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A Miguel Ángel Jiménez, 'in memoriam'

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Miguel Ángel Jiménez, líder vecinal que dirigió la búsqueda de los estudiantes desaparecidos en Iguala y que ha sido asesinado en Acapulco.
Miguel Ángel Jiménez, líder vecinal que dirigió la búsqueda de los estudiantes desaparecidos en Iguala y que ha sido asesinado en Acapulco.

No fue fácil localizarle; su teléfono siempre estaba desconectado. Pero había que insistir. Miguel Ángel Jiménez era clave en la búsqueda de los desaparecidos del Estado de Guerrero.

No me refiero a los 43 estudiantes de magisterio de Ayotzinapa -de los que nada ha vuelto a saberse y de cuyo secuestro se cumplirá en septiembre un año-, sino a los otros desaparecidos: a los que un día salieron a trabajar o a la escuela y nunca volvieron; a los centenares de secuestrados, asesinados por extorsionadores y mafiosos, cuyos restos no aparecerán.

El coraje y la valentía de Miguel Ángel Jiménez, líder de un movimiento formado por campesinos pobres y profesores, había terminado con la resignación de las familias que esperaban en vano el regreso de sus seres queridos.

Él les saco de su letargo y juntos, organizados sin apenas medios, escarbaban el suelo de los cerros de Iguala, convertidos en un osario clandestino y removían la conciencia de los mexicanos que reclaman, sin éxito, la protección del Estado.

El equipo de En Portada fue testigo. Vimos cómo identificaban la tierra removida; cómo reconocían, a simple vista, el terreno donde podía haber restos humanos y escuchamos sus testimonios, al borde de las lágrimas.

Miguel Ángel tenía un aspecto bonachón y hablaba sin miedo. Pero no ocultaba sus temores, ni las amenazas verbales de las que era objeto en un Estado carcomido por el narcotrafico.

Resultaba conmovedor verle deambular por el monte, seguido por los familiares. Algunos vestían camisetas en las que podía leerse: "Hijo, mientras no te entierre, te seguiré buscando".

Miguel Ángel se convirtió en un personaje incómodo. Acertó al predecir que nada ni nadie podría parar las denuncias, pero se equivocó al creer que él no era importante. Sus asesinos pensaban de otra manera. Su muerte deja un vacío enorme y es un aviso para quienes cojan su testigo. Pero, y pese al miedo, no faltarán voluntarios. A quienes perdieron lo que más querían ya sólo pueden quitarles la vida.