sus nuevos amigos, Mai conoce a Moko, el genio del oasis, y aprende que en el desierto, al igual que en Yoko Park, a los niños les encanta dejar volar su imaginación.

Marisol, la ranger, ha perdido una azada y le preocupa que, si un niño la encuentra, pueda hacerse daño. Los tres amigos deciden ayudarla a encontrarla y, gracias a la magia de Yoko, se convierten en Super Rangers.

Los tres amigos juegan a los animales. Oto decide ser una ardilla, Mai decide ser un perro y Vik elige ser un pájaro. Yoko, por su parte, decide convertirse en un niño. Yoko hace magia y todos se convierten en la criatura que han elegido.

Los niños juegan con piezas de Lego. Oto y Mai empiezan a competir para ver quién construye la torre más alta. Yoko hace magia y los dos niños construyen hasta las nubes.

Oto no puede concentrarse porque le dan miedo las abejas y ¡están por todas partes! Por eso, Yoko les pide a las abejas que se vayan del parque. Sin embargo, después de irse, las flores dejan de crecer. Al final, las abejas regresan al parque y todo vuelve a la normalidad.

Es invierno y varios animales del parque están hibernando, pero Oto no puede parar de hacer ruido y termina por despertarlos. Ups! Ahora los niños y Yoko tienen que buscar la forma de ayudar a los animales a que se queden dormidos, de nuevo.

Siempre es mejor ser sincero con los amigos...

Mai tiene algo que hacer con su madre por lo que sale un momento del parque dejando su carrito a buen recaudo. Oto, Vik y Yoko se ofrecen para cuidarlo. Pero tan pronto como Mai se va, los tres amigos comienzan a jugar entusiasmados con el carrito… hasta que chocan y el carrito se rompe. Mai vuelve al parque y los tres amigos, intentan esquivarla para no tener que contarle la verdad. Yoko utiliza su magia para viajar de un mundo fantástico a otro y evitar así a su amiga Mai. A medida que viajan, el carrito se va deteriorando más y más. Mai, por su parte, está cada vez más preocupada ya que siente que sus amigos la esquivan. Al final, los tres amigos deciden contarle la verdad a Mai y ésta se siente aliviada sabiendo la razón por la que la esquivaban. También ellos se sienten aliviados porque Mai no se enfada. Todo lo contrario, quiere enseñarles el nuevo carrito que ha comprado para sustituir el viejo que estaba estropeado. Esa era la razón por la que ha salido del parque.

Mantenerse abierto a lo nuevo...

Oto quiere jugar con su Frisbee y Vik quiere coleccionar piedras. Los dos son inflexibles y ninguno quiere probar el juego que propone el otro. Mai quiere un juego que les guste a todos… Esta idea pone en marcha la magia de Yoko y convierte el Frisbee en un platillo volante, mandando a los niños al espacio. Oto está contento, porque cree que ha ganado, pero el ingenio de Yoko les ha hecho aterrizar en un planeta rocoso. Ahora es Vik el que piensa que ha ganado. Oto y Yoko tienen un encontronazo con unas criaturas rocosas y Vik, con su conocimiento sobre las rocas, consigue salvarles. Cuando ya están listos para volver descubren que el platillo volante está roto. Gracias al conocimiento que Oto tiene sobre platillos voladores consiguen volver al parque. Oto y Vik se dan cuenta de que estar abierto a nuevas experiencias es siempre enriquecedor.

La higiene puede ser divertida...

Marisol está orgullosísima de sus flores – es primavera, y todo está floreciendo. La gente viene de lejos a admirar su trabajo, y por supuesto a respirar los maravillosos aromas. Sin embargo, pronto se dan cuenta de que hay algo que huele fatal en algún sitio, enturbiando el delicioso aroma de sus flores. Cuando los niños descubren que el mal olor sale de Yoko, que NUNCA se ha bañado, están decididos a darle una buena limpieza. Pero Yoko solo quiere jugar aunque le persigan. Pronto descubren que tienen que inventarse un juego que incluya un baño para conseguir limpiar a Yoko. Al final, todas las actividades son más divertidas si se convierten en un juego.

Verse en los ojos de otra persona...

Los niños están jugando al fútbol, pero no está funcionando muy bien. Mai está siendo una mandona, Oto está acaparando el balón y Vik no muestra mucho entusiasmo a la hora de correr tras el balón. Oto comenta que necesitan jugar contra otro equipo y Yoko reacciona creando dobles mágicos de los tres niños: otra Mai, otro Oto y otro Vik. Están emocionados, pero en cuanto empiezan a jugar ven su propia actitud reflejada en sus dobles. Oto no se puede creer lo acaparador que es su doble. Mai se da cuenta de que su doble es una mandona. Y Vik tiene claro que su doble no muestra ningún interés en el partido. Los tres se dan cuenta de cómo son y qué podrían hacer para aceptar a sus compañeros tal y como son y formar así un mejor equipo.

No tienes que ser super para ser un héroe...

Vik se coloca una toalla alrededor del cuello, a modo de capa, para jugar a superhéroes. Pero cuando se reúne con sus amigos constata que estos están ocupados haciendo cosas verdaderamente importantes: Mai está ayudando a Marisol a “salvar” unos girasoles y Oto está entrenando fuerte para que su equipo de futbol siga siendo el mejor. Vik contagia a Yoko su sueño de ser un superhéroe y los dos intentan salvar heroicamente a supuestas víctimas en el parque. Vik se siente frustrado porque todas sus actuaciones son ridículas. Parece que sus amigos son unos verdaderos héroes, mientras que él no es más que un niño correteando con una toalla al cuello. Pero cuando se reúne con sus amigos y Marisol, estos solo tienen palabras de elogio para él, no por sus actividades super-heroicas, sino porque sin darse cuenta y de forma desinteresada, como siempre, Vik ha ayudado a Oto, Mai y Marisol… y eso sí que es ser un héroe.

Cuidando nuestro entorno...

Después de observar lo duro que trabaja Marisol, los niños deciden que hoy le van a ayudar a cuidar del parque. ¡Serán guardaparques por un día! Comienzan a recriminar a todo aquel que infringe una norma o daña la naturaleza de alguna forma, pero son tan estrictos y tan extremistas con las normas que la gente que disfrutaba del parque comienza a irse. Cuando los niños ven el parque tan vacío y triste se dan cuenta de que tienen que repensar sus métodos. Con la magia de Yoko pueden empezar de cero, y esta vez, en vez de amonestar a la gente, consiguen concienciar y hacer pensar a los visitantes. La gente reacciona de forma positiva y los tres amigos se convierten en los mejores guardaparques del mundo.

Creando historias mientras se juega...

Es un día invernal en el parque y Oto, Vik y Mai se están divirtiendo haciendo un fuerte de nieve. Marisol llega con noticias emocionantes: va a ofrecer un espectáculo de marionetas en su cabaña dentro de un rato. Les da un folleto, con un resumen de la historia, que cuenta la historia de unos héroes perdidos en un laberinto. Pero el folleto vuela y los niños, siempre dispuestos a mantener el parque limpio, intentan recuperarlo. Yoko, inspirado por la historia del laberinto, construye un gran laberinto en el que se pierden todos, mientras buscan el folleto. Menos mal que Vik ha ido dejando señales sin querer y gracias a ello pueden volver al punto de partida. Los niños acuden al espectáculo de Marisol, que se parece mucho a la aventura que acaban de vivir. Se parece tanto que ayudan a Marisol a contar la historia de los héroes del laberinto.

Mantenerse en forma es divertido y saludable...

Hay una nueva pista de obstáculos en el parque de Yoko – una forma divertida de mantenerse activo y en forma. Marisol ha organizado una carrera con un premio para quien llegue primero. Oto quiere estar en forma para la carrera y va a entrenarse con Marisol y Edu, el deportista. Vik y Mai prefieren jugar como siempre y viven una increíble aventura con Yoko, mientras buscan la imaginaria Joya de la Jungla. Sin darse cuenta, Vik y Mai hacen tanto deporte con Yoko, como Oto en el entrenamiento con Marisol. Llega el momento de la carrera, y Vik y Mai demuestran que hay diferentes formas de mantenerse en forma.

Hacer concesiones...

¡Es increíble! Oto, Mai y Vik están de acuerdo en lo que quieren hacer hoy: van a hacer un picnic. Pero pronto se dan cuenta de que todavía hay un punto en el que tienen que ponerse de acuerdo: ¡dónde hacerlo! Yoko les lleva en un viaje mágico, explorando posibles localizaciones para su picnic – en la tierra y fuera de ella – hasta que se dan cuenta de que todos tienen que renunciar un poco a su idea de lo que es un picnic “perfecto” para poder hacer un picnic que puedan disfrutar entre todos.

Trabajar para que sea divertido para todos...

El invierno se está acabando, y está bien… pero Mai y Oto están deseando que haya una última nevada antes de que la primavera llegue de verdad. Y lo consiguen con un poco de la magia de Yoko. Lo que pasa es que Vik, que ya veía llegar la primavera, ha venido dispuesto a mostrarles a sus colegas su nuevo juego favorito: el béisbol. Se siente decepcionado cuando empieza a nevar en serio. Aunque al principio no se dan cuenta de la decepción de su amigo, al final Oto y Mai perciben que Vik no está a gusto. Con la ayuda de Yoko, consiguen inventarse un juego de beisbol con muñecos de nieve que contenta a todo el grupo de amigos.

Es más fácil resolver los problemas en equipo que solo...

Es un día caluroso y los niños se encuentran tumbados en el césped, mirando a las formas que toman las nubes en el cielo. Cada uno de ellos cree ver algo diferente. Yoko se une a ellos y, entusiasmado con el juego, utiliza su magia para convertir las nubes en nube-animales que bajan al parque. Al principio es divertido pero después los animales comienzan a comportarse como tales armando un gran alboroto en el parque. Los niños intentan solucionarlo trayendo más nube-animales que controlen a los anteriores pero lo único que consiguen es originar un gran caos.

Al final se dan cuenta de que la única manera de devolver las nubes a su sitio es trabajando todos juntos en equipo.

Buscando una forma de jugar juntos

Mai, Oto y Vik traen cada uno una propuesta de juego al parque. No consiguen ponerse de acuerdo y cada uno se va a un rincón a jugar “su juego”. Cuando aparece Yoko, cada niño intenta atraerlo para que su juego sea más chulo que el de los demás. El resultado es que cada vez el juego se hace más grande y más divertido. Pero la competición es tan feroz y los juegos crecen tanto que comienzan a invadir el territorio de los otros juegos. Un ejército caótico formado por gigantes piezas de ajedrez, junto a caballos salvajes y varios bolos amenazan con destruir todo el parque. En ese momento, los niños se dan cuenta de que deben actuar juntos para salvar el parque. Al final se dan cuenta de que es mucho más divertido cuando encuentras un forma de jugar todos juntos.

La música es para todos...

Marisol muestra a Vik y Mai una caja llena de instrumentos musicales. Los dos niños se emocionan y empiezan a soñar con formar una banda de pop. ¡Pero les falta Oto! Sin embargo, Oto esquiva todas las actividades musicales que proponen sus amigos. Ante la insistencia de sus amigos, Oto admite que a él le encanta la música pero que la música le “tiene manía”. ¡No tiene NINGÚN talento! ¿Podrá la música (con un poco de magia de Yoko) ayudar a Oto a encontrar su lado musical?

Todos tenemos ideas diferentes sobre lo que es divertido...

Oto y Mai están decididos a jugar a un juego emocionante y energético. Vik tiene una idea más relajada, por lo que deja solos a sus amigos, pensando que su idea será demasiado aburrida para ellos. Oto y Mai deciden investigar qué está tramando Vik y convierten la investigación en un juego de espías, que con la ayuda de Yoko se convierte en un juego de super-espías. Siguen en secreto a Vik, hasta descubrir que Vik está observando aves, desde un escondite con camuflaje que parece de verdaderos espías. Oto y Mai se dan cuenta de que observar aves es una actividad super-interesante y que no siempre hace falta algo energético para pasárselo bien.

La naturaleza se disfruta completamente con todos los sentidos...

Yoko aparece en el parque, dispuesto a jugar… y se encuentra a los niños jugando con el videojuego de Oto, JUEGA EN EL PARQUE. Sentarse delante de una tablet no es lo que Yoko tenía en la cabeza para hoy. Cuando la tablet empieza a hacer cosas raras, Yoko se ofrece a “arreglarlo”. Lo que en realidad hace es que los niños piensen que están dentro del videojuego. El juego avanza y los niños están maravillados de lo real que parece todo y lo emocionantes que son las actividades. Sólo cuando una verdadera Marisol aparece en su vehículo se dan cuenta de que Yoko les ha engañado y les ha hecho jugar en el parque como cualquier otro día. En vez de enfadarse, le dan las gracias a Yoko. ¡Quién necesita un videojuego de parques cuando pueden jugar en un parque de verdad!

Cuanto más juegas, mejor lo haces...

En el sexto cumpleaños de Vik, Oto y Mai le sorprenden con una fiesta ambientada en el baloncesto. Vik cree saber mucho sobre baloncesto pero una vez en la cancha se da cuenta de que no es tan buen jugador. Él está convencido de que cuando sea mayor será mejor. Yoko lo lleva de viaje en el tiempo y Vik se da cuenta de que sigue jugando igual de mal por mucho tiempo que transcurra. Vik aprende una lección: nunca conseguirá mejorar si no empieza a practicar ahora mismo. Vik y Yoko vuelven a la época actual y Vik juega entusiasmado, sabiendo que sus compañeros siempre formarán un equipo con él, juegue como juegue.

Jugar sólos o acompañados...

Oto está hasta las narices de sus dos amigos. Mai está todo el rato poniendo reglas a los juegos que inician. Y Vik interrumpe los juegos con cualquier excusa. Oto decide hacer lo que le da la gana, ¡él sólo! Comienza una fantasiosa aventura náutica, y acaba solo en una isla desierta. Al principio parece divertido, pero pronto se da cuenta de que echa de menos a sus amigos. Ni la compañía de un coco divertido puede reemplazarlos. Es mucho más divertido jugar todos juntos, aunque haya momentos en los que nuestros amigos no se comporten como nos gustaría.

Resolviendo misterios...

Ultimamente los cuervos están actuando de forma curiosa: están tan gordos que no pueden ni volar. Parece que alguien les está dando de comer… ¿pero quién? Oto, Vik y Mai deciden investigar con la ayuda de Yoko, que les hace parecer detectives de verdad. Oto se siente tan metido en el papel, tan motivado, que interroga sin piedad a sospechosos y testigos. Poco a poco, Mai descubre varias pruebas de las que los tres niños deducen que el culpable es… el mismo Oto. Los cuervos estaban comiendo las palomitas que Oto dejaba todos los días al no poder terminar su bote de palomitas.

A veces es una ventaja ser pequeño...

Hoy Oto ha venido al parque con su primo pequeño Luisito. Como primo mayor, Oto está al cargo. Pero Oto se lo toma demasiado en serio y no le deja a Luisito hacer casi nada, porque le sigue diciendo que es demasiado pequeño para todo. Es un día ventoso y deciden construir unas cometas. Oto hace la cometa más grande, porque piensa que “cuánto mayor, mejor”, pero Luisito, que tiene que usar los restos, construye una cometa pequeñita. La magia de Yoko convierte las cometas en alas delta y los niños pasan la tarde volando. Las cometas más grandes se meten en un lío, de hecho ¡son demasiado grandes y los niños se quedan atrapados en una nube! Al final, Luisito y su mini-cometa son los que consiguen salvarlos. Oto se da cuenta de que a veces ser pequeño es una ventaja, después de todo.

Leer juntos es cómo un juego...

Mai llega al parque ilusionada con su nuevo libro, lleno de los más hermosos cuentos. Mai le pide a Vik que les lea uno de los cuentos, cosa que a Yoko le hace una gran ilusión. Oto no puede creer que estén desperdiciando su tiempo en el parque leyendo en vez de jugando. Vik intenta convencerle de que leer juntos es como un juego, pero Oto se burla de la historia porque “tiene princesas” o “no tiene suficiente acción”, o lo que se le ocurre para quejarse. Yoko usa su magia para que cada vez que uno de los niños propone un cambio en la historia, este cambio se integre en el cuento. Oto empieza a pensar que es posible que esto de leer tenga su cosa después de todo.

Las cosas hay que hacerlas paso a paso...

Los niños y Yoko juegan a hacer castillos de arena. Oto intenta hacer un edificio de arena, pero es impaciente, va demasiado rápido, y el edificio se deshace una y otra vez. Vik y Mai son más pacientes y construyen cosas bonita, paso a paso. Yoko, entusiasmado, provee a sus amigos de herramientas mágicas con las que construir grandes monumentos. Pero Oto sigue teniendo la misma paciencia construyendo grandes obras, por lo que provoca un pequeño desastre. Sus amigos le hacen ver que tiene que ir más despacio, haciendo las cosas paso a paso. Así los tres consiguen reproducir tres de las más bonitos edificaciones del mundo.

Hay que saber cuándo los demás no quieren seguir jugando...

Los tres niños juegan a ser mayores, pero Yoko no entiende el juego porque no sabe qué es una persona mayor. Oto señala a una persona mayor que pasea por el parque, que es justo un ejecutivo, y da por zanjado el tema. Yoko sigue al ejecutivo, lo observa y se hace una idea errónea de lo que es ser un adulto. La magia de Yoko transforma el juego de los niños en un bucle burocrático con un jefe tan exigente como surrealista. Yoko no se da cuenta de que los niños están jugando a disgusto. Los niños intentan hablar con él pero Yoko no está dispuesto a razonar. Oto tiene una idea, tentar el lado más juguetón de Yoko. Así es como consiguen despojar a Yoko de su nueva personalidad y volver a ser los cuatro amigos de siempre.

¡El mejor regalo es el que ha hecho uno mismo!...

Los niños se dan cuenta de que ¡Yoko nunca ha celebrado su cumpleaños! Mai, Oto y Vik deciden darle una fiesta sorpresa pero quieren mantener el secreto hasta que todo esté preparado y eso es muy difícil teniendo a su amigo mágico todo el tiempo junto a ellos. Yoko se siente ninguneado por sus amigos y comienza a preocuparse, pero al final descubre que sus amigos le han preparado una fiesta hecha con todo el cariño del mundo. Yoko abre su regalo, un muñeco hecho a mano por sus tres amigos, el mejor regalo que nadie pudiera haberle hecho nunca.

La ropa no es lo que hace a la persona, es la persona...

Vik tiene miedo a trepar hasta el tobogán. Se inventa cualquier excusa para no participar en las actividades de sus amigos, que el considera demasiado arriesgadas. Marisol aparece con una caja de viejos disfraces para los niños y los tres deciden jugar a los héroes. Cuando llega Yoko, el juego se convierte en una extraordinaria aventura de superhéroes. Vik está tan metido en su papel que parece otra persona. Es capaz de subirse al rascacielos más alto para ayudar a sus amigos. Oto y Mai le hacen ver que es su personalidad la que le da esa valentía y no la ropa que lleva.

Las cosas tienen otro aspecto cuando tú cambias...

Mai, Oto y Vik están aburridos. No se les ocurre ningún juego y mientras zanganean, se les cae un cochecito de miniatura al césped. Comienzan a buscarlo cuando aparece Yoko, quien los empequeñece, con la intención de ayudarles. ¡Pero después, Yoko se distrae y pierde a sus amigos! Los niños tendrán que arreglárselas solos en una loca aventura en la que los insectos son de su altura, las ardillas son gigantes, y las gotas de lluvia grandes bombas de agua. ¿Conseguirán reencontrarse antes de que sea hora de irse a casa?

Se pueden cambiar las reglas, si todos están de acuerdo...

Los tres niños juegan a “papás y mamás” con Yoko. Nada más empezar, Oto y Vik transforman el juego, haciendo que sea el juego de los “papás y mamás” vaqueros. Después, “papás y mamás” del espacio. Un momento más tarde, “papás y mamás piratas”… Mai está harta de tanto cambio, porque no sabe qué papel tiene que jugar en esos juegos que se inventan. Ella quiere jugar a los “papás y mamás” de siempre, por lo que se pone un poco mandona y fuerza a los demás a jugar sin hacer cambios. Mai se da cuenta de que está forzando a todos a jugar sin dar rienda suelta a su imaginación. Al final, rectifica, y es ella la que propone jugar a “papás y mamás piratas del espacio”.

Todos somos buenos en algo...

Vik quiere montar un circo. A Mai, Oto y Yoko les parece un juego estupendo y encuentran rápidamente una actividad que les gusta. Vik siente que fracasa en todos los sitios: prueba las acrobacias, pero se siente torpe; prueba a ser un clown, pero no es gracioso; falla una vez tras otra, hasta que, por suerte para él, hay un problema con los animales y descubre que tiene madera para ser domador. Al fin y al cabo, como dice Marisol, “todos somos buenos en algo”.

Puedes hacer un safari en cualquier jardín...

Mai ha traído su cámara al parque y quiere hacer un safari fotográfico. A Marisol le parece una forma estupenda para descubrir la vida animal del parque. Los tres amigos comienzan a catalogar a los animales del parque, pero muy pronto deducen que hay muy pocos animales. Yoko no está de acuerdo y empequeñece a los tres amigos para que conozcan la gran riqueza que se esconde bajo nuestros pies. De pronto, Mai, Oto y Vik se ven inmersos en una aventura que les muestra la riqueza animal de los jardines en los que juegan y que, además, esas cosas que ellos llaman “bichos” tienen una actividad enorme.

Participar es mejor que mirar...

Los tres amigos tienen un montón de planes hoy. Además, han prometido a Marisol que crearían un parterre (un monumento de flores) para el Festival de las Flores. Vik decide hacer un robot para que les ayude a finalizar todas sus tareas. Lo hace a base de cartón y un coche teledirigido. La verdad es que no funciona, pero a Yoko le gusta tanto la idea que lo convierte en un robot-mayordomo. Los tres amigos están encantados, al principio. El robot los libera de todas las tareas, hasta el punto en que incluso juega de parte de ellos. Los niños se dan cuenta de que es mucho más divertido cuando uno mismo hace las cosas.

La valentía es cosa de niños y niñas...

Oto y Vik juegan a ser héroes. Sin darse cuenta, en todos los juegos, asignan a Mai el rol de “damisela en apuros”. Pero Mai también quiere ser un héroe. Cuando Yoko los sumerge en una aventura a lo Indiana Jones, en la que hay pirámides, trampas y momias, los dos chicos se dan cuenta de que Mai es la más valiente en muchas cosas.

También se puede jugar en un día de lluvia...

Es un día de lluvia y los tres amigos buscan refugio, bastante desanimados, en la cabina de Marisol. Allí dentro, encuentran un juego de la oca, con el que Vik parece entusiasmado. A Oto le parece un juego aburrido, pero nada más aparecer Yoko, el juego cobra vida y se convierte en una inesperada aventura. Los cuatro amigos están tan absortos en el juego que ni siquiera se dan cuenta de que la lluvia ha cesado ya.

La amistad es lo más importante...

Mai, Vik y Oto han decidido organizar una carrera con sus patinetes. Está claro que ni Vik ni Oto quieren perder, y cuando Yoko se une a la carrera, haciendo que sus juguetes se conviertan en vehículos, los instintos de los dos chicos se desbocan. Oto y Vik tienen un par de problemas mecánicos que resuelven con la ayuda de Mai, que siempre está dispuesta a ayudar. Cuando llegan a la recta final, Oto y Vik se dan cuenta de que Mai se ha quedado sin combustible y que ellos no hubieran llegado tan lejos si no hubiera sido por Mai, por lo que deciden remolcarla y así ganar todos.

Respetar el punto de vista de los demás...

Marisol les ha pedido a los niños que pinten una casita para pájaros que acaba de construir. Los niños están encantados con la tarea, pero pronto comienzan a discutir, ya que no se ponen de acuerdo sobre el color en el que pintarlo. Uno quiere que sea amarillo, otro quiere que sea rojo, y otro que sea azul. Yoko los pilla en plena discusión y los niños deciden que lo pintarán del color que más abunde en el parque. Yoko les ayuda ingenuamente con su magia y los niños pronto empezarán a hacer trampa, pintando todos los objetos del parque de su color preferido, para así poder ganar. Pronto se darán cuenta de que cada color tiene su lugar, y que en el fondo todos los colores pueden ser un color favorito. Al final, encuentran una solución que gusta a los tres amigos.

Confiar en uno mismo...

Mai, Oto y Vik se lo están pasando en grande haciendo aviones de papel. El avión de Vik hace más piruetas. El de Oto es el más veloz. Mai siente que su avión no hace nada especial, pero con la ayuda de Yoko, se dará cuenta de que el suyo sí es un avión especial, ya que comienza a volar por su cuenta. Mai no quiere perder su precioso avión y pide ayuda a sus amigos para recuperarlo. Con la ayuda de Yoko, formarán una escuadrilla aérea de rescate. Encuentran el avión totalmente dañado, pero Mai se da cuenta de que siempre podrá hacer uno nuevo y que lo bonito no es tenerlo, sino ser capaz de hacerlo.

Competir puede ser divertido, pero sin pasarse...

Mai, Vik y Oto juegan con pequeños muñecos de dinosaurios en la arena del parque. Cuando Yoko se une a ellos y se da cuenta de la pasión que sienten los niños por los dinosaurios, decide convertir el parque de Yoko en un Parque Jurásico. Los muñecos se convierten en grandes dinosaurios con diferentes formas de ser. Cada niño cree que el suyo es el mejor, por lo que deciden hacer unas pruebas y determinar cuál es el mejor. Los niños hacen que los dinosaurios se enfrenten en varias pruebas hasta que, inesperadamente, los tres dinosaurios desaparecen. Tras una búsqueda, consiguen encontrar a los tres dinosaurios juntos, como verdaderos amigos. Los dinosaurios no quieren competir entre sí y los niños se dan cuenta de que lo importante no es probar quién es el mejor, sino disfrutar jugando juntos.

Cuidar de una mascota conlleva una gran responsabilidad...

Mai, Oto, y Vik comentan con Marisol que les encantaría tener una mascota. Marisol les recuerda que cuidar de una mascota conlleva una gran responsabilidad. Es lo mismo que les dicen los padres. Marisol les propone una actividad más sencilla que tener una mascota: dibujarla. Cada uno de ellos dibuja lo que considera la mascota perfecta: un gato, un loro y un unicornio. Yoko se siente inspirado por la pasión de los niños al defender sus respectivas mascotas, por lo que decide hacer magia con un loro del parque, al que convierte en un híbrido de mascota, un loro-gato-unicornio al que llamarán Lilly. Al principio, los tres niños están encantados, pero pronto se darán cuenta de que Lilly es una mascota de la que hay que estar siempre pendiente si no quieren que cada momento acabe en desastre (y comedia).

Ganar o perder, lo importante es pasárselo bien...

Un día caluroso de verano, Oto, Mai y Vik deciden que hace demasiado calor para jugar. Yoko no acepta ninguna excusa para dejar de jugar, por lo que crea un manto de nieve y hielo en el parque. Es un Paisaje Ártico, desde el cual se atisba el Polo a lo lejos. Los cuatro amigos deciden hacer una expedición al Polo. Pero cuando las ardillas deciden hacer lo mismo y llegar antes que los cuatro amigos, se desata un afán competitivo que acaba en una carrera. A medida que avanzan, la rivalidad aumenta, hasta que llegan al Polo y los dos equipos se llevan una gran sorpresa.

Hacer nuevos amigos conservando los viejos...

Oto y Mai caminan hacia la pradera, donde han quedado con Vik. Pero desde la distancia ven que su amigo está jugando a la gallinita ciega con ¡otros niños! Mai y Oto se ponen celosos, pensando que Vik prefiere a sus nuevos amigos. Yoko aparece y los tres amigos se inventan un increíble juego de "1, 2, 3 pajarito inglés" para atraer la atención de Vik. Uno por uno, atraen a todos los niños que están jugando con Vik, excepto a él, que se queda esperando en la pradera. Oto y Mai deciden hablar con Vik y éste les explica que está ahí porque había quedado justo ahí con sus mejores amigos: Mai y Oto. ¡Los tres niños van a jugar al 1, 2, 3 pajarito inglés con sus nuevos amigos!

Si al principio no tienes éxito...

Vik no parece disfrutar tanto como Mai, Oto y Yoko jugando en la nieve. Aunque intentan entusiasmar a Vik para esquiar y hacer snowboard, él no tiene talento para eso. ¡Resulta que es el primer invierno para Vik! No sabe jugar a ningún deporte de invierno. Todos piensan que el patinaje sobre hielo será el deporte de invierno ideal para Vik. En el río, intentan que baile sobre el hielo y juegue al hockey pero Vik no hace más que caerse. En un último intento, Yoko ata con una correa una mochila cohete a la espalda de Vik para ayudarle a avanzar. Avanzar, avanza... pero ¡totalmente descontrolado por todo el parque! Vik está a punto de perder la esperanza cuando Mari Sol descubre que Mai y Oto olvidaron enseñarle a Vik lo básico para patinar. Eso lo cambia todo.

Resolver problemas...

Juan Toruga, un zoólogo especial, visita el Parque de Yoko. Cree que todavía hay en el mundo criaturas raras y extraordinarias por descubrir. "¡Y puede que uno de ellos viva en este parque!" Los niños están un poco preocupados de que Toruga descubra a Yoko, ¡y se lo lleven a un zoo especial! No será fácil proteger al despreocupado de Yoko del testarudo y siempre curioso Toruga. Pero, con algunos juegos ingeniosos, Oto, Vik y Mai consiguen mantener a Yoko lejos de las trampas de Juan Toruga. Viendo que no obtiene resultados, Toruga se pregunta si debería dejar de buscar criaturas especiales. Yoko convoca a un viejo amigo suyo, el peludo Yeti, para que pase frente al parque. De esa manera, consiguen que Juan Toruga salga del parque tras el legendario Yeti.

Todo tiene arreglo, con un poco de imaginación...

Ranger Loops deja a los niños una caja llena de juguetes viejos que piensa entregar a una ONG, dedicada al reciclaje de jueguetes. Mai y Vik quieren jugar con ellos pero Oto piensa que no tiene sentido jugar con juguetes estropeados. A Yoko no le gusta que Oto hable así de los juguetes rotos y usa su magia para convertir a los tres amigos en juguetes. Yoko se convierte en la caja de cartón. Ranger Loops aparece por el campo y recoge la cajas, sin darse cuenta de que ha dejado los tres juguetes rotos en el suelo. Los tres amigos deberán unir sus fuerzas para llegar a la cabaña antes de que el camión de reciclaje llegue y se lleve la caja... ¡que en realidad es Yoko!.

Cuidar de la naturaleza...

Los niños se dirigen al hermoso prado Gigántico para jugar a pillar... cuando descubren que el prado ya no es tan hermoso. Alguien durante la noche ha llenado de basura el lugar y ahora hasta el rincón más limpio del parque está cubierto de porquería. La pobre Mari Sol nunca podrá limpiarlo todo ella sola, así que los niños se hacen cargo del problema. Con la ayuda de Yoko, la limpieza se convierte en un juego que les conduce a algo diferente a lo que esperaban inicialmente, incluyendo el averiguar quién está detrás del desastre...

Hay montones de tesoros a tu alrededor, solo tienes que descubrirlos...

¡Hoy Oto, Vik y May se disponen a jugar a piratas! Oto cree que para ser pirata hace falta tener una espada. Vik cree que un pirata necesita un barco y Mai piensa que un pirata necesita un parche en el ojo. Cuando Yoko crea un mapa mágico, hay algo en lo que todos coinciden: en las historias de piratas, ¡¡no puede faltar el TESORO!! Los cuatro amigos se guían por el mapa y recorren varios lugares fantásticos del parque hasta que llegan a la cima de una colina, en la que encuentran el cofre del tesoro. Dentro del cofre hay un gran marco. Lo levantan y mirando a través de él descubren que el tesoro en realidad es ¡el maravilloso parque en el que juegan todos los días!

Los buenos amigos admiten cuando no han actuado bien con los demás...

Oto siempre gana al pilla-pilla. Una vez más, Oto arrincona a Mai en la torre del tobogán y Mai intenta escabullirse diciendo que está viajando por el espacio en un cohete espacial. Oto le recuerda que eso es sólo una fantasía. A Yoko le da tanta pena que Mai pierda siempre que convierte la torre en un cohete espacial. Oto le hace ver a Yoko que así se acaba el juego y que sería mejor que todos pudieran volar por el espacio.

Yoko ofrece otro cohete a Oto y éste, con la ayuda de Vik y Yoko, sale al espacio en busca de Mai. La niña habla por la radio pidiendo a Oto que reconozca que no la ha podido pillar. Pero Oto no quiere dar su brazo a torcer. Quiere pillar a Mai con su cohete. Los dos inician una carrera tan frenética que acaban estrellándose en un campo de meteoritos.

Al final, la única manera de volver a casa es colaborando entre todos.