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Arte

Sorolla, el dibujante incansable

  • El pintor realizó más de 8.000 dibujos a lo largo de su vida, una de sus facetas artísticas menos conocidas

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Cuentan que Joaquín Sorolla era incansable en el dibujo y no contenía el impulso de retratar todo lo que veía. El pintor llevaba un cuaderno a todas partes para disparar en el acto tanta explosión creativa.

En su viaje a Nueva York en 1911 trazó lo que veía desde la ventana de su hotel y captaba su atención: desde el tráfico a los corredores de una maratón.

Un mundo urbanita que pocas veces ha asomado en sus pinturas naturalistas pero que abunda en esta tanda de dibujos compuestos por gouaches de pinceladas rapidísimas.

“Luego están los dibujos neoyorquinos en el interior de establecimientos como restaurantes. Son instantes de la vida burguesa, de gente elegante que el artista crea mucha veces en el reverso de las cartas de los menús. No podía mantener la mano quieta”, señala a RTVE.es Inés Abril Benavides, una de las comisarias de la exposición Sorolla, dibujante sin descanso en el museo del pintor en Madrid.

'Fifth Avenue, Nueva York', 1911. Gouache sobre papel. Sorolla

Prueba de esta actividad frenética son los 5.000 dibujos que atesora el Museo Sorolla- aunque tienen constancia de la existencia de unos 8.000-y de los que muestran a los visitantes un centenar (más tres inéditos procedentes de la Universidad Complutense).

Una rareza, porque el autor nunca los exponía aunque sí los regalaba a allegados y una oportunidad: algunos de los dibujos como el correspondiente a El entierro de Cristo (1886) es el único rastro de una obra perdida.

La mirada más íntima

La de dibujante es una faceta difuminada para el gran público de Joaquín Sorolla, que mantiene a su familia en el centro de su mirada artística pero en una vertiente íntima.

Son trazos espontáneos de su mujer Clotilde, a la que captó, amoroso, mil y una veces, o de sus hijos enfrascados con las tareas de la escuela.

“En las fotografías, de las cuales Sorolla era un gran apasionado, o en las pinturas su familia posa pero en los dibujos los ves desde la mirada del padre. Es como si dibujara con el alma. Son más cálidos y reposados, con más cariño en los detalles que en los preparatorios”, añade la comisaria.

'Clotilde leyendo', ca 1888. Lápiz compuesto sobre papel continuo

Y aunque menos completos, los bocetos preparatorios son otra de las patas donde se asienta la exposición. Múltiples dibujos, la mayoría en blanco y negro, que enmascaran al trabajador incansable que fue Sorolla.

“Tú ves sus pinturas y parece que han sido creadas de forma sencilla, pero ves los dibujos y te das cuenta de todo el esfuerzo que había detrás”, asegura Abril Benavides.

En las calles, en las cafeterías, en la privacidad de su hogar: el valenciano arañaba cada instante al tiempo para crear. Más una experimentación palpable en las técnicas: lápiz, carboncillo, acuarela o tinta emergen en el Sorolla dibujante, que ya apuntaba maneras firmes como maestro de la luz y del color.

La exposición se puede disfrutar en el Museo Sorolla hasta el 10 de mayo