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Festival de Málaga

'No sé decir adiós', el dolor de la enfermedad y la incomunicación en la familia

  • Lino Escalera analiza la complejidad de los lazos familiares con la muerte de fondo
  • A competición en Málaga, la interpretan Juan Diego, Nathalie Poza y Lola Dueñas
  • RTVE.es entrevista a los actores protagonistas y al director debutante

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PRESENTACIÃ"N "NO Sÿ DECIR ADIÃ"S" DE LINO ESCALERA EN FESTIVAL DE CINE DE MÿLAGA
Lino Escalera (2i), posa con Emilio Palacios (i), Nathalie Poza y Juan Diego (d) en la presentación de 'No sé decir adiós'.

La complejidad de los lazos familiares con la muerte, y su difícil aceptación, como motor de fondo es la historia que propone No sé decir adiós, un duro drama, ópera prima de Lino Escalera, interpretado magistralmente por Juan Diego, Nathalie Poza y Lola Dueñas, que se ha presentado este lunes a concurso en la Sección Oficial del Festival de Málaga.

En la película, Carla (Nathalie Poza) recibe una llamada de su hermana, Blanca (Lola Dueñas), avisando de que su padre, José Luis (Juan Diego), con el que hace tiempo que no se habla, tiene una enfermedad terminal. Ese mismo día, toma un vuelo a Almería y viaja para encontrarse con él a la casa de su infancia, en la que vive su hermana con su familia. Los médicos le dan pocos meses de vida a su padre, pero Carla se niega a aceptarlo y, contra la opinión de todos, decide llevarlo a Barcelona para que sea tratado allí. Ambos emprenden un viaje para escapar de una realidad que ninguno se atreve a afrontar.

Escalera, formado como cineasta en EE.UU. y con una amplia carrera como cortometrajista a sus espaldas, ha tardado ocho años en sacar adelante esta película, surgida del "miedo a perder" a su padre que, como hijo pequeño de varios hermanos con los que se lleva varios años, siempre le ha atenazado, revela a RTVE.es. Su historia original fue moldeada por el guionista Pablo Remón, que acababa de perder a sus padres cuando escribió el guion final y pudo reflejarlo "de manera muy cercana" en No sé decir adiós.

"La muerte es un tema de trasfondo que actúa como motor de la historia, pero lo que más me interesa es cómo funcionan los códigos de comunicación de una familia, que en este caso se comunican a través del silencio y de conversaciones banales pero todos con la intención de querer decirse cosas y despedirse a pesar de todas las barreras, las limitaciones, el bagaje y las heridas pasadas", explica el debutante Escalera, que desea "sumergir" al espectador en "la complejidad de los lazos emocionales que unen a padres e hijos".

Los fantasmas del pasado

"Siempre que aparecen el dolor y la angustia aparecen los fantasmas del pasado", resume sobre lo que le ocurre a este familia en una entrevista con RTVE.es el actor Juan Diego, que entra fuerte en la lucha por su quinta Biznaga de Plata del certamen malagueño -"siempre tengo muchos amigos en el jurado", bromea-.

El actor de 74 años, que ha encadenado este personaje con otro enfermo de cáncer en teatro, el abuelo de La gata sobre el tejado de zinc caliente, dice que su José Luis es un hombre que pertenece a otra generación y cuyos sueños desaparecen cuando se muere su mujer y "se queda más solo que la una", hasta que viene a visitarle "una amiga que se llama la huesuda, ese bichito que tenemos todos dentro y que de repente se manifiesta", con el "desazón" que supone para la familia.

Respecto a la incomunicación familiar, Juan Diego se pregunta cómo es posible que "cuesten tanto cosas tan sencillas, como el decir que nos queremos o el pedir perdón", a la vez que considera que la familia judeo-cristiana de Occidente es "una familia enferma y llena de atavismos y falta de libertad".

Vidas vacías

Por su parte, Natahlie Poza, también presente en Málaga y que perdió a su padre también por un cáncer hace siete años, dice que el personaje de Carla es una mujer que ha huido del núcleo familiar y que lleva una vida "aparentemente controlada y perfecta", viviendo en una gran ciudad como Barcelona y trabajando y ganando dinero, aunque luego se descubre que lleva "una vida más vacía de lo que parece": no se sabe si tiene amigos, no tiene pareja y se droga "de manera controlada" con "la droga del cinismo de no necesito a nadie: la cocaína".

También, apunta, el personaje de su hermana, el de Lola Dueñas, tiene "otro vacío que no sabe llevar o del que no sabe hablar": la frustración personal de no haber podido convertirse en actriz porque se quedó en la casa familiar ocupando el lugar de la madre, cuidando al padre y casándose y teniendo una hija.

"Cuando Carla recibe la noticia de la enfermedad posiblemente terminal de su padre se desestructura su universo y se tiene que enfrentar algo de lo que nunca se puede escapar, la muerte, y descubrimos que detrás de esa mujer aparentemente dura y con caparazón impenetrable, hay una niña con mucho miedo y muy asustada. Eso hace que empaticemos. A mí me enternece todo lo que no cuenta y no puede decir, lo mucho que quiere a su padre y lo mal que se entienden, pero también lo que se parecen", explica la actriz madrileña, que reconoce que ha sido duro hacer el papel pero que también ha disfrutado con todas sus "aristas".

Para Poza, lo más complicado ha sido meterse en la piel de "alguien que vive en la negación permanente", lo que le parece "lo más terrorífico para vivir" porque se te acaban "enquistando los sentimientos".

El salto generacional

En opinión de la actriz de 45 años, No sé decir adiós también refleja ese "salto generacional" entre un padre que vivió la posguerra y que no puede entender las "angustias" de unos hijos, nacidos en la Transición, y que han tenido de todo. "Esos padres son una generación de hombres que parecen indestructibles, y conozco lo que le pasa a Carla, que prefiere mantenerle así duro, impenetrable, que verle frágil y enfrentándose a la muerte, que a lo mejor sería una manera bonita de mirar a tu padre, pero tú prefieres tener ese tótem duro que nunca se derrumbe", reflexiona.

Pese a todo, en No sé decir adiós, dotada de unas "pinceladas sutiles de humor" que obedecen a la realidad de la vida, los lazos emocionales se acaban "desempolvando" porque hay algo detrás inevitable, que es el amor. "Todos emergemos de la familia y es el vacío al que hay que volver", concluye Nathalie Poza recordando la frase de Tormenta de hielo (Ang Lee, 1997) que a Lino Escalera se le quedó grabada: "La familia es el vacío desde donde emerges y el lugar donde regresas al morir".