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Libros

Margaret Atwood añade más suspense y menos distopía en la esperada secuela de 'El cuento de la criada'

  • Los testamentos es la continuación de El cuento de la criada y se publica treinta años después de su predecesora
  • La escritora canadiense retorna a la dictadura de Gilead con las historias cruzadas de tres mujeres

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ENTREVISTA A LA ESCRITORA MARGARET ATWOOD
Imagen de archivo de la escritora canadiense Margaret Atwood

Margaret Atwood cuenta que en ningún caso tenía prevista una secuela de El cuento de la criada, pero se la pedían “muchísimo” y accedió. Las resonancias de un presente inquietante-y demoledor- también impulsaron a la canadiense a parir Los testamentos (Salamandra), que aterriza treinta años después de su profética predecesora.

“En lugar de alejarnos del mundo de Gilead, como parecía que ocurría en los años 90, nos hemos acercado a nuestro propio Gilead en algunos lugares de la tierra, incluido Estados Unidos. Y hay muchos países en los que no se ha cambiado ninguna de las leyes que permiten la desigualdad de las mujeres”, aseguró la escritora durante la presentación mundial del libro en Londres.

Margaret Atwood publica 'Los Testamentos', secuela de 'El cuento de la criada'

El cuento de la criada se publicó en el muy ‘orwelliano’ 1984 con poco éxito. Y a través de esta horquilla temporal, una palanca de cambio: la serie de HBO, protagonizada por Elisabeth Moss. Resucitó el interés literario por esta pesadilla distópica transformada en símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres- y representada por el icónico traje rojo de las Criadas- en plena era Metoo.

En este caldo de cultivo, la expectación- y la presión- ante un retorno era altísima. Atwood, a sus 79 años y ya como figura de las letras indiscutible, acometió el reto sin pestañear, quizás en una reivindicación de una historia que siempre fue suya pero que había volado sola. Con consecuencias inesperadas y una ansiosa pregunta en el aire: ¿Qué ha pasado con Gilead y sus personajes?

Atwood, eterna candidata en las quinielas del Nobel

En la secuela, la autora resuelve con oficio tirando de prosa directa vía tres historias cruzadas. Ofrece menos ficción “especulativa” aunque igual de aterradora y encauza el pulso literario en el puro suspense. Margaret Atwood (Príncipe de Asturias de las Letras 2008) apuntala, de paso, su recurrente candidatura al Nobel que se falla la próxima semana en un premio doble.

Los testamentos fotografía la dictadura teocrática de Gilead (ubicada en los antiguos EE.UU.) quince años después de donde se quedó con una guerra de por medio. Un régimen brutal y fuertemente jerarquizado que somete a las mujeres, reducidas a úteros humanos en el caso de las Criadas, por la caída de la natalidad y el zarpazo del cambio climático.

Pero algo se desdibuja en las entrañas del sistema, inspirado en parte en las atrocidades de las SS, según ha referido Atwood, donde la sospecha es moneda de cambio en un momento crucial.

El destino de Gilead

El relato en primera persona de la sufrida Offred ha sido sustituido por los avances de tres mujeres: dos de ellas, adolescentes, han crecido en lados diferentes de la frontera, una en Gilead, como la hija privilegiada de un Comandante; la otra, en Canadá, donde se manifiesta contra los abusos.

El tercer papel esencial es para uno de los nombres más macabros ideados por la novelista, crítica literaria y poeta canadiense: la Tía Lydia, implacable guardiana moral, a la vez que astuta intrigante y dotada de una crueldad extrema.

Paradojicamente, frente a la planicie de los personajes de las adolescentes, la Tía Lydia es la que mejor fija los claroscuros del alma humana y sus razones. Lo hace a través de flashbacks que relatan cómo mutó en monstruo en su afán de supervivencia. Y lega sentencias memorables: "Hace mucho que tengo fe en el sistema de pesos y contrapesos".

Es el entramado de una de las novelas del año (ya ha sido nominada al prestigioso Booker) en la que sobrevuela un inquietante interrogante: ¿podría pasar?, y una respuesta: no se confíen. El hombre siempre es un lobo para el hombre. Palabra de Atwood.